Cuando cae entre mis manos una novela de un escritor novel soy de la opinión que hay que tratarla con cariño, delicadeza y gran curiosidad. Quien se pone delante de un folio para escribir por primera vez una novela está realizando un ejercicio de valentía, que yo no sabría describirlo porque en mi caso ni se me pasa por la imaginación la posibilidad de enfrentarme a tamaña empresa. Si el hecho de escribir un artículo me genera una cierta inquietud, pues como decía Maya Angelou, nunca superas el miedo a escribir, en mi caso no quiero ni pensar lo que tiene que ser todo ese proceso que conlleva crear una novela: un camino largo, laborioso y lleno de obstáculos.
Con esas sensaciones que acabo de describir me he adentrado en la lectura de la primera novela de la periodista Olatz Urkia, que bajo el título “el búho de Ravel” y editada por Txalaparta ha sido publicada en noviembre de 2022.
En su primera novela, Olatz Urkia nos trae la historia de Joane, una joven cuyo deseo es llegar a ser pianista profesional, y para ello vuelve a Moscú, su ciudad natal, dejando atrás parte de su adolescencia y juventud vivida en San Sebastián, en la tierra de su padre. Una etapa llena de traumas y de la que intenta escapar pero que en muchos momentos le sigue persiguiendo en sus pensamientos. En esta nueva vida aparecerá una persona, Olga, con la que iniciará una relación que acabará por desestabilizarla emocionalmente y saltará por los aires el equilibrio que necesita para afrontar su mayor sueño: lograr el acceso al conservatorio de Moscú. La novela se adentra en la personalidad de Joane y la huella que le ha ido dejando todo lo vivido a lo largo de su adolescencia y juventud, una mochila de la que no logra desprenderse.
La pasión de la protagonista por la música clásica y el piano es una constante a lo largo de la novela, pues todo su mundo y forma de entender la vida gira entorno a la música clásica, hasta el punto que se convierte en algo obsesivo. Su deseo de llegar a ser pianista profesional es tal, que a la hora de analizar su entorno y las personas que la rodean lo realiza desde el prisma de su amor por la música. Para Joane la música clásica es el epicentro de su vida y el resto de personas y cosas son objetos que giran a su alrededor y así lo expresa en uno de los momentos más dramáticos de la novela: “Nunca querré a nadie que no entienda lo que significa para mí la música”. Realiza algunas reflexiones acerca de los compositores que tiene que interpretar al piano y lo que le transmiten sus obras musicales. Esta novela no se podría entender sin la música clásica.
A lo largo del relato encontramos un puzle de personajes de lo más variopinto y en algunos casos algo desorientados en Moscú, que no tienen ningún parecido entre sí, pero que sirven a la autora para armar la novela. La narración irá girando sobre los sentimientos de Joane y la personalidad de las personas que van apareciendo en su vida, cada una de ellas condicionada por su entorno, sobre todo socioeconómico, lastradas por diversos problemas, familiares, económicos, pero que cada una de ellas adopta una actitud diferente ante la vida. A través de los personajes la autora nos da a conocer la crisis económica que se vivía en Rusia en los años en los que trascurre la novela y la situación socioeconómica en la que estaba sumida la sociedad rusa. Todo ello le da a la novela un tono un tanto gris.
A lo largo de los capítulos, la autora va intercalando situaciones y pasajes que discurren en Moscú y Donostia, pero en este aspecto no quiero pasar por alto lo bien descritos que están los capítulos de la novela que transcurren en el frio invierno moscovita, y el conocimiento que tiene a la hora de detallar los diferentes aspectos de la sociedad rusa, sus costumbres, formas de divertirse, gustos, etc., que se reflejan en el libro al tratar cuestiones como la actitud de la sociedad rusa ante temas como la homofobia, no en vano se aprecian los años que la Olatz Urkia vivió en Moscú y en otros lugares de Rusia. Los capítulos que transcurren en Moscú están ubicados entre 2014 y 2015, años en los que surgió el conflicto entre Rusia y Ucrania, dándose inicio a la guerra en el Donbás.
La novela es de lectura ágil, con algunas escenas algo duras, donde la narración está cuidada. Como me gusta la música clásica, la novela ha tenido un atractivo más. En mi caso la protagonista como el resto de personajes que la acompañan me han servido para que me surjan algunas preguntas y reflexiones acerca de ellos: su forma de entender la vida, afrontar sus miedos, angustias, sueños y proyectos, y cada uno desde una óptica diferente.
Para finalizar puedo decir que después de haber leído la primera novela de Olatz Urkia me ha causado una muy grata impresión y la única duda que me queda es si habrá un próximo trabajo.
La historia oficial es aquella que nos encontramos en los libros, la que vemos diariamente en los medios de comunicación, pero detrás de ella encontramos multitud de pequeñas historias en las que los protagonistas somos nosotros, personas anónimas, que carecemos de un altavoz lo suficientemente potente para que puedan conocerse, pero donde hay mucho que contar, porque detrás de cada una de ellas se esconde una parte importante de la historia de la humanidad, esa que los medios oficiales quieren ocultarnos.
Bajo el título “La Historia oficial” (Editorial Txalaparta), Jonathan Martínez hace unos meses publicó un libro en el que partiendo de su historia personal y familiar, la va entrelazando con diferentes historias ignoradas para la inmensa mayoría y, a su vez, con esos acontecimientos que nos han contado los que controlan el poder, y todo ello a través de una serie de relatos cortos. Para definir este libro el autor utiliza el ejemplo de un vaso que se rompe, el vaso representaría la historia oficial, pero los trozos rotos, que no dejan de ser partes de ese vaso, representan todas esas pequeñas historias desconocidas pero que forman parte de nuestra historia. Este libro intenta barrer todas esas pequeñas historias como contrapunto a la historia de la humanidad.
Una de las características es que es difícil clasificarlo en un género concreto. No es un ensayo, ni una colección de relatos. Se puede decir que no es un libro al uso, pero el autor nos da una pista en uno de los capítulos al definirlo como “un relato de relatos”.
Jonathan Martínez ha sacado a la luz su historia familiar para compartirla con el lector, pero ha logrado algo más importante: que pase a formar parte de todos nosotros. La lectura de este libro nos invita a que demos el paso que él ha dado para que todas esas historias personales no queden silenciadas, pues como muy bien nos dice “escribir es ganarle terreno al olvido” y sin duda alguna con este libro ha logrado ese objetivo. Su historia personal nos trasladará al valle de Karrantza (Bizkaia), pero servirá para llevarnos por otras latitudes y nos descubrirá las conexiones con otros lugares y sucesos que nos relata en su trabajo, pues como nos dice el autor “los destinos privados de las personas arrojan luz sobre el rumbo colectivo de los pueblos”, pues “detrás del yo se esconde un nosotros”. Y de ello da buena cuenta en el libro.
Realmente cuando uno inicia su lectura no sabe lo que se va a encontrar, siendo necesario ir leyendo los relatos para poder ir adentrándose en el libro e ir hilando la relación que hay entre todos ellos.
Al ir desmadejando su historia personal, nos relatará las vivencias de sus abuelos y el descubrimiento de la existencia de un familiar que desapareció en la Guerra Civil. Todo ello le empuja a una investigación que le llevará a recorrer otros lugares y a cruzarse con otras historias anónimas. En ese viaje nos hablará de su bisabuela maestra, de la escuela de Rioseco, de las Misiones Pedagógicas durante la II República, de la represión que sufrió el maestro Teodoro, nos acercará al horror que fue el bombardeo de la plaza de Andikona (julio de 1936) en plenas fiestas de Santamañak y el posterior asedio de Otxandio (abril de 1937), donde se supone que falleció un antepasado suyo luchando en el frente.
En este libro nos muestra que poder y represión van de la mano a lo largo de la historia: los Médicis en Florencia, la inquisición a lo largo de los siglos, el franquismo, el nazismo, las dictaduras militares chilena y argentina y los regímenes actuales, donde “el estado de excepción es cada vez más una forma de gobierno”[1]. Y a lo largo de la lectura de este libro estará presente un compañero de viaje, que no nos abandonará en ningún momento: el miedo. Es la herramienta que utiliza el autor para armar esta obra, pues sin el miedo no se podrían entender los relatos de Jonathan Martínez.
A lo largo de la historia de la humanidad encontramos que el miedo está siempre presente, y al que Jonathan Martínez lo define como “ese gran dictador que escribe la historia”. Todas las citas que hay al inicio de cada capítulo tienen que ver con este elemento y están relacionadas con el contenido del capítulo en el que aparecen. Y de su mano aparece la muerte, pues es el mayor miedo al que nos enfrentamos las personas. Sólo por el hecho de leer las citas que aparecen al inicio de cada relato merece la pena dedicar un tiempo a su lectura.
Jonathan Martínez a la hora de coger un período de la historia oficial para armar este libro acota la historia en los últimos veinte años, para ello sitúa su inicio en septiembre de 2001, momento en el que se producen los atentados del 11S y finaliza con la huida de los aviones estadounidenses de Kabul. Si la imagen del 11S era gente tirándose al vacío desde las Torres Gemelas, en agosto de 2021 era la de personas queriendo huir de Kabul ante la llegada de los talibanes, y para ello intentaban agarrarse a cualquier parte de los aviones norteamericanos que despegaban de Kabul.
Este periodo de la historia se ha caracterizado por el miedo, que en uno de los relatos nos lo define como “una jaula de rejas invisibles”. A través del libro nos va mostrando que ese miedo ha servido a los que controlan el poder para ponernos ante una falsa elección entre libertad y seguridad. A lo largo de estos últimos veinte años se han producido una cascada de recortes en las libertades individuales y colectivas en aras a una falsa seguridad, pues dos décadas después los talibanes vuelven a gobernar Afganistán y la prometida seguridad solo ha servido para que EEUU haya realizado auténticas masacres de civiles en los conflictos que ha patrocinado. Pero como muy bien dice Jonathan Martínez “un pueblo no permanece unido por lo que todos aman sino por lo que todos temen”, y los que dirigían los designios de EEUU supieron realizar esa lectura en su propio provecho y pusieron en marcha los mecanismos necesarios para que los ciudadanos renunciasen a la libertad, en favor de tener una falsa seguridad. Y como el poder sabe gestionar este tipo de situaciones, la guerra es el mejor aliado para aplicar lo que el autor denomina “la economía del miedo”, es decir, la formula perfecta para que algunos se enriquezcan exportando el terror a lo largo del planeta.
