El periodismo, más que una profesión, es una vocación de servicio a la sociedad. Otra cosa bien distinta es lo que en la actualidad practican infinidad de medios comunicación, que tienen como objetivo primordial ser fieles escuderos de los poderes económicos que los financian. No van a morder la mano que les da de comer, lo que los convierte en una especie de blanqueadores mediáticos de oscuros intereses económicos.
“Fábrica de cuentos” es una novela de Javier Mestre, publicada en noviembre de 2019 por la editorial La Oveja Roja. Un libro que no supera las 300 páginas y en el que nos adentra en ese mundo tan fascinante que es el periodismo, pero que no es necesario escarbar mucho para toparse con la cruda realidad. Una de las profesiones más vilipendiadas, donde la expresión “derechos laborales” está reservada para un reducido número de personas, la élite de la profesión. Quienes lean esto último pueden pensar que esta situación es producto de la crisis económica que nos sacudió a partir de 2008. Pero no, la normalización de la precariedad en el periodismo se arrastra de mucho tiempo atrás. Quizá sea ese el método para poder ejercer un control sobre las personas que ejercen la labor de informar a la sociedad. De esta forma, al que se sale de la línea establecida es mucho más fácil marginarlo, porque “el opinar es un lujo que no se pueden permitir”.
La historia o, mejor dicho, las dos historias que encarnan Luz y Luna, dos antiguas compañeras de la facultad de periodismo, sirven para dar cuerpo a la novela de Javier Mestre y que este nos conduzca por un relato en el que pone sobre la mesa temas tan importantes como la ética periodística, el periodismo de trinchera que desde hace años estamos viendo tan de cerca y lo complicado que resulta hacer periodismo independiente, sobre todo cuando el medio de comunicación está en las antípodas ideológicas del periodista que desarrolla en él su trabajo.
Las dos personas sobre las que va transcurriendo la trama de la novela representan dos proyectos de vida que se reflejarán a la hora de ejercer su profesión. El entorno social y familiar de cada una de ellas las marcará a la hora de tomar decisiones en un mundo como el periodismo, en el que independencia profesional y estabilidad laboral son dos polos que se repelen.
El autor, a través de las dos protagonistas de su novela, contrapone dos conceptos de la profesión periodística. Por un lado, la periodista “comprometida hasta la médula con su profesión y con la función social del periodismo, que es sacar a la luz la verdad para transformar la sociedad y dejar un mundo mejor que el que nos encontramos” y, por otro lado, una visión práctica de la profesión en la que prevalece la necesidad de la búsqueda de unas condiciones laborales que sirvan para tener una vida digna. “¿Qué importa la línea editorial, qué más da las opiniones? Por la posibilidad de tener un trabajo y sacar adelante a su familia”. Al fin y al cabo, para un periodista de a pie el opinar “es un lujo que no se puede permitir”, pues está reservado para los que tienen unas condiciones laborales inalcanzables para la inmensa mayoría de la profesión. Para ella “las palabras contrato y sueldo” suponen una meta casi inalcanzable en el mejor de sus sueños.
El autor plasma una fotografía muy nítida de lo que son los medios de comunicación, sobre todo los escritos, con una descripción francamente brillante de ese periodismo de trinchera que más que informar se dedica a fabricar editoriales en serie, convirtiéndose en una maquina propagandística para sus acólitos o para el despistado de turno que se topa en Internet con alguno de sus artículos. Lo que Javier Mestre denomina en el libro de forma muy elegante “churrería informativa” y que no es otra cosa que una fábrica de fake news. Pura “maquinaria de guerra periodística”. A la persona que decida leer la novela le será sumamente fácil poner nombre y cara al medio de comunicación, incluido su director, en el que se inspira. La novela no deja lugar a dudas.
