La Ley Mordaza, el PSOE y el arte de marear la perdiz

En política cuando se marea la perdiz es porque se quieren dejar las cosas como están. De ello puede dar buena cuenta el PSOE que es un experto en esas lides, y lo acabamos de ver con el fracaso para la derogación de la Ley Mordaza. Se ha tirado alrededor de tres años alargando unas negociaciones en las que desde el primer momento se percibía su falta de voluntad política para derogar las cuestiones más escabrosas de la norma que aprobó el PP durante el gobierno de Rajoy, y a pocos meses para el final de la legislatura, sin haberla consensuado con los grupos que sustentan este gobierno, deciden que se vote en la Comisión de Interior del Congreso sabiendo que no iba a pasar el trámite, porque no tenía los apoyos necesarios.

Hay varios detalles que no se pueden dejar pasar por alto y que corroboran la nula predisposición del PSOE para derogar la Ley Mordaza. El más importante es que este proyecto de ley no ha sido impulsado por el Gobierno, por contrario, es producto de una proposición de ley que presentó en 2020 uno de los partidos que facilitaron la investidura, el PNV. El Ministerio del Interior en ningún momento ha tenido voluntad política para elaborar un proyecto de ley para derogarla, algo lógico conociendo a quién dirige Interior, Grande-Marlaska. Solo hay que recordar que la Ley Mordaza fue aplicada con total arbitrariedad durante el periodo de pandemia, a excepción de los barrios pudientes, como el barrio de Salamanca de Madrid, que eran el oasis del incumplimiento.

La proposición de ley presentada por el PNV fue aprobada, faltaría más, puesto que al PSOE no le quedaba más remedio que votar sí, pero con el bagaje parlamentario que posee a sus espaldas, supo utilizar todo tipo de argucias parlamentarias para que la proposición de ley fuera dando tumbos por los pasillos del Congreso, en algunos momentos durmiera el sueño de los justos y en otras ocasiones estuviera sumida en un proceso de negociaciones interminables en las que no se desatascarían las cuestiones más importantes, y así lograr el objetivo de empantanar este tema. El PSOE, que cuando es necesario se alía con quién haga falta, no le hubiera hecho ascos a recibir algún apoyo de la bancada ultra para lograr sus pretensiones.

Conociendo todo esto, y con un PSOE enrocado, plantear votarla en comisión era la antesala del fracaso, puesto que era conocido que con ese texto en la mano habría partidos que no apoyarían su tramitación y visto lo sucedido, no parece que este final le haya disgustado mucho.

Una vez que ha sido rechazado el texto votado, era el turno de la maquinaria de propaganda para buscar culpables, en vez de centrarse en las causas de su rechazo. Para ello la prensa progre de Madrid no ha perdido la ocasión de encontrar chivos expiatorios, señalando a ERC y EH Bildu. Lo mismo que sucedió con la reforma laboral, que llegó cocinada al Congreso, no se podía tocar una coma porque eso podía importunar a la CEOE, aunque estos no tuvieran representación parlamentaria, y para ello no hicieron ascos al apoyo de Ciudadanos y a pactar con UPN, pero esto último les salió el tiro por la culata. Y aunque salió adelante por el error  del diputado Casero (PP) en la votación, en esa ocasión arreciaron una cascada de críticas a los partidos aliados del gobierno que votaron en contra.  Parece que es un sacrilegio no seguir los dictados del gobierno.

No es nuevo este modus operandi del PSOE, por un lado, en actos públicos habla de derogar la Ley Mordaza, pero, por otro lado, su actuación parlamentaria se aleja de sus declaraciones, y para ello utiliza todo tipo de argucias, abriéndose a procesos negociadores interminables. Este gobierno ha tenido tiempo más que suficiente para haber derogado la Ley Mordaza, pero esto parece que pasa de largo. Los diferentes análisis, editoriales y comentarios en tertulias, acerca de lo que ha sucedido con la Ley Mordaza y la polvareda que ha levantado el voto en contra de EH Bildu y ERC en la Comisión del Congreso han obviado buscar las causas para ceñirse al único argumento ventajista: si alguien sufre los efectos de la Ley Mordaza, ello se debe única y exclusivamente a EH Bildu y ERC que han votado en contra. Curioso argumento, cuando el gobierno actual ha aplicado esta ley a destajo, y qué decir del PNV, que le ha faltado tiempo para acusar a EH Bildu y ERC de este fracaso, pero desde el Departamento de Interior del Gobierno Vasco se aplica la Ley Mordaza como una apisonadora, ignorando el mandato del Parlamento Vasco en el que le instaba que no sea aplicada.