Si en la historia de la Europa occidental hay un personaje que fue un gran conocedor del miedo, ese es Maquiavelo, por ello Jonathan Martínez lo tiene muy presente. El político florentino y algunas de sus reflexiones realizadas durante su exilio sobrevuelan este trabajo. Todo el pensamiento político que elaboró en esa etapa, cuando los Medici los expulsaron de Florencia, está recogido en El Príncipe y en él se plantea el siguiente dilema: qué es lo mejor para un gobernante ¿se amado o ser temido?, pregunta que surgirá en varios relatos, porque “el temor es el gobernante más peligroso”.
Las reflexiones que Maquiavelo realiza en El Príncipe sirven a Jonathan Martínez para trasladarlas a los diferentes acontecimientos que se han vivido a lo largo del siglo XX, porque la obra del pensador de Florencia no deja de ser un libro de cabecera para todo aquel gobernante que basa su autoridad en inculcar el miedo a sus ciudadanos, “basta una cucharada de mano dura para amedrentar a las masas”. Maquiavelo, que con la llegada de los Médicis cayó en el ostracismo, también vivió en sus carnes la crueldad del poder.
En esa labor de ir hilvanando el libro a través de diversas historias Jonathan Martínez une Otxandio, Nueva York, Herāt, Faluya o Kabul, lugares que tienen en común el horror de la muerte y la destrucción. En todos ellos hay multitud de historias personales que no forman parte de esa historia oficial pero que nos pertenecen por muy lejos que se hayan producido.
Algunas de las pequeñas historias del libro recalarán en los centros de tortura de la DINA, Abu Ghraib o Tres Cantos y con ello la sombra de Maquiavelo nos acompañará, pues sufrió los horrores de esta práctica a cargo de los Médicis.
A lo largo del libro hay varios relatos dedicados a la dictadura militar chilena, pero me voy a parar en uno de ellos en los que nos habla de la visita de Milton Friedman al Chile de Pinochet para “predicar el dogma del libre mercado”. Puede parecer un sarcasmo hablar de libertad en una dictadura, pero claro, el libre mercado va de acumulación de riqueza por parte de una minoría y para lograrlo en muchos casos la represión es el instrumento imprescindible. Represión y liberalismo son dos compañeros de viaje. Jonathan Martínez realiza un relato magistral en el que intercala testimonios de represión y torturas con las recomendaciones que Milton Friedman realizó a Pinochet para poner en práctica en Chile. No duda a la hora de buscar un nexo de unión entre la dictadura y las teorías económicas de Friedman: “la matanza y la nueva economía cabalgan codo con codo. Por lo visto, para liberar el mercado había que encerrar a personas”. Para esta historia el autor elige una cita del libro “La doctrina del Shock” de Naomi Klein que refleja lo que fue la dictadura chilena[2].
El título del libro no es original, el autor lo extrae de un largometraje argentino que trata el drama de los bebes robados durante la dictadura argentina, esas historias silenciadas por la historia oficial y que Jonathan Martínez quiere rescatar del olvido para que formen parte de nuestra historia colectiva, y para ello en uno de esos relatos nos habla de las desapariciones y de bebes robados. Si el tema es duro de por sí, la cita que podemos encontrar al inicio de ese relato sencillamente es espeluznante. Es un pequeño fragmento de una conversación entre un militar golpista y el periodista argentino Jacobo Timerman[3].
En este trabajo el autor recoge una reflexión de Umberto Eco que es el fiel reflejo de la forma en la que en muchos casos se construye la identidad nacional: “Tener enemigo es vital para definir una identidad nacional porque garantiza un obstáculo contra el que medir un sistema de valores. Cuando no existe un enemigo es urgente construirlo”. Me atrevería a decir que esta frase también sirve para construir discursos de corte fascista, vacíos de cualquier contenido.
Jonathan Martínez ha combatido el miedo escribiendo y nos ha obsequiado un libro que rompe moldes por su originalidad y nos ha enseñado que la historia es mucho más de lo que nos cuentan en los libros. La historia nos pertenece porque la construimos todos nosotros.
[1] Cita de Giorgio Agamben recogida en este libro.
[2] Naomi Klein (La doctrina de Shock):“Estaban convencidos de que solo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados”.
[3] Conversación entre el periodista Jacobo Timerman y el coronel Ramón J. Camps:
Si exterminamos a todos, habrá miedo por varias generaciones.
¿Qué quiere decir todos?
Todos… unos 20.000. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres.
La oscuridad de una noche que parece que no tiene fin, en la que la penumbra y el silencio se adueña de todo, donde las sombras se mueven con la impunidad que le confiere ese ambiente de tinieblas para que el terror campe a sus anchas. Así se podría definir lo que viene a ser una dictadura militar en la que la represión y el terror es el arma que utiliza para que el miedo se apodere de la población.
Una de las dictaduras más sangrientas de los últimos cincuenta años fue la que protagonizaron los militares argentinos entre los años 1976-1983. En esos siete años de dictadura más de 30.000 argentinos fueron detenidos, torturados y asesinados. Como posteriormente se ha sabido los asesinatos podían ser de diferentes formas: torturados hasta la muerte, fusilados después de haber sufrido torturas o lanzados vivos al mar desde aviones. En toda esta orgía represiva no faltó por parte de los golpistas el robo de bebés de los detenidos y posteriormente asesinados. Y todo esto con la permisividad del Comunidad Internacional y la Conferencia Episcopal argentina que para eso el nuncio apostólico Pío Laghi jugaba al tenis con el almirante Emiliano Eduardo Massera, miembro de la Junta Militar.
El periodista Giovanni Claudio Fava en su novela “Los silenciados” (Editorial Txalaparta), publicada en septiembre de 2022, nos traslada a los primeros años de la dictadura militar argentina para rescatar unos hechos que sucedieron en el equipo de rugby de La Plata, del que mataron a diecisiete jugadores en cuatro años. Para construir este relato ha sido fundamental el testimonio del único integrante del equipo de rugby que sobrevivió al terrorismo de Estado promovido por la dictadura de los militares argentinos, Raúl Barandiarán, de origen vasco, pues su abuelo era de una localidad de Gipuzkoa.
Claudio Fava, natural de la Catania (Italia) conoce bien este tipo de situaciones, pues su padre, Giuseppe Fava, periodista y escritor como Claudio, fue asesinado por la mafia italiana. En una de sus estancias en Argentina, el autor tuvo conocimiento de la historia del club de rugby de La Plata y fruto del trabajo de investigación ha publicado esta novela, en la que nos narra como un grupo de muchachos integrantes del primer equipo sufren la represión del régimen de forma despiadada. Su delito no fue otro que “pensar diferente, elevar la voz fuera del coro” y esas cosas los milicos no las perdonaban.
El autor ambienta la novela en la Argentina de 1978, estando cercano el Mundial de futbol, el escaparate que querían utilizar los militares para lavar su imagen cara al exterior. “Argentina, tierra de derechos humanos , porque todo lo demás no es más que propaganda comunista, cosa de melenudos y huelguistas”.
“Los silenciados” recoge fielmente en sus páginas lo que fue el terror de la dictadura militar y el espíritu que representó, que se puede resumir en las palabras del general Manuel Ibérico Saint-Jean, gobernador militar de la provincia de Buenos Aires, “primero eliminaremos a los subversivos, luego a sus amigos y por fin a los indecisos”. Es por ello que en muchos casos la guerra sucia asesinaba a personas “porque no sabían lo que pensaban, y eso les ponía los pelos de punta”. Y para esta labor estaba el “Servicio de Inteligencia del Ejército: los barrenderos de la Junta Militar, encargados de hacer limpieza en el país”. Era lo que Naomi Klein describe en La doctrina del shock cuando habla de los generales chilenos[1]. No cabe duda que los militares argentinos tuvieron en la dictadura chilena el referente más cercano para aplicar la teoría del terror generalizado.
En el relato de la novela se produce el asesinato de Javier, un muchacho del equipo de La Plata a manos de los milicos. Este hecho será la mecha para que este modesto equipo rete al régimen militar con diez minutos de silencio antes del inicio del siguiente partido. Esta “afrenta a los militares y sus esbirros hecha sólo de silencio, había dado la vuelta al país” y será el detonante para que a partir de este momento, y en vísperas del Mundial de futbol, los cuerpos represivos pongan en su punto de mira en los jugadores de este club. Todo esto dará inicio a una espiral de represión que va a encontrar una respuesta colectiva por parte de este grupo de muchachos, seguir jugando el campeonato de rugby como forma de enfrentarse al poder. Fue su modo de “no darles la razón y una manera de honrar a los compañeros muertos”.
En la novela del periodista Claudio Fava sobrevuelan conceptos habituales en situaciones de terrorismo de Estado y guerra sucia, como la utilización de la mentira y la intoxicación informativa para conseguir la impunidad de la represión.
Aunque es producto de un trabajo periodístico, el autor no busca tanto contar hechos como “imaginar los pensamientos y los gestos de aquellos muchachos que prefirieron quedarse y morir”. El autor conserva en la novela el nombre del único superviviente, Raúl Barandiarán, no así el del resto de sus compañeros de equipo.
De la novela me gustaría destacar los diálogos porque se ajustan mucho a las situaciones que se se describen en el libro. Los diálogos entre el protagonista, Raúl Barandiarán y su entrenador, o los que tiene con su pareja, dan cuenta del miedo que se respiraba durante la dictadura militar y la situación dramática que vivía el pueblo. Dentro de la dureza que supone el relato de este tipo de hechos, no ha impedido a Claudio Fava escribir una novela que se caracteriza por una lectura ágil, sencilla y con ritmo. Por ello la lectura se realiza en un breve espacio de tiempo.
[1] Naomi Klein en su libro “La doctrina del shock” se expresa en estos términos: “Pero encarcelar y matar al gobierno no era suficiente para la nueva Junta Militar chilena. Los generales estaban convencidos de que sólo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados, como había pasado con la población de Indonesia. En los días que siguieron al golpe, unos trece mil quinientos civiles fueron arrestados, subidos a camiones y encarcelados, según un informe de la CIA recientemente desclasificado. 5 miles acabaron en los dos principales estadios de futbol de Santiago, el Estadio de Chile y el enorme Estadio Nacional. Dentro del Estadio Nacional, la muerte reemplazó al futbol como espectáculo público”.
En este mundo de apariencias en el que en muchas ocasiones nada es lo que parece y donde la fachada y la superficialidad esconden realidades opacas, no cabe duda que la novela es un género en el que se pueden construir este tipo de ficciones que dan juego a la trama de la obra. Y esto se ve reflejado en el relato de la novela “Adiós Muchachos” del escritor Daniel Chavarría (1933-2018), una de las obras más importantes de su trayectoria literaria.