Javier Mestre en su novela nos ofrece una panorámica muy descriptiva y clarificadora de la labor que supone ser periodista de conflictos olvidados que no son portadas de los periódicos ni abren telediarios a no ser que a algún periodista de nuestro entorno le ocurra alguna fatalidad. Ese deseo periodístico de “arrojar luz” sobre los innumerables rincones oscuros que hay a lo largo del planeta les convierte en testigos incómodos de un horror que en la mayor parte de las veces Occidente procura mirar para otro lado para no soliviantar a algún país de la región. Ante todo, que no se vea afectada la geopolítica y los intereses económicos que los países del Primer Mundo tienen en la zona. Los derechos humanos y todo lo que puede afectar a las personas de esas regiones olvidadas quedan en un segundo plano y el periodista se convierte en un testigo incómodo no sólo para los países donde se producen este tipo de vulneraciones sino para el país de donde procede.
Es una novela de lectura ágil, que conforme uno avanza en su lectura se va zambullendo cada vez más en ella y una vez finalizada es de las que te invita a reposar su lectura para pasar a plantearse una serie de preguntas y duda, porque todo esto no es blanco ni negro, hay una infinidad de matices que no se pueden pasar por alto.
A pocos kilómetros de la vieja Iruña (Pamplona) y en dirección norte, se encuentra el monte Ezkaba, desde donde se puede divisar toda la comarca de la capital del antiguo Reino de Navarra. En él se encuentra el fuerte de San Cristóbal. Una fortaleza militar de finales del siglo XIX, construida al finalizar la última guerra carlista, durante el reinado de Alfonso XII y que con posterioridad fue reconvertido en prisión para encarcelar a presos políticos.
Una vez que triunfó el golpe de Estado de julio del 1936 en Navarra, este recinto militar sería uno de los que utilizasen para recluir a cientos de prisiones políticos a lo largo de esos años. En este contexto, en mayo de 1938 este presidio vivió un hecho sin precedentes. En él se produjo una de las mayores fugas de prisioneros. Más de 800 presos lograron huir de esta fortificación. La inmensa mayoría fueron asesinados en su huida o detenidos por los sublevados. Muy pocos lograron su objetivo de cruzar los Pirineos para llegar a Francia.
Este suceso histórico ha servido a Amaia Olariz Rivas para inspirarse en su último trabajo literario. Con el título “El largo sueño de tu nombre”, publicado por el Editorial Txalaparta en marzo de este año, la escritora va tejiendo un relato que teniendo como argumento principal los hechos acontecidos en mayo de 1938 confluyen diferentes personajes de ficción que van dando vida a esta novela.
El silencio que ha reinado a lo largo de los años alrededor de lo acontecido con la fuga del fuerte del monte Ezkaba ha servido a la autora para rescatarlo de ese sueño tan profundo en el que se encontraba.
En esta novela histórica de poco más de 280 páginas la autora a través de los personajes que forman parte de la trama concibe una historia acerca de la fuga del fuerte de San Cristóbal y a partir de ahí es un volar la imaginación en la que van desfilando los diferentes personajes y cada uno con una mochila repleta de recuerdos, anhelos, angustias y miedos.
El protagonista, Mikel, un periodista que sustrae el diario de una persona recién fallecida será la pieza fundamental para encajar un puzle que llevaba más de setenta años esparcido y condenado irremisiblemente a no ser reconstruido. Ese pequeño diario dará pie para introducir en la obra a los diferentes personajes que irán aportando su granito de arena para el desarrollo de la trama.
Las historias desgarradoras que dan cuerpo a la novela son producto de la creatividad de la autora, pero se convierten en una ventana que nos acerca a lo que pudieron soportar las personas que sufrieron la reclusión en ese presidio y sus familiares, porque en una historia de ficción es imposible llegar al estadio de la realidad pues esta suele ser más dolorosa.
Ese diario que recoge lo vivido por un joven voluntario carlista a lo largo del año 1938 es un ejercicio de liberación de una carga con la que lleva conviviendo desde entonces. Un intento de reconciliarse con las víctimas y consigo mismo. Un intento desesperado para que lo que vivió no sea pasto del olvido.