La postura del PSOE va más allá de un hipotético miedo a los sindicatos policiales, como se ha llegado a decir, cosa que no niego. La cuestión es que hay que tener presente que nunca han cuestionado el modelo policial, ni los modos de actuación. Si por algo ha destacado este partido desde que llegó al gobierno por primera vez, en 1982, es por el perfil que han tenido sus ministros del Interior y sus modos, personajes como Barrionuevo, Corcuera, Belloch, Rubalcaba, Grande-Marlaska no los voy a descubrir ahora. Han aprobado todo tipo de leyes que han vulnerado los derechos y libertades: leyes antiterroristas, la de la patada en la puerta, etc….

En lo sustancial, no hay diferencias entre el modelo de seguridad del PSOE y del PP, varían los matices, porque no deja de ser uno de los pilares del régimen del 78, por ello había preceptos de la Ley Mordaza con los que se sienten muy cómodos. Y otro tanto le ocurre al PNV.

Los motivos por los que los aliados del gobierno no han apoyado el texto en comisión se centran en tres temas que son los pilares de la ley que se pretendía derogar y que salían de rositas. La prohibición de las pelotas de goma, que en ningún momento entraba en los planes del PSOE y el PNV, pues solo hay que ver como los dos partidos que están coaligados en el Gobierno Vasco han actuado en el caso de Iñigo Cabacas, muerto a consecuencia del disparo de una pelota de goma por parte de la Ertzaintza.

El caso de la negativa a derogar las entregas en caliente de inmigrantes, una vulneración de los derechos humanos, hecho que ha sido denunciado por diversas ONGs, y que a uno le hace pensar que es la coartada perfecta para que vuelvan ocurrir casos como el de la valla de Melilla.

Finalmente, el dejar vigente las faltas de respeto a la autoridad e infracciones por desobediencia es otro de los motivos que han propiciado ese rechazo, que es de gran importancia si se quiere blindar los derechos y libertades. Es algo que vemos continuamente cuando se produce un desahucio, una concentración, etc…, en el que se aplican de forma arbitraria estas infracciones, con el agravante que supone el valor que se da a la versión policial en detrimento de la que aporte el denunciado, algo que hemos visto en diferentes procesos judiciales.  

Estos días muchos de los comentarios se fundamentaban en que al menos era una derogación parcial, aunque los apartados más importantes quedasen inmaculados. Esa teoría del mal menor, que nos lleva a renunciar a nuestros planteamientos para aceptar que las cosas queden igual, pero con un barniz más atrayente, en vez de poner el foco en aquellos que no han cumplido con su compromiso, que en este caso era la derogación de la Ley Mordaza, y no su reforma.

Si hubiese voluntad política en el PSOE, cosa que dudo, esta ley se puede derogar en menos de 15 días, tan sencillo como volver a presentar una proposición de ley y que sea tramitada por vía de urgencia de la siguiente forma: “Artículo único: Quedan derogados todos los artículos de Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad. Vuelven a entrar en vigor toda legislación que quedó derogada con esta ley”. Dicho esto, no nos dejemos engañar, y partir de aquí todo lo que quieran decir es volver a marear la perdiz.

La historia oficial

La historia oficial es aquella que nos encontramos en los libros, la que vemos diariamente en los medios de comunicación, pero detrás de ella encontramos multitud de pequeñas historias en las que los protagonistas somos nosotros, personas anónimas, que carecemos de un altavoz lo suficientemente potente para que puedan conocerse, pero donde hay mucho que contar, porque detrás de cada una de ellas se esconde una parte importante de la historia de la humanidad, esa que los medios oficiales quieren ocultarnos.

Bajo el título “La Historia oficial” (Editorial Txalaparta), Jonathan Martínez hace unos meses  publicó un libro en el que partiendo de su historia personal y familiar, la va entrelazando con diferentes historias ignoradas para la inmensa mayoría y, a su vez, con esos acontecimientos que nos han contado los que controlan el poder, y todo ello a través de una serie de relatos cortos. Para definir este libro el autor utiliza el ejemplo de un vaso que se rompe, el vaso representaría la historia oficial, pero los trozos rotos, que no dejan de ser partes de ese vaso, representan todas esas pequeñas historias desconocidas pero que forman parte de nuestra historia. Este libro intenta barrer todas esas pequeñas historias como contrapunto a la historia de la humanidad.