Uruguayo de nacimiento, pasó gran parte de su vida en Cuba, donde recaló en 1969. En la isla ejerció como profesor universitario de latín, griego y literatura clásica, traductor de literatura alemana para el Instituto Cubano del libro y realizó guiones para el cine y televisión entre otras actividades, pero sin duda alguna, donde brilló fue como novelista, ganando diversos premios a lo largo de su vida.
Daniel Chavarría escribió en 1994 “Adiós muchachos” como novela corta para la revista “Crimen y Castigo” y con la que en 2002 obtuvo en Nueva York el premio Edgar Allan a la mejor novela policiaca. Perteneciente al género de la novela negra ha sido publicada en 2013 por el editorial Txalaparta.
Ambientada en la Habana de los años del periodo especial, los personajes que dan vida a la novela son una jinetera, un buscador de barcos hundidos con un historial de estafador y un multimillonario holandés con una juventud un tanto dudosa, llevando en la actualidad una vida desordenada. Truhanes, conseguidores y los encantos de una joven cubana son los ingredientes que Chavarría utilizará para armar esta novela.
Alicia, una estudiante de literatura francesa que abandona sus estudios para dedicarse a la prostitución con la vista puesta en intentar pescar a un multimillonario que le trasporte a otro mundo se encontrará con Víctor, contratado por una empresa para la búsqueda de tesoros submarinos de la que uno de sus propietarios es el holandés Groote. Estos personajes formarán un triángulo perfecto en el que el azar o un hecho fortuito pero que podríamos definir como golpe de mala suerte originará un vuelco al desarrollo de la novela que trastocará los planes de los personajes que aparecen en el relato.
El infortunio en el que se ve envuelto uno de los personajes principales de la novela servirá para ver la forma de encarar esa circunstancia y, quién sabe, si esa desgracia, como es que entre a escena un cadáver, se puede convertir en una oportunidad única para lograr el fin que tienen en sus vidas que no es otro que obtener dinero fácil para cambiar de forma radical su status. El instinto de supervivencia flotará en el relato hasta el desenlace final.
El autor ha sabido ambientar la novela en la Habana de la década de los noventa del siglo pasado. Personajes como la jinetera o los extranjeros que se dejan caer por la isla maravillados por todo tipo de encantos los encontramos en la obra muy bien caracterizados.
La novela tiene suspense y en ella encontraremos momentos de erotismo junto con diversas tendencias sexuales en los personajes, pero lo que está presente en muchos pasajes de la novela es el humor, que sirve para diluir la tensión del relato.
La novela tiene ritmo, pues es de lectura sencilla y rápida gracias a que la trama de la obra lleva con facilidad al lector. Chavarría es un gran comunicador y esa faceta suya se refleja en su forma de escribir y contar cosas. No hay que olvidar que una de sus facetas fue la de guionista para el cine y la televisión.
La pérdida de un ser querido es una de las mayores tragedias a las que se enfrenta el ser humano a lo largo de la vida, pero, sin duda alguna, hay algo que supera con creces esta situación: su desaparición. Cuando se produce esta circunstancia su círculo familiar más íntimo, padres, hermanos, etc. entran en un proceso que tiene que ser imposible explicar para alguien que no haya vivido una circunstancia similar, pues “se sufre más por un desaparecido que por un muerto, y, sobre todo, se sufre durante mucho más tiempo. Un círculo de dolor que no se puede cerrar ni siquiera ante la rotunda certeza de la muerte”.
Cuando se resuelve la desaparición, aunque el desenlace sea por la localización sin vida del desaparecido, en muchos casos se transforma en un descanso o si se me permite, un alivio para la familia, pues se “cierra el círculo de angustia y sufrimiento abierto tras la desaparición de uno de los suyos”. Sus allegados salen de la burbuja de la incertidumbre de su destino y no deja de ser un reencuentro con ese ser querido, aunque, desgraciadamente, sea con sus restos materiales. Por fin se “cierra el círculo del dolor”.
Si la persona que desaparece pertenece a una comunidad o pueblo oprimido y/o desplazado de su tierra, sin lugar a dudas, el sufrimiento ahondará más en sus seres más queridos.
El tema de la identificación de un cadáver es el argumento principal de la novela “Bastan cinco minutos” de Juan Carlos Berrio Zaratiegi (Editorial Txalaparta) y publicada en noviembre de 2021.
La novela, perteneciente al género de la novela negra, está ambientada en Navarra y discurre a principios de 2016, cuando a un Policía Foral, que retorna a su profesión después de un largo periodo de excedencia, le asignan la investigación de un caso archivado hace más de una década: la aparición de unos restos humanos cuya identidad es desconocida.
En la novela el autor reflexiona acerca de lo que supone el quitar la vida a una persona y hacerla desaparecer. “Un crimen miserable” hecho que muestra como “bastan cinco minutos para ser un canalla”.
A partir de que el protagonista toma las riendas de la investigación, la novela irá colocando a través de su argumento conflictos políticos y ciertas cuestiones de actualidad en la época en la que transcurre el relato, que servirán para armar el argumento de la trama del libro.
La novela, a través de su argumento, es el vehículo que utiliza al autor para ir exponiendo el problema saharaui, la lucha que lleva el Frente Polisario y la situación en la que se encuentra este pueblo, que en 1975 fue abandonado a su suerte, al que nadie le dejó elegir su futuro, para seguir bajo el yugo de las políticas coloniales de los países occidentales. A lo largo del relato, el lector irá conociendo datos que le ayudarán a empatizar con la causa del pueblo saharaui. Un conflicto que dura más de cuarenta años y que no parece que por parte de Occidente haya un deseo de resolución acorde a los tiempos en que vivimos y a las necesidades de este pueblo que se encuentra desplazado de su tierra de origen. Una vez más se ha impuesto la realpolitik.
Un elemento, que el autor utilizará en la última parte de su novela para engarzar la trama de la obra, es la disputa que se dio a principio de los dos mil con el legado artístico de Jorge Oteiza y los problemas que surgieron en la fundación que se creó para la gestión de sus obras. Un conflicto que tuvo varias vertientes, entre ellas la política. Esta cuestión sirve a Juan Carlos Berrio Zaratiegi para ambientar el desenlace de su libro. Los diferentes enfrentamientos que saltaron a la opinión pública entorno al museo que albergaría la obra de Oteiza y los entresijos de los conflictos que se produjeron entorno a su legado.
El autor ambienta la narración con alguna cuestión de actualidad de la época en la que transcurre la novela (2016). A lo largo de la investigación que va llevando el protagonista, agente de la Policía Foral, aflorará la situación convulsa que se vivía en ese cuerpo policial debido a los aires de cambio que llegaron a la política en Navarra de la mano del nuevo gobierno foral y las luchas internas que se suelen dar en los cuerpos policiales, en los que la estructura jerárquica es algo más que una forma de organización.
El autor muestra el drama de la inmigración ilegal y las contradicciones que surgen en las sociedades del primer mundo. Ese choque existente entre ricos y pobres, en el que los primeros “levantan muros” para ignorar la pobreza que tienen delante de ellos.
Juan Carlos Berrio Zaratiegi, a través de los diálogos que mantiene el protagonista con algunos de los personajes más importantes, abordará temas de índole ética que surgen con motivo de la investigación que está realizando. Términos como verdad, justicia y reparación serán algunos de lo que el literato mencione a través de los personajes que aparecen en el libro.
La lectura de la obra es amena, con una trama bien construida en la que no falta el suspense y si hay que ponerle alguna objeción es que en una novela de este género uno espera que transmita más tensión al lector.
Tal día como hoy, 30 de noviembre, día de San Andrés hace 91 años tuvo lugar el inicio político de la primera organización abertzale y de izquierdas. Estoy refiriéndome a Acción Nacionalista Vasca-Eusko Abertzale Ekintza (ANV-EAE) y conocido en los ambientes abertzales como Acción Vasca[1].
El 30 de noviembre de 1930, los fundadores de ANV sacan a la luz un manifiesto que será conocido por el Manifiesto de San Andrés.
Fuera de Euskal Herria las siglas ANV a muchas personas les dirán pocas cosas y a la gran mayoría les vendrá a la mente que fue un partido ilegalizado por el todopoderoso juez Garzón, un partido más que, al amparo de esa teoría en la que todo era ETA, fue proscrito. Pues bien, cuando ETA empezó a dar sus primeros pasos en diciembre de 1958, ANV-EAE ya tenía casi treinta años de existencia, ahí es nada.
Es necesario refrescar muchos acontecimientos de la historia de Euskal Herria para que no caigan en el cajón del olvido la actividad política que protagonizaron a lo largo de la historia muchas organizaciones políticas vascas en el ámbito de la izquierda abertzale, entre las que se encuentra ANV-EAE.
Hay algunas publicaciones donde se pueden encontrar datos de interés sobre la historia de ANV-EAE, como puede ser en la Enciclopedia Auñamendi y en algún que otro artículo del ámbito universitario, pero quizá uno de los trabajos más exhaustivos sea el que realizó Eduardo Renobales, que con el título “ANV, el otro nacionalismo. Historia de Acción Nacionalista Vasca-Eusko Abertzale Ekintza” (Editorial Txalaparta) en algo más de 400 páginas, el autor hace un recorrido por la historia de esta formación política hasta los años 80 del pasado siglo.
Lo que a partir de aquí expongo son unos apuntes de lo que fue este partido, sobre todo, en sus primeros años de andadura, desde su fundación hasta el golpe de Estado de julio de 1936.
Antecedentes históricos
Si en 1921 el nacionalismo vasco se divide en las organizaciones Aberri y Comunión Nacionalista Vasca, a esto hay que añadirle el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) que trajo consigo la consiguiente represión.
En los años 20, con una antigüedad de cuarenta años, el nacionalismo vasco seguía anclado en la teorización que realizó Sabino Arana, es decir, los pilares fundamentales de la teoría nacionalista se asentaban en la raza y la religión. Eran el dogma incuestionable del nacionalismo aranista. “Raza era pureza de raza; nacionalista únicamente podía ser aquel que podía presumir de ocho apellidos vascos. Religión no era catolicismo, era integrismo religioso. El vasco nacionalista era católico, en la misma medida que era vasco”.
En 1930 dentro del proceso de convergencia entre las dos organizaciones que surgieron en 1921 un grupo de militantes de Comunión Nacionalistas Vasca empiezan a abrirse camino con el objetivo de realizar una actualización de los fundamentos ideológicos sabinianos. Realizan una deconstrucción del nacionalismo sabiniano porque romperán sus pilares para realizar una nueva construcción de la ideología nacionalista. Si para el nacionalismo de Arana el lema “Jangoikoa eta Lege Zaharrak” (Dios y las Viejas Leyes) es de donde se cimenta el edificio ideológico para el nuevo grupo que va a surgir a finales de 1930 desterrarán este lema y todo lo que él puede representar y generar.