La autora, a través de los personajes creados para esta novela, introduce algunos conceptos como la mirada autocrítica hacia el pasado de uno, que muchas veces cuesta aceptar y con la que en muchas ocasiones se convive de forma un tanto obsesiva o el miedo a la toma de decisiones que nos pueden marcar nuestro futuro o hacernos salir de nuestra zona de confort.
La novela tiene ritmo y va conduciendo al lector por los diferentes pasajes de la trama en una atmósfera de tensión e intensidad lo que ayuda a no perder la atención del relato. Todo ello consigue que desde el primer momento uno se sumerja de lleno en la trama de la novela.
Es una novela que a través de la mayor parte de los personajes que intervienen transmite sensibilidad y emociones, con el añadido que en algunos pasajes puede generar al lector una cierta angustia.
El lenguaje de la novela está muy bien cuidado, junto con las descripciones que realiza de los diferentes lugares de la geografía navarra por donde transcurre la novela.
Ante las sacudidas que nos da la vida, la tenacidad es la fuerza que necesitamos para poder rehacernos del sufrimiento padecido. Para ello muchas veces tenemos que iniciar un proceso de descubrimiento interior.
Ese camino es el que realiza Celia, la protagonista de la novela “Años de niebla”, escrita por Fernando Palazuelos y publicada en 2016 por el Editorial Ttarttalo.
La trama de la obra gira en torno a una mujer, que a sus veintiocho años en un breve espacio de tiempo encadena dos circunstancias personales adversas. Como válvula de escape inicia un trabajo sobre su genealogía, pero en esa labor de encajar todas las piezas, se encuentra con un espacio oscuro dentro de sus antepasados, el que corresponde a su abuelo materno, a quien no conoció y sobre el que recae un hermetismo familiar.
En su intento de seguir los pasos de su abuelo emprenderá un viaje desde Bilbao a Lisboa, con el objetivo de buscar algún rastro de su abuelo que desapareció en 1943. Una misión que se antoja inalcanzable, como le ocurrió a Telémaco cuando se aventuró a un viaje por las diversas ciudades de Grecia para buscar noticias de su padre, Ulises.
La protagonista realmente inicia dos viajes. Además del viaje físico en búsqueda de alguna noticia que le ayude a saber cuál fue el destino de su abuelo, “realiza un viaje interior en búsqueda de sí mismo y de un sentido para su existencia”. El viaje es la herramienta que utiliza para ir desprendiéndose del pesimismo que es innato a ella producto de su infancia y adolescencia.
A lo largo de la obra la protagonista inicia un descubrimiento interior que le ayudará a ir superando todos sus complejos y miedos. Es un proceso en el que irá curando las heridas con las que empezó su viaje a Lisboa. El fracaso de una relación anterior y el intento de abandonar un derrotismo transmitido por su madre. Este viaje le servirá de crecimiento personal.
Junto a la protagonista de la novela, Celia, el autor crea otro personaje, João, que viene a ser en cierta forma la antítesis de la protagonista. Una persona con un equilibrio interior. Algo que anhelaba tener ella. Gracias a él, la protagonista irá desprendiéndose de toda es lastre que le ha seguido como inseparable compañero de viaje.
En la novela hay un espacio para algunas reflexiones filosóficas. La verdad, la fe y el ser humano son algunas cuestiones que aparecen en esta obra.
La novela nos adentra en el Portugal dominado por la dictadura salazarista. En 1943 Europa está inmersa en la II Guerra Mundial, y Portugal que oficialmente es un país neutral, se convierte en centro de operaciones de espionaje, negocios turbios y país de paso para exiliados. Pero como dictadura de corte fascista, las relaciones con los países del Eje y con la España de Franco, daban pie a que en Portugal los servicios secretos de estos países actuaran con gran permisividad. Ese momento histórico le ha servido al autor para ambientar el relato. En la novela aparece la similitud de dos países que vivieron años de niebla, producto de dos dictaduras totalitarias.