Una de las características es que es difícil clasificarlo en un género concreto. No es un ensayo, ni una colección de relatos. Se puede decir que no es un libro al uso, pero el autor nos da una pista en uno de los capítulos al definirlo como “un relato de relatos”.

Jonathan Martínez ha sacado a la luz su historia familiar para compartirla con el lector, pero ha logrado algo más importante: que pase a formar parte de todos nosotros. La lectura de este libro nos invita a que demos el paso que él ha dado para que todas esas historias personales no queden silenciadas, pues como muy bien nos dice “escribir es ganarle terreno al olvido” y sin duda alguna con este libro ha logrado ese objetivo. Su historia personal nos trasladará al valle de Karrantza (Bizkaia), pero servirá para llevarnos por otras latitudes y nos descubrirá las conexiones con otros lugares y sucesos que nos relata en su trabajo, pues como nos dice el autor “los destinos privados de las personas arrojan luz sobre el rumbo colectivo de los pueblos”, pues “detrás del yo se esconde un nosotros”. Y de ello da buena cuenta en el libro.

Realmente cuando uno inicia su lectura no sabe lo que se va a encontrar, siendo necesario ir leyendo los relatos para poder ir adentrándose en el libro e ir hilando la relación que hay entre todos ellos.

Al ir desmadejando su historia personal, nos relatará las vivencias de sus abuelos y el descubrimiento de la existencia de un familiar que desapareció en la Guerra Civil. Todo ello le empuja a una investigación que le llevará a recorrer otros lugares y a cruzarse con otras historias anónimas. En ese viaje nos hablará de su bisabuela maestra, de la escuela de Rioseco, de las Misiones Pedagógicas durante la II República, de la represión que sufrió el maestro Teodoro, nos acercará al horror que fue el bombardeo de la plaza de Andikona (julio de 1936) en plenas fiestas de Santamañak y el posterior asedio de Otxandio (abril de 1937), donde se supone que falleció un antepasado suyo luchando en el frente.

En este libro nos muestra que poder y represión van de la mano a lo largo de la historia: los Médicis en Florencia, la inquisición a lo largo de los siglos, el franquismo, el nazismo, las dictaduras militares chilena y argentina y los regímenes actuales, donde “el estado de excepción es cada vez más una forma de gobierno”[1]. Y a lo largo de la lectura de este libro estará presente un compañero de viaje, que no nos abandonará en ningún momento: el miedo. Es la herramienta que utiliza el autor para armar esta obra, pues sin el miedo no se podrían entender los relatos de Jonathan Martínez.

A lo largo de la historia de la humanidad encontramos que el miedo está siempre presente, y al que Jonathan Martínez lo define como “ese gran dictador que escribe la historia”. Todas las citas que hay al inicio de cada capítulo tienen que ver con este elemento y están relacionadas con el contenido del capítulo en el que aparecen. Y de su mano aparece la muerte, pues es el mayor miedo al que nos enfrentamos las personas. Sólo por el hecho de leer las citas que aparecen al inicio de cada relato merece la pena dedicar un tiempo a su lectura.

Jonathan Martínez a la hora de coger un período de la historia oficial para  armar este libro acota la historia en los últimos veinte años, para ello sitúa su inicio en septiembre de 2001, momento en el que se producen los atentados del 11S y finaliza con la huida de los aviones estadounidenses de Kabul. Si la imagen del 11S era gente tirándose al vacío desde las Torres Gemelas, en agosto de 2021 era la de personas queriendo huir de Kabul ante la llegada de los talibanes, y para ello intentaban agarrarse a cualquier parte de los aviones norteamericanos que despegaban de Kabul.

Este periodo de la historia se ha caracterizado por el miedo, que en uno de los relatos nos lo define como “una jaula de rejas invisibles”. A través del libro nos va mostrando que ese miedo ha servido a los que controlan el poder para ponernos ante una falsa elección entre libertad y seguridad. A lo largo de estos últimos veinte años se han producido una cascada de recortes en las libertades individuales y colectivas en aras a una falsa seguridad, pues dos décadas después los talibanes vuelven a gobernar Afganistán y la prometida seguridad solo ha servido para que EEUU haya realizado auténticas masacres de civiles en los conflictos que ha patrocinado. Pero como muy bien dice Jonathan Martínez “un pueblo no permanece unido por lo que todos aman sino por lo que todos temen”, y los que dirigían los designios de EEUU supieron realizar esa lectura en su propio provecho y pusieron en marcha los mecanismos necesarios para que los ciudadanos renunciasen a la libertad, en favor de tener una falsa seguridad. Y como el poder sabe gestionar este tipo de situaciones, la guerra es el mejor aliado para aplicar lo que el autor denomina “la economía del miedo”, es decir, la formula perfecta para que algunos se enriquezcan exportando el terror a lo largo del planeta.