Breves datos históricos
Acción Nacionalista Vasca (ANV) nace en Bilbao el 30 de noviembre de 1930, dándose a conocer mediante el Manifiesto de San Andrés. Fue la primera organización política abertzale y de izquierda y de una profunda concepción republicana. Si bien no fue un partido de grandes masas tiene una importancia muy relevante a lo largo de su historia. Con menos de un año de vida de ANV se proclama la II República española y desde un primer momento se posiciona en favor de ella, entrando a formar parte de algunas de las candidaturas del Frente Popular. Esta cuestión le diferenció del PNV que “se mantuvo neutral en el dilema Monarquía o República en España en 1930-31, como algo que no le interesaba”.
Durante todo el periodo de la II República tiene buenas relaciones con Ezquerra Republicana de Cataluña (ERC). Cuando se produce el golpe de Estado de julio de 1936, automáticamente se posiciona en defensa de la legalidad existente y sus militantes se organizan para defender a la II República.
Durante el tiempo que duró la Guerra Civil organizó varios batallones que pertenecieron al Eusko Gudarostea (Ejército Vasco), tomando parte en algunos de los enfrentamientos más importantes en el frente vasco. Durante esta etapa los batallones de ANV-EAE tuvieron una participación activa en todas las batallas importantes que se dieron en el frente vasco así como en el frente de Asturias en la ofensiva para la toma de Oviedo.
En el frente vasco hay que destacar la participación que tuvo en la ofensiva de Legutio, en concreto en la batalla del monte Albertia. El Batallón nº 6, ANV-1 (Batallón Olabarri), que junto al batallón Isaac Puente de CNT fueron la fuerza de choque que más sufrió los bombardeos de la aviación alemana en la zona del Albertia. En la batalla de Areces (Asturias) participó el batallón Eusko Indarra de ANV-EAE, junto con al batallón CNT-3, donde cayó el comandante Cándido Saseta. Este batallón ekintzale también tomó parte, junto al batallón Celta de la CNT en la batalla del monte Kolitza (Balmaseda).
Con la caída de la II República muchos militantes sufrieron la represión y el exilio. Militante de ANV fue el capitán Kepa Ordoki que formó una compañía de voluntarios vascos a instancias del Lehendakari Aguirre para luchar contra la invasión alemana en territorio francés, entrando en París bajo la ikurrina el día de la toma a los alemanes.
La mayor parte de los militantes de ANV que partieron al exilio tuvieron como destino México, Venezuela, Argentina y algunos Iparralde. Se organizó en el interior, pero no pasó de ser un partido de escasa implantación.
Después de la muerte de Franco retomó su actividad política y se presentó a las elecciones de 1977 en la que no sacó ningún diputado. Participó en la creación de la coalición Herri Batasuna estando representado en su Mesa Nacional, permaneciendo en ella cuando la coalición se transformó en partido. Cuando Herri Batasuna se disolvió para la fundación de Batasuna mantuvo sus siglas como partido político siempre dentro del espectro político de la Izquierda Abertzale hasta que fue ilegalizada por el Tribunal Supremo en el año 2008.
Por lo que respecta a los congresos que celebró decir que desde su nacimiento, el 30 de noviembre de 1930, mediante el manifiesto fundacional tiene varias asambleas pero su primer congreso se demorará hasta 1936, poco antes de la sublevación fascista. Su segundo congreso no se celebrará hasta la muerte de Franco en 1976. El último congreso que celebra esta organización es en junio de 2002, siendo este su X congreso.
El 8 de febrero de 2008 el juez Garzón suspendió por un periodo de tres años las actividades de ANV dentro de la teoría de que todo es ETA, proceso que posteriormente desembocó en la ilegalización del partido por parte del Tribunal Supremo.
Fundamentos ideológicos
En principio, para analizar los fundamentos ideológicos de una organización política hay que dirigirse a los documentos ideológicos y políticos aprobados en sus diferentes asambleas y/o congresos, pero posteriormente no hay que dejar de perder la perspectiva de su praxis política diaria. Esta forma de estudio en el caso de ANV, hay que aplicarla, aún más si cabe, porque la evolución del partido se va dando en su lucha política diaria, madurando sus posicionamientos ideológico-políticos hasta que son posteriormente aprobados en sus diferentes congresos.
El nacimiento de ANV hay que situarlo en las postrimerías del Régimen monárquico –noviembre de 1930- lo que le obliga a entrar en una dinámica de trabajo político que en muchos casos le va a impedir profundizar ideológica y políticamente al estar volcado en labores políticas de cara al exterior. No hay que olvidar que en abril de 1931 se celebran elecciones municipales, proclamándose a los pocos días la II República y celebrándose posteriormente unas elecciones legislativas.
En el Manifiesto de San Andrés los fundadores de ANV ponen las bases ideológicas y programáticas de esta organización política. Este manifiesto no es un documento extenso, el cual se divide en tres bloques: Base ideológica, norma fundamental de su actuación y criterios de actuación en los momentos actuales, que a su vez se divide en dos apartados. Los dos primeros bloques son breves pero condensan en ellos su ideología y su forma de actuar. En el tercer bloque desarrolla la forma de hacer política con respecto a Euskadi y con respecto al Estado español.
En la base ideológica propugna el derecho a la libre determinación del pueblo vasco
“La afirmación efectiva y eficaz de la personalidad nacional del País Vasco […] originada por la estimación sentimental y reflexiva de sus características, afianzadas en la voluntad popular; y el reconocimiento y adhesión a todas las consecuencias naturales, lógicas y jurídicas que de esta afirmación se derivan y que, a su vez, cristalizan en la decisión de propugnar y recabar para la colectividad nacional vasca un régimen político que le permita disponer libremente de sus destinos”.
La norma fundamental de actuación se basa en la actuación conjunta con cualquier organización que reconozca “la personalidad propia y diferencial del país”. Lo que podríamos definir como el reconocimiento de Euskal-Herria como pueblo.
Por lo que respecta a los criterios de actuación que se plantea a nivel de Euskadi son:
La difusión del euskera y la cultura vasca.
Trabajar políticamente para una cohesión política y administrativa de Euskadi.
Labor política en favor de la problemática social existente, en concreto lo referente a la relación capital-trabajo.
La colaboración con cualquier partido político que se posicione a favor de los derechos de Euskadi o que persiga la “constitución de un Estado español menos unitarista que el actual”.
Por lo que respecta a los criterios de actuación con respecto a España:
Plantea un trabajo conjunto con los partidos que reconozcan los derechos nacionales de los pueblos que forman el Estado español, así como que tengan una concepción progresista de la cuestión social:
“Colaborando con los partidos que reconozcan los derechos de las colectividades nacionales a disponer de sus destinos: que tiendan a una estructuración del Estado español menos unitarista que el actual: que mejor garantice los derechos individuales […] que resuelva con mayor espíritu de justicia y equidad los problemas sociales; que reduzcan el Ejército a la esfera de su propia función…”.
Reconoce la existencia de diferentes pueblos dentro del Estado español con los que desean que las relaciones sean cordiales.
ANV nace como fruto de una serie de influencias que tiene desde las reflexiones de algunos personajes públicos de ideología independentistas, pasando por la ponencia que se manejó para la fusión de Comunión Nacionalista Vasca y Aberri y la influencia del nacionalismo republicano catalán (ERC), así como algunos de los movimientos independentistas que se daban en ese periodo en Europa, en concreto, el Sinn Féin irlandés.
Como se ha dicho con anterioridad, ANV inicio un camino de deconstrucción del nacionalismo sabiniano para construir un nacionalismo democrático, progresista, aconfesional y profundamente republicano. Rechaza los dos aspectos en los que se fundamenta la ideología sabiniana: Jangoikoa eta Lege Zaharrak (Dios y las Leyes Viejas). La confesionalidad es sustituida por la Patria y la tradición aranista recogida en las “Leyes Viejas” o derechos históricos será marginado por el concepto de libertad entendido como derecho de autodeterminación. De ahí que el lema de ANV sea el de Aberri ta Askatasuna (Patria y libertad). ANV asume la aconfesionalidad como base ideológica y política siendo respetuosa con el hecho religioso. De hecho, los fundadores y líderes del partido son católicos pero parten de la premisa que el factor religioso debe de quedar separado de la ideología política. Por lo que respecta a la raza, si bien “admite la raza como cimiento de nacionalidad” la obvia para dejarla sin valor político para llegar a condenar el racismo. Un lema clásico de ANV en esta época es “No importa de dónde vienes, sino a donde vamos”.
ANV hace una apuesta táctica de llegar a acuerdos políticos con toda organización política que reconociendo al pueblo vasco como hecho diferencial dentro del Estado apueste por una configuración federal del Estado español.
Evolución de ANV durante la II República
Por lo que respecta a la evolución del nacionalismo vasco progresista, representado en ANV, hay que decir que su primer congreso no se celebra hasta 1936. Sin embargo, como se ha dicho con anterioridad, la praxis política seguida por esta organización sirve para poder decir que poco a poco va avanzando hacia el campo socialista no marxista. Los artículos que aparecen en la prensa y revistas de esta organización son muy elocuentes al respecto.
ANV se mueve dentro de los parámetros de un nacionalismo moderno en el marco de una sociedad industrializada y social y políticamente plural. Su concepción de separar la religión de la política, definiendo “el hecho religioso como una opción estrictamente personal y no social o grupal” y fraternal con la emigración le enfrentará a los defensores del nacionalismo tradicional.
Desde el arranque de la II República se posiciona en favor de una Constitución federal para el Estado español y de la formación de un Gobierno Vasco provisional, siguiendo los pasos de la Generalitat de Cataluña, si bien la cuestión catalana estaba recogida en el Pacto de San Sebastián firmado por las fuerzas antimonárquicas. El partido se vuelca en la consecución de un Estatuto lo que le lleva a ir posponiendo el debate en el plano económico y social.