En mi caso, la lectura de este libro hace imaginar al lector un viaje a Lisboa. Las descripciones que realiza a lo largo del relato de la capital portuguesa es una invitación a sumergirse por la ciudad. Quizás en mi caso influya el recuerdo lejano que tengo de la estancia en esa ciudad.
Para Celia, el fado es lírica de hermosa tristeza. El libro tiene momentos de tristeza, pero no cabe duda que es hermoso.
A lo largo del libro hay algunas dibujos e ilustraciones con frases y reflexiones.
La realización de procesos sumarísimos, consejos de guerra y procesos inquisitoriales ha sido una constante a lo largo de la historia. Ya mucho antes que existiera el Estado español como hoy lo conocemos era una práctica habitual en estas latitudes y, a partir que se constituyó en un Estado moderno continuó vigente este modus operandi, aun si cabe, con mayor fuerza que nunca.
Se puede decir que la aplicación de este tipo de procesos es algo innato a este Estado. Va indisolublemente ligado a la historia de Castilla y posteriormente de España. Todavía, a día de hoy observamos, si bien en la inmensa mayoría de los casos con gran sonrojo, que el Poder sigue utilizando este tipo de procesos como instrumento fundamental para reprimir a todos aquellos que se salgan de los designios establecidos para el pueblo. Para todo el que traspasa la línea del orden existente, o podríamos decir ¿impuesto?, es víctima de uno de estos procedimientos en los que el futuro del encausado está escrito de antemano.
No ha habido siglo ni época en la que los que ostentaban el poder no hayan utilizado estos métodos para, lisa y llanamente, reprimir a las clases populares cuando estas han querido participar de forma directa en la toma de decisiones o, simplemente cuando sus costumbres y modo de vida contravenían las leyes terrenales o divinas. Luego en el relato de la historia habrán utilizado eufemismos para esconder la realidad.
Quedan muy lejos en el tiempo el proceso a los Comuneros de Castilla organizado por la Corona castellana o el proceso de Logroño organizado por la Inquisición contra las mujeres de Zugarramurdi. Como el Santo Oficio le debió coger cierto placer a quemar en la hoguera, lo siguió realizando a lo largo de varios siglos. En el caso de los comuneros, lo que había que atajar es cualquier protesta que cuestionara el régimen y el poder existente y en los procesos de la Inquisición había que aniquilar todo pensamiento que se saliese de la ortodoxia católica. Pero para no extenderme en exceso, mucho más cercanos son los innumerables procesos que se han dado a lo largo del siglo XX. Cualquier protesta de cierto relieve traía consigo el correspondiente consejo de guerra. La Semana Trágica de Barcelona fue un botón de muestra. Después de los sucesos acaecidos, con la falsa acusación de instigador de las protestas, el régimen organizó un consejo de guerra a Francisco Ferrer Guardia para posteriormente ejecutarlo. Luego vino la huelga de 1917, con sus juicios respectivos. En la Revolución de octubre de 1934, además de la salvaje represión del Ejército, tampoco pudieron faltar los consejos de guerra para reprimir a la clase trabajadora.
Con el golpe de Estado de julio de 1936 y la victoria después de tres años de guerra, los procesos sumarísimos de corte militar fueron una constante durante los primeros años del franquismo. Durante la dictadura siguió habiendo consejos de guerra, aunque a lo largo de los años fue bajando en número, pero en la década de los años 60 del siglo XX, el fortalecimiento de la oposición al régimen franquista trajo consigo un nuevo incremento de esta práctica. Hubo varios consejos de guerra conocidos, como el que se celebró contra le militante del PCE Julián Grimau, que fue condenado a muerte y fusilado, y algunos consejos de guerra a militantes de ETA. Pero sin duda alguna, el consejo de guerra que más repercusión tuvo a nivel internacional y sobre el que más se ha escrito fue el que se celebró en diciembre de 1970 contra dieciséis militantes de ETA en Burgos, en el que se pedían seis penas de muerte y cientos de años de prisión, y del que el pasado mes de diciembre se ha cumplido el quincuagésimo aniversario.