Si en la historia de la Europa occidental hay un personaje que fue un gran conocedor del miedo, ese es Maquiavelo, por ello Jonathan Martínez lo tiene muy presente. El político florentino y algunas de sus reflexiones realizadas durante su exilio sobrevuelan este trabajo. Todo el pensamiento político que elaboró en esa etapa, cuando los Medici los expulsaron de Florencia, está recogido en El Príncipe y en él se plantea el siguiente dilema: qué es lo mejor para un gobernante ¿se amado o ser temido?, pregunta que surgirá en varios relatos, porque “el temor es el gobernante más peligroso”.

Las reflexiones que Maquiavelo realiza en El Príncipe sirven a Jonathan Martínez para trasladarlas a los diferentes acontecimientos que se han vivido a lo largo del siglo XX, porque la obra del pensador de Florencia no deja de ser un libro de cabecera para todo aquel gobernante que basa su autoridad en inculcar el miedo a sus ciudadanos, “basta una cucharada de mano dura para amedrentar a las masas”. Maquiavelo, que con la llegada de los Médicis cayó en el ostracismo, también vivió en sus carnes la crueldad del poder.

En esa labor de ir hilvanando el libro a través de diversas historias Jonathan Martínez une Otxandio, Nueva York, Herāt, Faluya o Kabul, lugares que tienen en común el horror de la muerte y la destrucción. En todos ellos hay multitud de historias personales que no forman parte de esa historia oficial pero que nos pertenecen por muy lejos que se hayan producido.

Algunas de las pequeñas historias del libro recalarán en los centros de tortura de la DINA, Abu Ghraib o Tres Cantos y con ello la sombra de Maquiavelo nos acompañará, pues sufrió los horrores de esta práctica a cargo de los Médicis.

A lo largo del libro hay varios relatos dedicados a la dictadura militar chilena, pero me voy a parar en uno de ellos en los que nos habla de la visita de Milton Friedman al Chile de Pinochet para “predicar el dogma del libre mercado”. Puede parecer un sarcasmo hablar de libertad en una dictadura, pero claro, el libre mercado va de acumulación de riqueza por parte de una minoría y para lograrlo en muchos casos la represión es el instrumento imprescindible. Represión y liberalismo son dos compañeros de viaje. Jonathan Martínez realiza un relato magistral en el que intercala testimonios de represión y torturas con las recomendaciones que Milton Friedman realizó a Pinochet para poner en práctica en Chile. No duda a la hora de buscar un nexo de unión entre la dictadura y las teorías económicas de Friedman: “la matanza y la nueva economía cabalgan codo con codo. Por lo visto, para liberar el mercado había que encerrar a personas”. Para esta historia el autor elige una cita del libro “La doctrina del Shock” de Naomi  Klein que refleja lo que fue la dictadura chilena[2].

El título del libro no es original, el autor lo extrae de un largometraje argentino que trata el drama de los bebes robados durante la dictadura argentina, esas historias silenciadas por la historia oficial y que Jonathan Martínez quiere rescatar del olvido para que formen parte de nuestra historia colectiva, y para ello en uno de esos relatos nos habla de las desapariciones y de bebes robados. Si el tema es duro de por sí, la cita que podemos encontrar al inicio de ese relato sencillamente es espeluznante. Es un pequeño fragmento de una conversación entre un militar golpista y el periodista argentino Jacobo Timerman[3].

En este trabajo el autor recoge una reflexión de Umberto Eco que es el fiel reflejo de la forma en la que en muchos casos se construye la identidad nacional: “Tener enemigo es vital para definir una identidad nacional porque garantiza un obstáculo contra el que medir un sistema de valores. Cuando no existe un enemigo es urgente construirlo”. Me atrevería a decir que esta frase también sirve para construir discursos de corte fascista, vacíos de cualquier contenido.

Jonathan Martínez ha combatido el miedo escribiendo y nos ha obsequiado un libro que rompe moldes por su originalidad y nos ha enseñado que la historia es mucho más de lo que nos cuentan en los libros. La historia nos pertenece porque la construimos todos nosotros.


[1] Cita de Giorgio Agamben recogida en este libro.