En un documento de febrero de 1933, con motivo de la constitución de ANV en el territorio de Navarra, recoge el programa de esta formación. En él se reafirman en el “principio fundamental del derecho de autodeterminación que se hace extensiva a las nacionalidades históricas peninsulares”, aceptando como punto de arranque el Estatuto de Autonomía. En el ámbito religioso defiende la aconfesionalidad, “aceptando la catolicidad como acto íntimo y personal pero abjurando de la intromisión de la religión y la Iglesia en la política”. Como partido republicano defiende esta fórmula de gobierno como “la estructura estatal más democrática y equilibrada”. Realiza una denuncia de la situación socio-política posicionándose en favor de “socializar el sistema productivo y el régimen de propiedad”. Propugna “la distribución más equitativa de los rendimientos del capital y la igualdad social”, planteando “un sistema fiscal más equitativo consolidando los derechos de los obreros en toda su amplitud y con todas las prerrogativas internacionalmente reconocidas”. En el campo cultural y educativo se posicionan por una enseñanza que sea patrimonio del pueblo y que no sirva para favorecer a la clase privilegiada. “La socialización de la cultura es la base de la dignidad del hombre y del trabajador, y el motor del desarrollo de un país”, estando a favor de que sea obligatoria y gratuita. Defiende la creación de una Universidad Pública Vasca y la defensa del euskera.
Este documento es mucho más avanzado que el Manifiesto de San Andrés. Es un avance ideológico hacia la izquierda que irá madurando hasta convertirse en una organización socialista no marxista. En este contexto, ANV utilizará dos lemas muy clarificadores: “Aberri ta Askatasuna” (Patria y Libertad) y “Euskadi libre, gizon libreentzat” (Una Euskadi libre para hombres libres).
Durante este periodo dentro de ANV conviven dos corrientes: moderados y progresistas que se reflejan en las asambleas que celebran durante la II República que van consolidando la ideología socialista.
I Congreso de ANV-EAE
En el I Congreso que celebra esta formación el 28 de junio de 1936 en Bilbao se produce el giro ideológico y político hacia el socialismo. Producto del trabajo político que ha llevado desde su fundación, ANV cierra este ciclo dando un salto cualitativo desde el Manifiesto de San Andrés al documento que es aprobado en este Congreso.
En este Congreso queda derogado el Manifiesto de San Andrés por un nuevo documento político más avanzado en consonancia con la última asamblea que esta organización celebró en Éibar en septiembre de 1935.
En el texto que se aprueba se define de forma nítida como un partido independentista. Su base ideológica se sustenta en el “reconocimiento previo de la personalidad nacional de Euskadi” definiéndola “como una colectividad nacional constituida por el conjunto de los siete Estados vascos” (los siete territorios que lo forman), y en base a ello hace una declaración en favor de la soberanía del pueblo vasco en los siguientes términos:
“Acción Vasca declara que el pueblo vasco no puede tener más norma reguladora de sus destinos que su propia y soberana voluntad y, en consecuencia, proclama aspirar a que Euskal Herria se rija y gobierne libremente por sus propios imperativos”.
Dentro de este contexto se posiciona en favor del internacionalismo fraternal entre los diferentes pueblos en los siguientes términos:
“Aboga también Acción Vasca por una sólida hermandad entre los pueblos que, cristalizando en la constitución sobre las bases firmes de una federación de naciones, supere la artificiosa actual concepción de Estado y estabilice una era de convivencia y compenetración internacional progresivamente humana”.
Es la primera vez que el nacionalismo vasco hace una declaración en la que se conjuga el derecho de Euskal Herria como pueblo a ejercer su soberanía nacional y a apostar por una solidaridad internacional entre pueblos diferentes. Este planteamiento supera el concepto existente dentro del nacionalismo sabiniano y de los nacionalismos europeos de corte tradicional.
Cumbre del monte Albertia (Wikimedia Commons)
Por lo que respecta a la forma de gobierno se “considera indispensable la forma de gobierno republicana como garantía normal de desenvolvimiento de la democracia”, siendo partidarios de:
“dotar a dicha forma de gobierno de una estructura constitucional que asegure a los ciudadanos integrantes de la colectividad estatal vasca, la realidad y la eficacia de los derechos inherentes a la personalidad humana para, de ese modo, llegar a la ideal concreción de una Euzkadi[2] soberana de sí misma, con hombres soberanos de su propio fuero”.
Dentro de este planteamiento político “Euzkadi debe constituir un solo Estado indivisible” siendo solo reconocida “la voluntad popular como única fuente de derecho y origen exclusivo y legítimo de todo poder”.
Si dentro de la teoría política a la hora de reconocer al pueblo vasco como nación y ejercer su derecho para constituirse en Estado es una novedad respecto al nacionalismo vasco sabiniano, lo que será un salto cualitativo es su posicionamiento en el orden socioeconómico. Se posiciona en contra de la explotación capitalista como camino para preservar la dignidad de la humanidad
“Acción Vasca aspira a la implantación en Euzkadi de un régimen económico-social que suprima la actual dependencia de unos hombres sobre otros, como único medio positivo de asegurar a todos los ciudadanos el disfrute de una vida verdaderamente digna y libre”.
Por lo que respecta al sistema económico por el que se debe gestionar la economía vasca manifiestan que debe ajustarse “a la convivencia y necesidades generales de la nación y a la posibilidad de sus recursos”. Para ello, para ANV es imprescindible que el Estado vasco controle una serie de medios de producción que sean necesarios para el empleo de masas trabajadoras y que su finalidad sea el servicio al interés general:
“Es imprescindible que se halle en poder del Estado vasco la propiedad y, por tanto, la facultad de explotación, de la gran industria, suelo, riquezas naturales, fuentes de energía, medios de comunicación y de transporte, banca, seguros y, en general, todos los servicios fundamentales de la economía y de aquellas actividades que requieren el empleo de masas trabajadoras cuyo fin sea el servicio de interés general”.
Por lo que respecta a la actuación política va a conjugar el vasquismo y el internacionalismo “puesto que constituyendo el internacionalismo el reconocimiento y exaltación más ferviente y humano de la nacionalidad, estima que ambos postulados se complementan y robustecen al presentarse inmediatamente unidos”.
Cartel electoral de EAE-ANV
Su táctica política para el momento político “y en tanto se alcancen las metas fijadas en los principios fundamentales” (anteriormente expuestos) establece una serie de líneas generales que pueden definirse como su programa político a corto plazo que definen a ANV como una organización abertzale, internacionalista, de clase, aconfesional si tener nada que envidiar a cualquier organización de izquierdas del momento.
[1] Para la redacción de este artículo he utilizado como base el libro de Renobales, Eduardo: ANV, el otro nacionalismo. Historia de Acción Nacionalista Vasca-Eusko Abertzale Ekintza. Editorial Txalaparta, Tafalla, 2005 y la Enciclopedia Auñamendi, que puede consultarse por Internet- Auñamendi Eusko Entziklopedia (eusko-ikaskuntza.eus). Los fragmentos de este artículo que están en cursiva están obtenidos de las obras anteriormente citas.
[2]Euzkadi: El término Euskadi en aquella época se escribía con “z”. La palabra Euzkadi es un neologismo que inventó Sabino Arana porque la palabra que siempre se había utilizado para denominar a los siete territorios históricos es Euskal-Herria. Posteriormente se ha uniformado la gramática y ha pasado a escribirse con “s”. En la actualidad con “z” únicamente lo suele utilizar el PNV.
A pocos kilómetros de la vieja Iruña (Pamplona) y en dirección norte, se encuentra el monte Ezkaba, desde donde se puede divisar toda la comarca de la capital del antiguo Reino de Navarra. En él se encuentra el fuerte de San Cristóbal. Una fortaleza militar de finales del siglo XIX, construida al finalizar la última guerra carlista, durante el reinado de Alfonso XII y que con posterioridad fue reconvertido en prisión para encarcelar a presos políticos.
Una vez que triunfó el golpe de Estado de julio del 1936 en Navarra, este recinto militar sería uno de los que utilizasen para recluir a cientos de prisiones políticos a lo largo de esos años. En este contexto, en mayo de 1938 este presidio vivió un hecho sin precedentes. En él se produjo una de las mayores fugas de prisioneros. Más de 800 presos lograron huir de esta fortificación. La inmensa mayoría fueron asesinados en su huida o detenidos por los sublevados. Muy pocos lograron su objetivo de cruzar los Pirineos para llegar a Francia.
Este suceso histórico ha servido a Amaia Olariz Rivas para inspirarse en su último trabajo literario. Con el título “El largo sueño de tu nombre”, publicado por el Editorial Txalaparta en marzo de este año, la escritora va tejiendo un relato que teniendo como argumento principal los hechos acontecidos en mayo de 1938 confluyen diferentes personajes de ficción que van dando vida a esta novela.
El silencio que ha reinado a lo largo de los años alrededor de lo acontecido con la fuga del fuerte del monte Ezkaba ha servido a la autora para rescatarlo de ese sueño tan profundo en el que se encontraba.
En esta novela histórica de poco más de 280 páginas la autora a través de los personajes que forman parte de la trama concibe una historia acerca de la fuga del fuerte de San Cristóbal y a partir de ahí es un volar la imaginación en la que van desfilando los diferentes personajes y cada uno con una mochila repleta de recuerdos, anhelos, angustias y miedos.
El protagonista, Mikel, un periodista que sustrae el diario de una persona recién fallecida será la pieza fundamental para encajar un puzle que llevaba más de setenta años esparcido y condenado irremisiblemente a no ser reconstruido. Ese pequeño diario dará pie para introducir en la obra a los diferentes personajes que irán aportando su granito de arena para el desarrollo de la trama.
Las historias desgarradoras que dan cuerpo a la novela son producto de la creatividad de la autora, pero se convierten en una ventana que nos acerca a lo que pudieron soportar las personas que sufrieron la reclusión en ese presidio y sus familiares, porque en una historia de ficción es imposible llegar al estadio de la realidad pues esta suele ser más dolorosa.
Ese diario que recoge lo vivido por un joven voluntario carlista a lo largo del año 1938 es un ejercicio de liberación de una carga con la que lleva conviviendo desde entonces. Un intento de reconciliarse con las víctimas y consigo mismo. Un intento desesperado para que lo que vivió no sea pasto del olvido.
La autora, a través de los personajes creados para esta novela, introduce algunos conceptos como la mirada autocrítica hacia el pasado de uno, que muchas veces cuesta aceptar y con la que en muchas ocasiones se convive de forma un tanto obsesiva o el miedo a la toma de decisiones que nos pueden marcar nuestro futuro o hacernos salir de nuestra zona de confort.
La novela tiene ritmo y va conduciendo al lector por los diferentes pasajes de la trama en una atmósfera de tensión e intensidad lo que ayuda a no perder la atención del relato. Todo ello consigue que desde el primer momento uno se sumerja de lleno en la trama de la novela.
Es una novela que a través de la mayor parte de los personajes que intervienen transmite sensibilidad y emociones, con el añadido que en algunos pasajes puede generar al lector una cierta angustia.
El lenguaje de la novela está muy bien cuidado, junto con las descripciones que realiza de los diferentes lugares de la geografía navarra por donde transcurre la novela.