Los ecos del Proceso de Burgos
El aniversario de este proceso no ha pasado desapercibido para la prensa. Otra cosa bien distinta ha sido el tratamiento que cada medio le ha dado. La profesión periodística no deja de tener un gran componente ideológico y político, y en estos tiempos que corren, en los que las portadas y titulares de la prensa destilan de todo menos información, no podían dejar pasar este acontecimiento para dar su particular versión de lo que supuso todo lo vivido dentro y fuera del juicio, porque el Proceso de Burgos no se puede entender si uno se circunscribe única y exclusivamente a las sesiones en las que duró el juicio. Si en algo pueden coincidir las diferentes visiones a la hora de analizar este acontecimiento histórico es que este Proceso ha de analizarse de forma global. Pero si realizásemos una comparación entre los materiales publicados en fechas recientes, uno se quedaría sorprendido por el tono de las diferentes versiones que se puede encontrar.
Sobre un hecho de esta trascendencia se han publicado algunos libros. Sin desmerecer a alguno que otro, yo me he decantado por la lectura de uno que se publicó pocos meses después de haberse celebrado este juicio y que ha sido reeditado recientemente.
El Proceso de Euskadi en Burgos
Con el título “El Proceso de Euskadi en Burgos” los abogados Miguel Castells y Francisco Letamendia, Ortzi, que ejercieron la defensa de dos de los procesados escribieron este libro pocos meses después de haberse celebrado el consejo de guerra. Su publicación se realizó en París por el desaparecido Editorial Ruedo Ibérico. Fue uno de las decenas de libros que este editorial publicó en Francia durante el franquismo. La reciente reedición de esta obra ha corrido a cargo del Editorial Txalaparta.
El hecho que los autores del libro tuvieran un papel importante en todo el proceso es un factor importante a la hora de estudiar lo que supuso el Proceso de Burgos. Nadie mejor que ellos para relatar lo que supuso ese juicio. Ellos tuvieron una participación activa en todo el proceso judicial y, sobre todo en las sesiones de la vista. Pero, a su vez , ellos tuvieron contacto directo con los procesados y paralelamente vivieron de primera mano todos los acontecimientos de ese mes de diciembre de 1970.
El título ya nos ayuda a hacernos una composición de lugar de lo que sucedió en el juicio. El intento fracasado de juzgar a todo un pueblo a través de los procesados. Estos no dejaban de ser los chivos expiatorios dentro de la estrategia represora del régimen.
Esta nueva edición, que consta de algo más de 500 páginas, viene acompañada de un prólogo realizado por uno de los autores, Miguel Castells, en el que realiza una exposición que tiene como finalidad explicar el motivo de esta nueva reedición. Y siendo una voz autorizada para relatar los hechos que ocurrieron en aquel diciembre de 1970, en el prólogo a esta edición manifiesta que a lo largo del tiempo ha habido muchas versiones sobre este proceso, y no duda en afirmar que “muchas mienten: unas por lo que callan, otras porque contradicen directamente la verdad y otras porque en parte callan y en parte contradicen burdamente la verdad”.
Miguel Castells nos facilita algunos datos de interés que no figuran en la primera edición, no porque los autores no quisieran incluirlos, sino porque en ese momento no era conveniente que aparecieran. Aunque el libro fue editado fuera del Estado español, los autores y algunas personas relacionadas con dicha publicación vivían bajo el régimen franquista y eso podía suponer un riesgo para ellas.
En el prólogo de esta edición Miguel Castells relata a grandes rasgos como planificaron todo lo relativo a la defensa de los acusados. El papel que jugaron los procesados, marcando en todo momento la estrategia a seguir y la composición de los abogados defensores. Son datos que ayudan a poder entender el tipo de defensa que realizaron.
El prólogo de la primera edición reproduce documentos sustraídos de un sumarísimo militar de 1937 en el que fueron fusilados los seis concejales del Ayuntamiento de Busturia (Bizkaia), una vez que los sublevados fascistas ocuparon el pueblo. Su lectura es una muestra de lo que fueron los consejos de guerra desde el golpe de Estado de julio de 1936. Una farsa convertida en tragedia para quienes lo sufrieron.