[2] Naomi Klein (La doctrina de Shock):“Estaban convencidos de que solo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados”.

[3] Conversación entre el periodista Jacobo Timerman y el coronel Ramón J. Camps:

  •  Si exterminamos a todos, habrá  miedo por varias generaciones.
  • ¿Qué quiere decir todos?
  • Todos… unos 20.000. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres.
La historia oficial
La historia oficial. Editorial Txalaparta

Amnistía versus indultos trampa

La utilización de la figura del indulto ha sido una constante a lo largo de la historia relativamente reciente del Estado español. Las asonadas militares que se dieron a lo largo del siglo XIX solían traer consigo algún tipo de indulto para los militares y políticos afinen a los uniformados que habían salido triunfantes del pronunciamiento de turno. Los golpes de Estado a lo largo del siglo XX fueron otro cantar, pues la característica de estos fue la represión generalizada manu militari, lo que conllevó que se perpetuaran en el poder y que todavía estemos bajo los efectos del que realizaron en julio de 1936.

Desde el momento que el Tribunal Supremo dictó la sentencia en la que condenaba a los políticos independentistas catalanes se han traído a colación dos instrumentos para obtener su excarcelación: amnistía e indulto. Términos que difieren mucho entre sí y que es necesario diferenciarlos.

La amnistía, vocablo de origen griego, tiene su inspiración en Mnemosine (Mνημοσυνη), diosa de la memoria. Y de ahí surge el término amnesia (Pérdida total o parcial de la memoria que impide recordar o identificar experiencias o situaciones pasadas), del que surgirá amnistía, que viene a ser el olvido de los delitos cometidos. La RAE la define como el “perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores”. Por tanto, es el olvido y/o perdón de un tipo de delitos, aplicándose a la totalidad de las personas que lo hayan cometido y llevando aparejada la extinción de responsabilidad, por lo que las personas beneficiadas no tendrán antecedentes penales.

Esto contrasta con la figura del indulto, que viene a ser una medida de gracia por la que se perdona el cumplimiento de la pena a la persona que ha cometido el delito, pero no se le exime de la responsabilidad derivada del delito cometido, pues el delito en sí no desaparece, teniendo un carácter individual, pues sólo se aplica de forma individualizada y no con carácter general a todas las personas que hayan participado en delitos de esa naturaleza. Esto último tiene su importancia como más adelante se verá.

Amnistía versus indultos trampa
Manifestación en Barcelona en apoyo a los políticos procesados

En todo este proceso hay tres posturas diáfanas y antagónicas entre sí. La que representan los partidos de la foto de Colón y sus medios de comunicación afines, la Brunete mediática, que se oponen de forma radical a cualquier tipo de media de gracia para con los presos políticos catalanes. La segunda postura es la que ha utilizado el Gobierno, el indulto únicamente para los nueve políticos condenados por el Tribunal Supremo. Y por último la que defiende el independentismo catalán que reivindica sin ambages la amnistía como solución a este conflicto.

Por lo que respecta a los defensores del inmovilismo poco o nada se puede añadir. Tanto la Brunete mediática como los partidos de la foto de Colón se han enganchado a este banderín, algo, que por otra parte era de todo punto de vista esperable. Es su forma de hacer política y la forma de tener lo más agrupado posible a su rebaño político. Su postura les puede dar ciertos réditos políticos en el resto del Estado y no quieren desaprovechar la ocasión. Lo que no entraba en sus cálculos es que dos estamentos de lo más reaccionario, en los que se apoya el régimen del 78 hayan adoptado una posición diametralmente diferente. Me estoy refiriendo al empresariado español, representado por la CEOE y los obispos.

Haciendo un ejercicio de análisis político comparado, no deja de ser un auténtico sarcasmo que las diferentes consultas que ha organizado la oposición venezolana, al margen del Gobierno venezolano, en ningún momento se hayan visto en la Unión Europea como unos actos en los que se cometieran infracción penal alguna y en el caso de los partidos que se oponen a los indultos, en todo momento alentasen ese tipo de acciones como método de protesta. Da la impresión que lo de organizar consultas a la población al margen de la legalidad vigente incurre en una infracción penal según donde y cuando se realicen. Debe ser que ejercer la legitimidad democrática es patrimonio de unos pocos.

Sin embargo, en el tema que nos ocupa, lo fundamental es contrastar las otras dos opciones existentes para solucionar el problema de los presos políticos catalanes, ver quienes las defiendes y buscar una solución al problema de Catalunya.