La realización de procesos sumarísimos, consejos de guerra y procesos inquisitoriales ha sido una constante a lo largo de la historia. Ya mucho antes que existiera el Estado español como hoy lo conocemos era una práctica habitual en estas latitudes y, a partir que se constituyó en un Estado moderno continuó vigente este modus operandi, aun si cabe, con mayor fuerza que nunca.
Se puede decir que la aplicación de este tipo de procesos es algo innato a este Estado. Va indisolublemente ligado a la historia de Castilla y posteriormente de España. Todavía, a día de hoy observamos, si bien en la inmensa mayoría de los casos con gran sonrojo, que el Poder sigue utilizando este tipo de procesos como instrumento fundamental para reprimir a todos aquellos que se salgan de los designios establecidos para el pueblo. Para todo el que traspasa la línea del orden existente, o podríamos decir ¿impuesto?, es víctima de uno de estos procedimientos en los que el futuro del encausado está escrito de antemano.
No ha habido siglo ni época en la que los que ostentaban el poder no hayan utilizado estos métodos para, lisa y llanamente, reprimir a las clases populares cuando estas han querido participar de forma directa en la toma de decisiones o, simplemente cuando sus costumbres y modo de vida contravenían las leyes terrenales o divinas. Luego en el relato de la historia habrán utilizado eufemismos para esconder la realidad.
Quedan muy lejos en el tiempo el proceso a los Comuneros de Castilla organizado por la Corona castellana o el proceso de Logroño organizado por la Inquisición contra las mujeres de Zugarramurdi. Como el Santo Oficio le debió coger cierto placer a quemar en la hoguera, lo siguió realizando a lo largo de varios siglos. En el caso de los comuneros, lo que había que atajar es cualquier protesta que cuestionara el régimen y el poder existente y en los procesos de la Inquisición había que aniquilar todo pensamiento que se saliese de la ortodoxia católica. Pero para no extenderme en exceso, mucho más cercanos son los innumerables procesos que se han dado a lo largo del siglo XX. Cualquier protesta de cierto relieve traía consigo el correspondiente consejo de guerra. La Semana Trágica de Barcelona fue un botón de muestra. Después de los sucesos acaecidos, con la falsa acusación de instigador de las protestas, el régimen organizó un consejo de guerra a Francisco Ferrer Guardia para posteriormente ejecutarlo. Luego vino la huelga de 1917, con sus juicios respectivos. En la Revolución de octubre de 1934, además de la salvaje represión del Ejército, tampoco pudieron faltar los consejos de guerra para reprimir a la clase trabajadora.
Con el golpe de Estado de julio de 1936 y la victoria después de tres años de guerra, los procesos sumarísimos de corte militar fueron una constante durante los primeros años del franquismo. Durante la dictadura siguió habiendo consejos de guerra, aunque a lo largo de los años fue bajando en número, pero en la década de los años 60 del siglo XX, el fortalecimiento de la oposición al régimen franquista trajo consigo un nuevo incremento de esta práctica. Hubo varios consejos de guerra conocidos, como el que se celebró contra le militante del PCE Julián Grimau, que fue condenado a muerte y fusilado, y algunos consejos de guerra a militantes de ETA. Pero sin duda alguna, el consejo de guerra que más repercusión tuvo a nivel internacional y sobre el que más se ha escrito fue el que se celebró en diciembre de 1970 contra dieciséis militantes de ETA en Burgos, en el que se pedían seis penas de muerte y cientos de años de prisión, y del que el pasado mes de diciembre se ha cumplido el quincuagésimo aniversario.
Los ecos del Proceso de Burgos
El aniversario de este proceso no ha pasado desapercibido para la prensa. Otra cosa bien distinta ha sido el tratamiento que cada medio le ha dado. La profesión periodística no deja de tener un gran componente ideológico y político, y en estos tiempos que corren, en los que las portadas y titulares de la prensa destilan de todo menos información, no podían dejar pasar este acontecimiento para dar su particular versión de lo que supuso todo lo vivido dentro y fuera del juicio, porque el Proceso de Burgos no se puede entender si uno se circunscribe única y exclusivamente a las sesiones en las que duró el juicio. Si en algo pueden coincidir las diferentes visiones a la hora de analizar este acontecimiento histórico es que este Proceso ha de analizarse de forma global. Pero si realizásemos una comparación entre los materiales publicados en fechas recientes, uno se quedaría sorprendido por el tono de las diferentes versiones que se puede encontrar.
Sobre un hecho de esta trascendencia se han publicado algunos libros. Sin desmerecer a alguno que otro, yo me he decantado por la lectura de uno que se publicó pocos meses después de haberse celebrado este juicio y que ha sido reeditado recientemente.
El Proceso de Euskadi en Burgos
Con el título “El Proceso de Euskadi en Burgos” los abogados Miguel Castells y Francisco Letamendia, Ortzi, que ejercieron la defensa de dos de los procesados escribieron este libro pocos meses después de haberse celebrado el consejo de guerra. Su publicación se realizó en París por el desaparecido Editorial Ruedo Ibérico. Fue uno de las decenas de libros que este editorial publicó en Francia durante el franquismo. La reciente reedición de esta obra ha corrido a cargo del Editorial Txalaparta.
El hecho que los autores del libro tuvieran un papel importante en todo el proceso es un factor importante a la hora de estudiar lo que supuso el Proceso de Burgos. Nadie mejor que ellos para relatar lo que supuso ese juicio. Ellos tuvieron una participación activa en todo el proceso judicial y, sobre todo en las sesiones de la vista. Pero, a su vez , ellos tuvieron contacto directo con los procesados y paralelamente vivieron de primera mano todos los acontecimientos de ese mes de diciembre de 1970.
El título ya nos ayuda a hacernos una composición de lugar de lo que sucedió en el juicio. El intento fracasado de juzgar a todo un pueblo a través de los procesados. Estos no dejaban de ser los chivos expiatorios dentro de la estrategia represora del régimen.
Esta nueva edición, que consta de algo más de 500 páginas, viene acompañada de un prólogo realizado por uno de los autores, Miguel Castells, en el que realiza una exposición que tiene como finalidad explicar el motivo de esta nueva reedición. Y siendo una voz autorizada para relatar los hechos que ocurrieron en aquel diciembre de 1970, en el prólogo a esta edición manifiesta que a lo largo del tiempo ha habido muchas versiones sobre este proceso, y no duda en afirmar que “muchas mienten: unas por lo que callan, otras porque contradicen directamente la verdad y otras porque en parte callan y en parte contradicen burdamente la verdad”.
Miguel Castells nos facilita algunos datos de interés que no figuran en la primera edición, no porque los autores no quisieran incluirlos, sino porque en ese momento no era conveniente que aparecieran. Aunque el libro fue editado fuera del Estado español, los autores y algunas personas relacionadas con dicha publicación vivían bajo el régimen franquista y eso podía suponer un riesgo para ellas.
En el prólogo de esta edición Miguel Castells relata a grandes rasgos como planificaron todo lo relativo a la defensa de los acusados. El papel que jugaron los procesados, marcando en todo momento la estrategia a seguir y la composición de los abogados defensores. Son datos que ayudan a poder entender el tipo de defensa que realizaron.
El prólogo de la primera edición reproduce documentos sustraídos de un sumarísimo militar de 1937 en el que fueron fusilados los seis concejales del Ayuntamiento de Busturia (Bizkaia), una vez que los sublevados fascistas ocuparon el pueblo. Su lectura es una muestra de lo que fueron los consejos de guerra desde el golpe de Estado de julio de 1936. Una farsa convertida en tragedia para quienes lo sufrieron.
Ideología política y legislación
El libro consta de dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, con el título “Decreto sobre rebelión militar. Bandidaje y terrorismo”, es un auténtico tratado sobre la legislación penal existente a lo largo del franquismo en lo relativo a los delitos de contenido político, porque todo lo que fuera luchar contra el régimen franquista entraba dentro del término Rebelión. Este análisis exhaustivo es realizado teniendo presente en todo momento el contexto político, porque, como bien se recoge en este trabajo las leyes son dictadas por “la clase en el poder”, pues “las leyes, incluso las más inocuas, están preñadas de ideología política”.
Esta parte del libro va más allá de lo que puede ser un análisis penalista de la legislación del franquismo. Es un estudio jurídico desde una óptica ideológica y política, pues pone sobre la mesa la función que tiene la legislación en el marco de la defensa del poder por parte de la clase dominante, para ello realiza una exposición acerca de la carga ideológica que tiene la legislación en cualquier lugar y ,sobre todo la legislación penal en la defensa del grupo que esté en el poder.
El análisis de la evolución de la legislación franquista en esta materia nos ayuda a percibir las necesidades que va teniendo el régimen a lo largo de los cuarenta años de dictadura para buscar los equilibrios internos y externos para perpetuarse en el poder y, a su vez, proyectar hacia el exterior una imagen más suave. Los autores explican perfectamente como desde el final de la guerra civil el régimen franquista va haciendo modificaciones legislativas, en algunos casos, técnicas, para armonizar la legislación en materia represiva, y en otros, que son los más importantes, para adecuarse a las necesidades políticas del momento. Es interesante conocer como a partir de la década de los años 60, el régimen franquista, sin abandonar su dureza a la hora de castigar todo tipo de protestas, va dando a la legislación penal un barniz que sirva para proyectar una imagen aperturista. Todo ello con la finalidad de salvaguardar cara a la Comunidad Internacional las políticas socioeconómicas que se estaban llevando a cabo por parte del régimen.
Es interesante la radiografía que hacen los autores de la estrategia que sigue el régimen a lo largo de los años de utilizar la jurisdicción militar para juzgar este tipo de delitos en función de sus necesidades y de la coyuntura del momento y la creación de una jurisdicción ad hoc, lo que fue el TOP (Tribunal de Orden Público), compuesto por miembros de la judicatura pero muy cualificados en lo que se refiere a la represión franquista, no teniendo nada que envidiar por su dureza represiva a la jurisdicción militar.
El régimen en el banquillo
La segunda parte se adentra en lo que fue el Proceso de Burgos, desde el momento que se produjeron las detenciones de los procesados hasta que se dictó la sentencia y el posterior indulto.
A lo largo de esta parte de la obra se va relatando los hechos de forma pormenorizada, incluso se recogen literalmente diligencias policiales, escritos de acusación, escritos de las defensas, todos ellos previos a la vista y transcriben las sesiones del consejo de guerra.
Todo ese relato va acompañado de las protestas que se vivían en Euskal Herria, en el Estado español y a lo largo de Europa Occidental. Para ello, completan el trabajo crónicas periodísticas de esas fechas, tanto de la prensa española, que en su totalidad era de ideología franquista, como con artículos de la prensa europea, lo que ayuda al lector a contrastar la información y, en el caso de la prensa española comprobar el grado de manipulación informativa que existía.