Anteriormente he expuesto de forma muy laxa las diferencias existentes entre amnistía e indulto. Ahora bien, ambos conceptos si los llevamos a la praxis política las diferencias se agrandan de forma considerable.

Los defensores del indulto hay que situarlos en los partidos que forman el Gobierno de coalición, aunque con matices a lo largo del tiempo. Por un lado, tenemos al PSOE, que no hace tanto tiempo apoyaba la aplicación del 155 y apoyaba los procedimientos judiciales que se abrieron en la Audiencia Nacional y Tribunal Supremo, porque había que salvaguardar “el Estado de derecho”. Es decir, abogaba por buscar una salida judicial a un problema político. Pedro Sánchez no hacía más que enseñar una de las mil versiones que lleva sacando a la luz desde que dirige los designios del PSOE.

Por lo que respecta a la postura de Podemos, esta se ha movido en no judicializar el problema catalán y en contra de los procesos judiciales abiertos. Y una vez que se hizo pública la sentencia, abogó por los indultos, entre otros motivos, por una cuestión importante: derogar el delito de secesión. Postura lógica, porque con la sentencia en la mano la aplicación de esta figura penal se podía convertir en un instrumento para criminalizar cualquier tipo de protesta en el marco de una huelga general, movilización como el 15M o protestas antidesahucio. Desde los partidos de la izquierda enseguida percibieron que la sentencia del TS ponía en peligro algunos derechos fundamentales.

Para el Gobierno la búsqueda más sencilla para que los nueve condenados por el Tribunal Supremo obtuviesen la libertad ha sido utilizar la figura del indulto. De esta forma han salido a la calle, aunque seguirán impedidos para el ejercicio de ningún tipo de cargo público, pues no se les anulan ni las inhabilitaciones y las responsabilidades civiles que les fueron impuestas. Los indultos han sido decretados con una serie de condicionantes que impiden a los indultados poder ejercer una actividad política plena. Así, de esta medida no se han podido beneficiar ni los que tomaron el camino del exilio ni todas aquellas personas que están inmersas en otra serie de procedimientos penales como consecuencia del procés. Esta cuestión es fundamental, porque con la medida que ha adoptado el Consejo de ministros los únicos beneficiados son un número reducidísimo de personas si lo comparamos con todas las personas que continúan imputadas en otras instancias judiciales.

El Gobierno está vendiendo los indultos en clave de magnanimidad con los presos políticos catalanes, pero eso no se corresponde con otras acciones que está llevando a cabo. Sin ir más lejos, el Gobierno ha quedado retratado estos días con algunas de sus actuaciones y sus declaraciones. El dar marcha atrás en la reforma del Código Penal que está preparando en lo referente a la derogación del delito de sedición, alegando que no hay un supuesto consenso con los partidos que apoyaron la investidura es una muestra que no está por la labor de adecuar el Código Penal español a los estándares democráticos. No deja de ser el mantenimiento de la legislación que le da cobertura para volver a encarcelar a quien vuelva a poner urnas. Otro botón de muestra han sido las manifestaciones de rechazo al informe del Consejo de Europa contra España por el juicio del procés. Esta actitud es más típica de la Turquía de Erdogán o de la Rusia de Putin, o de un hipotético gobierno de coalición entre  Casado y Abascal. Lo que no tiene un pase es que el Gobierno de Pedro Sánchez actúe de esta forma, pero quizás todo sea producto de intentar sacar a relucir una de las mil caras que tiene el líder del PSOE. Y ese intento de intentar contentar a los que desde su partido han puesto el grito en el cielo por los indultos.

El Gobierno está vendiendo estos indultos como la fórmula mágica que va a servir para solucionar el problema de Catalunya, sin querer abordar el problema de fondo que es tan sencillo como que las reivindicaciones de una parte muy importante de la ciudadanía catalana no pueden ser ejercidas porque el marco jurídico-político actual lo impide y hablar de otras cuestiones no deja de desviar la atención y marear la perdiz. La imposibilidad de poder ejercer el derecho a decidir el modelo de país en el que quiere vivirla ciudadanía catalana choca de forma sistemática con el muro que forma el régimen del 78. El drama existente es que gane quien gane en las elecciones catalanas, los partidos que pierden, que casualmente siempre son los mismos, pueden dormir tranquilos porque las reivindicaciones de los partidos que forman el bloque vencedor no pueden ponerse en práctica y sus programas electorales acaban siendo papel mojado o, en su defecto, si lo quieren poner en práctica, les espera el palo y tente tieso. El Gobierno ha ido posponiendo de forma reiterada la reunión de la mesa de diálogo y mientras el tiempo y la legislatura transcurre, siendo el margen de maniobra cada vez es más corto pues la legislatura no corre, vuela.

La estrategia del Gobierno de coalición es bastante simple: busca romper el bloque independentista a través de unos indultos trampa, pues sólo neutralizan el caso de nueve personas, dejando la situación empantanada para otras muchas que no son tan mediáticas. Es una estrategia legítima, pero, al mismo tiempo, carente de ética y un tanto peligrosa. Es peligrosa porque con la salida de los presos condenados por el procés, se ha encontrado una reivindicación unánime de amnistía, como fórmula para resolución del conflicto, al margen de las diferencias existentes entre las organizaciones independentistas. En un tema de esta naturaleza, las diferencias han quedado aparcadas para unirse en la reivindicación de la amnistía. Si el Gobierno pensaba que desde las filas del independentismo iba a recibir el aplauso generalizado es que no ha entendido nada hasta el momento.

La postura del independentismo en defensa de la amnistía como única forma de solución del conflicto tiene su fundamento en varias cuestiones.  Partiendo de la definición que he realizado de amnistía, en términos políticos esta no se ciñe únicamente al olvido y/o perdón de un tipo de delitos para todas las personas que lo hayan cometido. La aplicación de una amnistía política va más allá, pues suele ser la consecuencia última del reconocimiento de los objetivos políticos que persiguen los condenados, lo que conlleva que no tenga razón de ser la condenada que en su día les impusieron.

En términos políticos la amnistía viene a ser el respaldo a la lucha o actividad política que han ejercido las personas condenadas y beneficiadas por la aplicación de esta medida y elevar su lucha a ejemplo para toda la sociedad con la extinción del delito para la totalidad de personas que se puedan afectar. Es por ello, que cuando una medida de esta naturaleza es concedida por algún gobierno suele llevar aparejada algún acuerdo entre las partes beligerantes. Todo esto con el añadido que los delitos por los que fueron condenados se resumen en poner urnas para que la población participase de un referendum.

El independentismo catalán ha sido un ejemplo a la hora de utilizar métodos pacíficos, algo que no ha pasado desapercibido en Europa, por más que desde el Ministerio del interior hayan tenido una actitud intoxicadora, con la cooperación necesaria de los medios de comunicación cercanos a la extrema derecha española. Mucho más fructífero hubiera sido que este gobierno hubiese realizado tiempo atrás una labor pedagógica para explicar a la ciudadanía que la puesta en libertad de los presos políticos catalanes era una cuestión de higiene democrática y explicar que la represión a quien tiene por objetivo poner urnas es propia de otros países y/u otros tiempos. Los próximos meses van a ser cruciales en el desenlace del conflicto Catalunya-España. La pelota está en el tejado del Gobierno español para poder desatascar una situación que se lleva arrastrando a lo largo del tiempo. Debe de tener voluntad política para abordar el problema con valentía y hacer pedagogía con la población del resto del Estado para que entiendan la naturaleza del conflicto y que muchos sectores abandonen el lema del “a por ellos” que pusieron en marcha los partidos de la derecha extrema y la extrema derecha española en 2017 durante los meses del procés. En política buscar la cuadratura del círculo sólo sirve para tropezarse con el mismo obstáculo

¡No os importe matar! San Fermines 1978: Crimen de Estado. Un libro de obligada lectura

El pasado mes de octubre ha visto la luz el libro de Sabino Cuadra Lasarte, “No os importe matar! Sanfermines 1978: crimen de Estado”, publicado por Editorial Txalaparta. Con este título tan impactante, pero, a su vez, tan expresivo desgrana en sus trece capítulos el antes, durante y después de los trágicos sucesos del día 8 de julio de 1978, en el transcurso de las fiestas de Iruña-Pamplona, en los que fue asesinado Germán Rodríguez. Todo ello contextualizado en la situación política que se estaba viviendo.

Es un libro de lectura fácil y rápida pues sus 239 páginas contienen un relato muy ágil en el que el autor realiza, entre otras cosas, un trabajo de reconstrucción de los hechos con todo tipo de detalles.