Los autores nos relatan que desde un primer momento los procesados tenían claro que quien les podía salvar de las durísimas penas que a las que iban a ser condenados era el pueblo con sus movilizaciones, por lo que su objetivo fue utilizar la vista oral como altavoz para las reivindicaciones y denunciar la represión franquista contra la clase obrera y el pueblo trabajador vasco. El objetivo era claro: sentar al régimen en el banquillo de los acusados.
Si en la primera parte del libro se hace una excelente radiografía del régimen franquista y de la maquinaria represiva en la que se apoyaba, esta segunda, a través de los hechos que relata, nos ofrece un análisis de las disputas internas que se vivían dentro del régimen entre las diferentes familias que lo conformaban.
Si hay algo en lo que coinciden todos los que han analizado el Proceso de Burgos es que el juicio tuvo un efecto boomerang contra el régimen. El franquismo, que pensaba que había “descabezado” a la organización armada ETA, se puso como objetivo anular cualquier tipo de oposición y, sobre todo destruir al movimiento abertzale y, por extensión, que el pueblo vasco asumiera la imposibilidad de vencer al franquismo. Pero en esta obra los autores van más allá, y relatan, aportando diversos artículos publicados en la prensa estatal e internacional, como este proceso tuvo unas consecuencias muy importantes dentro del propio régimen. Como consecuencia del juicio y lo que aconteció en las sesiones de la vista oral, afloraron las contracciones existentes dentro del régimen, siendo un paso más en la descomposición de éste. A lo largo de los 40 años de dictadura franquista, éste fue el momento político en el que los choques internos entre las diversas facciones franquistas fueron más despiadados, llegándose a dar ciertos movimientos conspirativos entre la oficialidad del Ejército.
Otra de las cuestiones que nos exponen a lo largo del libro, pero donde se desarrolla es en la segunda parte, es la posición que tuvieron que adoptar los gobiernos europeos ante el juicio. Gobiernos que en los años 60 ya habían normalizado las relaciones con la España franquista, gracias a los efectos de la Guerra Fría, se vieron presionadas por sus opiniones públicas, hasta el extremo que tuvieron que presionar al Estado español para no llevar a efecto la imposición de las penas capitales.
En el libro se recoge la auténtica batalla que llevaron los letrados, entre los que se encontraban los autores del libro, bajo las directrices de los procesados, contra los miembros del Consejo de Guerra. Las tensiones que se vivieron a lo largo de las sesiones de la vista oral para finalizar con la publicación de la sentencia en la que se imponían unas condenas superiores a la petición del fiscal militar. Todas estas circunstancias, tensiones internas y presiones internacionales, abocaron al régimen a la única salida que le quedaba, conmutar las nueve penas de muerte impuestas, e intentar vender el indulto como un acto de fortaleza del régimen, aunque la realidad fue bien distinta. Fue una derrota del régimen.
Una lección para el régimen
El Proceso de Burgos consiguió fortalecer todo lo que quería combatir. Su objetivo era descabezar a ETA y, por el contrario, lo que se da es un impulso a una organización que en aquel momento estaba sufriendo una crisis sin precedentes, estando no sólo debilitada, sino que había sufrido una ruptura interna.
Los autores en este libro sólo hacen mención a una acción que realiza una de las dos ramas en las que en ese momento se había partido ETA. El secuestro del cónsul honorario de Alemania en Donostia y su posterior liberación por parte de ETA V Asamblea. Fue la acción que más repercusión mediática tuvo. En el libro no se hace mención al intento que hizo la organización ETA VI Asamblea de liberar a los acusados en este proceso que se encontraban en la cárcel de Burgos. Realizaron un túnel desde el sistema de alcantarillado, pero al final se encontraron con un muro de hormigón que les fue imposible salvarlo.
A partir de este proceso judicial las cosas cambiaron sustancialmente. ETA creció de forma exponencial y el régimen franquista aprendió la lección y no quiso repetir la experiencia de organizar un macroproceso para evitar que fuera plataforma para las reivindicaciones de los encausados. Su apuesta fue la de liquidar físicamente a los militantes de ETA bien a través de acciones de los cuerpos policiales o recurriendo a grupos parapoliciales.
El libro sobre el que versa este comentario no es de reciente publicación, pues vio la luz en febrero de 2016 y se encontraba en la balda de mi librería en la que tengo por costumbre depositar los libros pendientes de leer y en este caso, como en otras ocasiones, me he demorado quizá demasiado a la hora de leerlo. Eso sí, una vez que uno inicia su lectura es imposible no terminarlo.
No siendo un libro de reciente aparición me ha parecido oportuno dedicarle esta reseña por el valor histórico que tiene la persona sobre la que gira este ensayo y para que no pase de puntillas lo que en él se recoge. Aunque sea de forma modesta, es imprescindible rescatar del olvido y que no pase de forma desapercibida lo que fue la II República en Navarra y lo que vino con posterioridad de la mano del golpe de Estado de julio de 1936. Siempre hay que tener presente que desde Navarra el general Mola planificó el golpe militar y la estrategia represiva que los golpistas pusieron en marcha contra la población que no profesaban su ideología[1].
Bajo el título “Nuestro pueblo despertará. David Jaime y la República vasconavarra” (Editorial Txalaparta), el autor, Jose Mari Esparza Zabalegi hace un recorrido por la vida del político republicano navarro David Jaime Dean y los acontecimientos históricos que vivió, en muchos de los cuales el protagonista de este ensayo fue uno de los políticos navarros que más brillaron a lo largo de los años de la II República y posteriormente en el exilio. Quizá sea el representante más destacado del republicanismo navarro euskaldun de izquierdas. Su abnegado trabajo en favor de unos ideales que supusieran la transformación de la Navarra tradicional y clerical en una Navarra republicana, progresista y laica, le hizo estar en la primera línea de la política navarra a lo largo del periodo de la II República, llegando a formar parte de la Gestora de la Diputación de Navarra entre los años 1931-1933 y posteriormente sería miembro del Consejo de Navarra en el exilio, ejerciendo de facto la presidencia de este organismo, así como de su Comisión Permanente.
En estos momentos en los que estamos observando con preocupación las agresiones a la Memoria Histórica por parte de los que quieren silenciar todo lo que ocurrió tras el golpe de Estado de julio de 1936 y de los anhelos de algunos por volver a repetir un golpe de Estado de las mismas características, este libro es un recordatorio de lo que representaron una generación de políticos republicanos navarros que en palabras de Jose Mari Esparza lucharon por una “Navarra, laica, republicana, de izquierdas, euskaldun y unida, sin perder su autonomía, al resto de Euskal Herria”.
Tengo que decir que hasta la lectura de este libro desconocía quien fue el republicano David Jaime Dean. Fue uno de estos políticos que han sido pasto del olvido. Sobre él se depositó una ingente capa de polvo producto de los largos años de dictadura. Esa forma tan especial de dar cerrojazo a una parte de la historia: los años de la República, el golpe de Estado y la represión franquista.
La labor de escribir la biografía del político republicano tafallés, David Jaime Dean, ha corrido de la mano de otro tafallés, Jose Mari Esparza Zabalegi y publicado por el editorial Txalaparta, sito en Tafalla. En este caso parece que David Jaime si ha sido profeta en su tierra.
El libro que consta de algo más 300 páginas, alterna las vicisitudes de David Jaime con el relato de los acontecimientos históricos en los que el político navarro fue uno de los actores principales. Una de las características más destacables de esta obra es el trabajo de documentación que hay detrás de ella, algo que no es nuevo en el autor. Si por algo destacan cualquier obra que ha publicado Jose Mari Esparza, es por su meticulosidad a la hora de documentar lo recogido y este ensayo no ha sido una excepción.
A lo largo de la obra el autor nos va desgranando la historia del republicanismo en Navarra, desde sus inicios, en el periodo de la Primera República, la relación que tiene con las ideologías de la época, carlismo y nacionalismo vasco, y su posición en favor de la defensa de los fueros como herramienta para la defensa de las ideas federales.
El libro consta de seis partes y los anexos formados por documentos redactados por los partidos republicanos navarros de izquierda sobre la República y el Estatuto Vasco-Navarro.
El autor le dedica la mayor parte del libro al periodo correspondiente a la Segunda República y el posterior exilio, en la que David Jaime es un personaje que lo vive en primera persona y con un grado muy importante de protagonismo.
Al final de cada parte hay una cuidada colección de fotografías correspondiente a ese periodo de la vida del protagonista, excepto en la segunda y sexta.
Primera parte
El autor nos lleva por la vida y peripecias de David Jaime. Su infancia en Eugi y su juventud en Etxarri Aranatz, le permiten aprender la lengua de sus ancestros, la linguae navarrorum. El amor que le profesó se vio reflejado en la defensa que de ella hizo a lo largo de su trayectoria política. Luego vendría su estancia en Argentina, donde refuerza sus ideas liberales y republicanas. Los nuevos estados americanos, nacidos como consecuencia de la lucha por la libertad eran el lugar idóneo para consolidar su ideología republicana y progresista. Su retorno al viejo Reino, allá por 1917, le devolverá al país tradicional que dejó, donde “el robledal carlista” lo dominaba todo. En esas fechas se va vislumbrando la aparición de las ideas liberales y un incipiente movimiento obrero. Todo este proceso David Jaime lo vive sin tener todavía una participación directa en política pero con el paso del tiempo y su posterior asentamiento en Tafalla, la tierra de sus padres, le llevará a estar en la primera línea de la vida política de Tafalla y Navarra.
Segunda parte
Esta parte del libro es una exposición concisa de la evolución de las ideas ilustradas, librepensadoras y republicanas pensamiento en Euskal Herria en general y en Navarra en particular a lo largo de la historia.
Desde una óptica político-social nos hace una introducción desde el Renacimiento, pasando por la Ilustración para llegar al siglo XIX y a los conflictos que se vivieron a lo largo de ese siglo en Navarra.
En ese recorrido histórico el autor nos habla de la figura de Manuel Larramendi, que en el siglo XVIII defenderá el derecho a la existencia de una República formada por bascongados constituyendo una nación libre y unida. Antes de sumergirse en los avatares del siglo XIX hace un pequeño repaso de la guerra de Convención (La Francia nacida de la Revolución entra en guerra con la Monarquía española) para acabar centrándose en lo que representó el conflicto entre carlistas y liberales en los territorios vasconavarros. No es el primero ni será el último libro en el que se desmonte el concepto existente de lo que representaba cada bando (carlista y liberal) en liza y el por qué se produjo el levantamiento en las provincias vasconavarras.
Se detiene en el análisis de lo que fue la I República española, lo que supuso para el republicanismo liberal vasco y la existencia de un republicanismo liberal defensor de la restauración foral.
Tercera parte
Comprende el periodo del inicio de la II República hasta la llegada del bienio negro. El autor nos va relatando a través de las actividades del político tafallés las visicitudes que se vivieron en Navarra. El protagonista del libro tuvo una presencia notable en la política navarra. No sólo fue concejal en el Ayuntamiento de Tafalla, sino que fue miembro de la Gestora de la Diputación.
A lo largo de estos intensos años tiene especial importancia todo el proceso de discusión del Estatuto Vasco-Navarro. Los enredos de la derecha navarra para utilizar este debate con el objetivo de desgastar a la II República, el error del PNV en los primeros compases a la hora de buscar sus compañeros de camino, las dudas y prejuicios de algunos republicanos y socialistas, que no de todos, a la hora de posicionarse en favor de que Navarra aprobase el Estatuto y las irregularidades que se produjeron en la asamblea en la que se decidió que Navarra se quedase fuera del Estatuto.
El autor no deja pasar por alto la actitud que tuvo David Jaime ante los problemas sociales. Desde el Ayuntamiento trabajó en favor de la recuperación de comunales y corralizas, en todo tipo de obras públicas, infraestructuras públicas y servicios públicos, construcción de casas baratas, etc., que ayudasen a mejorar la vida de sus vecinos y, en especial, de los más humildes y desfavorecidos. Y fue un avanzado a su tiempo, pues en 1932 planteó, sin éxito, la demolición de la plaza de toros “donde se dan espectáculos incultos, sin rentabilidad para el Ayuntamiento”.
Cuarta parte
Jose Mari Esparza nos relata la victoria del Frente Popular en todo el Estado y los preparativos del horror que se avecinaba y, con ello, el infierno que pasó David Jaime para poner a salvo su vida, pues desde el momento en que triunfó el golpe en Navarra su suerte estaba echada. Una fosa común o el exilio. Por fortuna, pero después una odisea dramática, nos cuenta cómo logró ponerse a salvo.
En esta parte del libro se hace eco del giro que dan las izquierdas en Navarra respecto al Estatuto Vasco una vez que se produjo la victoria del Frente Popular. Empiezan a ser conscientes de la necesidad de buscar la unidad política con los otros tres territorios vascos, si quieren que la derecha reaccionaria deje de ser el eje sobre el que gire la política navarra. Los políticos socialistas y republicanos que en 1932 habían estado en contra deciden apoyar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco y para ello los partidos del Frente Popular firman un manifiesto muy clarificador que se puede leer en los anexos del libro.
Quinta parte
Es la parte más extensa de todas, en ella el autor recoge todo lo que fue su vida en su exilio en Iparralde hasta su fallecimiento. Sus penurias económicas, sus problemas de salud y su incansable actividad política para coordinar al exilio navarro dentro del Consejo de Navarra.
Relata de forma muy pormenorizada la labor que realizó el político tafallés, sus relaciones con otros compañeros del exilio y las tensiones que vivió en algunos momentos con miembros de otras fuerzas políticas, como es el caso del PNV.
Los políticos de la izquierda navarra se lamentaban del error que supuso que Navarra no haber entrado a formar parte de la autonomía vasca. Tenían el convencimiento que de esa forma el golpe de Estado nunca hubiera triunfado en el Viejo Reino.
Sexta parte
Con la desaparición de David Jaime y otros destacados políticos navarros que se encontraban en el exilio, se inicia una nueva etapa en la que el autor nos hace un repaso de cómo se fue recolocando el mapa político de Navarra hasta llegar a los años posteriores a la muerte de Franco. Partidos que durante la II República tuvieron un peso importante pasan a ser testimoniales, cubriendo su espacio otras fuerzas políticas que surgen con mucha fuerza.
El libro nos va adentrando en los movimientos políticos que se dieron después de la muerte de Franco, las primeras elecciones y la postura que adoptan los partidos ante el nuevo Estatuto Vasco. En este contexto dedica una parte a explicar de forma pormenorizada los movimientos que se dieron para obstaculizar cualquier entrada de Navarra en el Estatuto y el papel que jugó en todo ese proceso el PSOE, que dio un giro copernicano pasando de estar a favor de la entrada a oponerse de la forma más radical. Es de gran valor histórico la documentación que utiliza para poder sustentar este relato, pues su publicidad no es del agrado de algunos políticos que han ostentado importantes cuotas de poder en Navarra en los últimos cuarenta años.
Jose Mari Esparza no deja en el tintero a dos personas que fueron fundamentales en la vida del político tafallés. Su esposa y su sobrina, pues el matrimonio no tuvo descendencia. Ambas mujeres van acompañando al protagonista a lo largo del libro pues fueron participes y colaboradoras en sus actividades políticas.
Si la finalidad de Jose Mari Esparza con esta obra era reivindicar el legado político de esa generación de republicanos navarros que trabajaron denodadamente por una Navarra alejada de la noche oscura que ha sido el tradicionalismo más rancio a lo largo de los siglos XIX y XX, sin duda alguna la ha logrado.
[1] Extracto de la instrucción reservada nº 1, firmada por Emilio Mola en Madrid el 25 de mayo de 1936 que decía:
“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.
El pasado mes de octubre ha visto la luz el libro de Sabino Cuadra Lasarte, “No os importe matar! Sanfermines 1978: crimen de Estado”, publicado por Editorial Txalaparta. Con este título tan impactante, pero, a su vez, tan expresivo desgrana en sus trece capítulos el antes, durante y después de los trágicos sucesos del día 8 de julio de 1978, en el transcurso de las fiestas de Iruña-Pamplona, en los que fue asesinado Germán Rodríguez. Todo ello contextualizado en la situación política que se estaba viviendo.
Es un libro de lectura fácil y rápida pues sus 239 páginas contienen un relato muy ágil en el que el autor realiza, entre otras cosas, un trabajo de reconstrucción de los hechos con todo tipo de detalles.
Antes de entrar a relatar los sucesos el autor dedica un capítulo a realizar una labor brillante para refrescarnos lo que fueron esos años en los que se vivieron una serie de reivindicaciones políticas después de la muerte de Franco. La lucha en favor de la ruptura democrática con el régimen franquista frente a la opción de reforma de dicho régimen para que cumpliera los estándares democráticos pero sin romper con el pasado, la reivindicación del derecho de autodeterminación y la reivindicación de un estatuto en el que estuviera Navarra. Para finalizar este capítulo, realiza un repaso histórico de la evolución política que se había producido en Navarra en las últimas décadas, en las que se da una transformación radical, pasando de ser un territorio fiel a los principios del franquismo a convertirse en uno de los lugares más contestarios. En esa labor de análisis global de lo que fue esa época, no pasa por alto sucesos, como los de Montejurra de mayo de 1976, en los que pistoleros de extrema derecha asesinaron a dos militantes carlistas. Unos hechos en los que los aparatos del Estado tuvieron una conexión directa con la planificación de dichos asesinatos.
Por lo que respecta al relato de los acontecimientos, este trabajo inicia su exposición en los días previos a las fiestas de Iruña-Pamplona, pasando por los sucesos que se vivieron el día 8 de julio de 1978, así como el aluvión de protestas que se dieron en otros puntos de Euskal Herria y la represión que desató el régimen, en concreto en la localidad de Rentería (Gipuzkoa).
El relato no se queda en los días posteriores pues continúa exponiendo una serie de hechos y acciones llevadas a cabo durante cuarenta años para que continúe viva la memoria de Germán Rodríguez, así como todas las iniciativas que se han llevado para reclamar verdad, justicia y reparación.
Presentación del libro en la librería Traficantes de Sueños
La exposición va acompañada de testimonios de personas que vivieron de forma directa esos acontecimientos. De hecho, algunos fueron heridos en los sucesos que se produjeron esos días. Es necesario destacar la labor minuciosa de investigación realizada en la obtención de informes oficiales y su análisis, algunos de los cuales ha sido desclasificados recientemente, así como de los informes que en su momento elaboraron las peñas sanfermineras, comparecencias parlamentarias, etc…
Este libro tiene varios logros que no puedo dejar pasar sin mencionarlos porque, sin duda alguna, ayudan a poder entender mucho mejor las actuaciones de los aparatos del Estado y la impunidad con la que se movían.
El primero, sin duda alguna, es que nos da una información valiosísima del poder que tenían los mandos policiales, hasta el extremo de ningunear a todo un gobernador civil. Puede parecer surrealista pero los datos que se aportan son muy elocuentes. El Gobernador Civil de Navarra llegó a reconocer que sus instrucciones no fueron obedecidas por los mandos policiales.
El segundo logro es que consigue desmontar la versión oficial de los hechos. Las diferentes pruebas que se aportan, junto con los innumerables testigos presenciales de todos los hechos que se produjeron en esos días no dejan lugar a dudas. Todo lo que sucedió en el mes de julio de 1978 tanto en Pamplona como en otras localidades de Euskal Herria, caso de Rentería, no fue más que una acción planificada por parte de los aparatos del Estado para imponer su orden y recordar a la población cuales eran los límites a la apertura democrática. Esto iba a ser la Transición y la línea roja que no se podía traspasar tenía que quedar muy clara.
Este libro nos sirve para comprobar como las instituciones democráticas, en cuanto han tenido la mínima ocasión, han intentado echar en el olvido los sucesos de los Sanfermines de 1978 hasta el extremo de intentar boicotear cualquier expresión de recuerdo y solidaridad hacia German Rodríguez y su familia.
Para entender lo que fue la mal llamada Transición es fundamental conocer con profundidad algunos de los hechos más sangrientos que se vivieron durante esos años. Los asesinatos de 5 trabajadores el 3 de marzo de Vitoria-Gasteiz, los sucesos de Montejurra en el mismo año, el mes de enero de 1977 con los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha y dos manifestantes en la calles de Madrid, las semanas proamnistía vividas en Euskadi, con varios manifestantes muertos por disparos de la Policía y Guardia Civil y los sucesos acaecidos en los Sanfermines de 1978.
Por lo que respecta al título del libro, puede que a las personas que no tengan un conocimiento sobre estos hechos les parezca algo llamativo, por no decir provocador. Por el contrario, la realidad es otra y mucho más entendible. La frase ¡No os importe matar! Está recogida de una grabación que se realizó a la emisora de la Policía Armada durante los incidentes ocurrido el día 8 de julio en la capital navarra.
Para finalizar, leer el prólogo que escribe Joseba Asiron es de las cosas que merecen la pena y que a uno le reconfortan.