Antes de entrar a relatar los sucesos el autor dedica un capítulo a realizar una labor brillante para refrescarnos lo que fueron esos años en los que se vivieron una serie de reivindicaciones políticas después de la muerte de Franco. La lucha en favor de la ruptura democrática con el régimen franquista frente a la opción de reforma de dicho régimen para que cumpliera los estándares democráticos pero sin romper con el pasado, la reivindicación del derecho de autodeterminación y la reivindicación de un estatuto en el que estuviera Navarra. Para finalizar este capítulo, realiza un repaso histórico de la evolución política que se había producido en Navarra en las últimas décadas, en las que se da una transformación radical, pasando de ser un territorio fiel a los principios del franquismo a convertirse en uno de los lugares más contestarios. En esa labor de análisis global de lo que fue esa época, no pasa por alto sucesos, como los de Montejurra de mayo de 1976, en los que pistoleros de extrema derecha asesinaron a dos militantes carlistas. Unos hechos en los que los aparatos del Estado tuvieron una conexión directa con la planificación de dichos asesinatos. 

Por lo que respecta al relato de los acontecimientos, este trabajo inicia su exposición en los días previos a las fiestas de Iruña-Pamplona, pasando por los sucesos que se vivieron el día 8 de julio de 1978, así como el aluvión de protestas que se dieron en otros puntos de Euskal Herria y la represión que desató el régimen, en concreto en la localidad de Rentería (Gipuzkoa).

El relato no se queda en los días posteriores pues continúa exponiendo una serie de hechos y acciones llevadas a cabo durante cuarenta años para que continúe viva la memoria de Germán Rodríguez, así como todas las iniciativas que se han llevado para reclamar verdad, justicia y reparación.

¡No os importe matar! San Fermines 1978: Crimen de Estado
Presentación del libro en la librería Traficantes de Sueños

La exposición va acompañada de testimonios de personas que vivieron de forma directa esos acontecimientos. De hecho, algunos fueron heridos en los sucesos que se produjeron esos días. Es necesario destacar la labor minuciosa de investigación realizada en la obtención de informes oficiales y su análisis, algunos de los cuales ha sido desclasificados recientemente, así como de los informes que en su momento elaboraron las peñas sanfermineras, comparecencias parlamentarias, etc…

Este libro tiene varios logros que no puedo dejar pasar sin mencionarlos porque, sin duda alguna, ayudan a poder entender mucho mejor las actuaciones de los aparatos del Estado y la impunidad con la que se movían.

El primero, sin duda alguna, es que nos da una información valiosísima del poder que tenían los mandos policiales, hasta el extremo de ningunear a todo un gobernador civil. Puede parecer surrealista pero los datos que se aportan son muy elocuentes. El Gobernador Civil de Navarra llegó a reconocer que sus instrucciones no fueron obedecidas por los mandos policiales.

El segundo logro es que consigue desmontar la versión oficial de los hechos. Las diferentes pruebas que se aportan, junto con los innumerables testigos presenciales de todos los hechos que se produjeron en esos días no dejan lugar a dudas. Todo lo que sucedió en el mes de julio de 1978 tanto en Pamplona como en otras localidades de Euskal Herria, caso de Rentería, no fue más que una acción planificada por parte de los aparatos del Estado para imponer su orden y recordar a la población cuales eran los límites a la apertura democrática. Esto iba a ser la Transición y la línea roja que no se podía traspasar tenía que quedar muy clara.

Este libro nos sirve para comprobar como las instituciones democráticas, en cuanto han tenido la mínima ocasión, han intentado echar en el olvido los sucesos de los Sanfermines de 1978 hasta el extremo de intentar boicotear cualquier expresión de recuerdo y solidaridad hacia German Rodríguez y su familia.

Para entender lo que fue la mal llamada Transición es fundamental conocer con profundidad algunos de los hechos más sangrientos que se vivieron durante esos años. Los asesinatos de 5 trabajadores el 3 de marzo de Vitoria-Gasteiz, los sucesos de Montejurra en el mismo año, el mes de enero de 1977 con los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha y dos manifestantes en la calles de Madrid, las semanas proamnistía vividas en Euskadi, con varios manifestantes muertos por disparos de la Policía y Guardia Civil y los sucesos acaecidos en los Sanfermines de 1978.

Por lo que respecta al título del libro, puede que a las personas que no tengan un conocimiento sobre estos hechos les parezca algo llamativo, por no decir provocador. Por el contrario, la realidad es otra y mucho más entendible. La frase ¡No os importe matar! Está recogida de una grabación que se realizó a la emisora de la Policía Armada durante los incidentes ocurrido el día 8 de julio en la capital navarra.

Para finalizar, leer el prólogo que escribe Joseba Asiron es de las cosas que merecen la pena y que a uno le reconfortan.