Ideología política y legislación
El libro consta de dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, con el título “Decreto sobre rebelión militar. Bandidaje y terrorismo”, es un auténtico tratado sobre la legislación penal existente a lo largo del franquismo en lo relativo a los delitos de contenido político, porque todo lo que fuera luchar contra el régimen franquista entraba dentro del término Rebelión. Este análisis exhaustivo es realizado teniendo presente en todo momento el contexto político, porque, como bien se recoge en este trabajo las leyes son dictadas por “la clase en el poder”, pues “las leyes, incluso las más inocuas, están preñadas de ideología política”.
Esta parte del libro va más allá de lo que puede ser un análisis penalista de la legislación del franquismo. Es un estudio jurídico desde una óptica ideológica y política, pues pone sobre la mesa la función que tiene la legislación en el marco de la defensa del poder por parte de la clase dominante, para ello realiza una exposición acerca de la carga ideológica que tiene la legislación en cualquier lugar y ,sobre todo la legislación penal en la defensa del grupo que esté en el poder.
El análisis de la evolución de la legislación franquista en esta materia nos ayuda a percibir las necesidades que va teniendo el régimen a lo largo de los cuarenta años de dictadura para buscar los equilibrios internos y externos para perpetuarse en el poder y, a su vez, proyectar hacia el exterior una imagen más suave. Los autores explican perfectamente como desde el final de la guerra civil el régimen franquista va haciendo modificaciones legislativas, en algunos casos, técnicas, para armonizar la legislación en materia represiva, y en otros, que son los más importantes, para adecuarse a las necesidades políticas del momento. Es interesante conocer como a partir de la década de los años 60, el régimen franquista, sin abandonar su dureza a la hora de castigar todo tipo de protestas, va dando a la legislación penal un barniz que sirva para proyectar una imagen aperturista. Todo ello con la finalidad de salvaguardar cara a la Comunidad Internacional las políticas socioeconómicas que se estaban llevando a cabo por parte del régimen.
Es interesante la radiografía que hacen los autores de la estrategia que sigue el régimen a lo largo de los años de utilizar la jurisdicción militar para juzgar este tipo de delitos en función de sus necesidades y de la coyuntura del momento y la creación de una jurisdicción ad hoc, lo que fue el TOP (Tribunal de Orden Público), compuesto por miembros de la judicatura pero muy cualificados en lo que se refiere a la represión franquista, no teniendo nada que envidiar por su dureza represiva a la jurisdicción militar.
El régimen en el banquillo
La segunda parte se adentra en lo que fue el Proceso de Burgos, desde el momento que se produjeron las detenciones de los procesados hasta que se dictó la sentencia y el posterior indulto.
A lo largo de esta parte de la obra se va relatando los hechos de forma pormenorizada, incluso se recogen literalmente diligencias policiales, escritos de acusación, escritos de las defensas, todos ellos previos a la vista y transcriben las sesiones del consejo de guerra.
Todo ese relato va acompañado de las protestas que se vivían en Euskal Herria, en el Estado español y a lo largo de Europa Occidental. Para ello, completan el trabajo crónicas periodísticas de esas fechas, tanto de la prensa española, que en su totalidad era de ideología franquista, como con artículos de la prensa europea, lo que ayuda al lector a contrastar la información y, en el caso de la prensa española comprobar el grado de manipulación informativa que existía.
Los autores nos relatan que desde un primer momento los procesados tenían claro que quien les podía salvar de las durísimas penas que a las que iban a ser condenados era el pueblo con sus movilizaciones, por lo que su objetivo fue utilizar la vista oral como altavoz para las reivindicaciones y denunciar la represión franquista contra la clase obrera y el pueblo trabajador vasco. El objetivo era claro: sentar al régimen en el banquillo de los acusados.
Si en la primera parte del libro se hace una excelente radiografía del régimen franquista y de la maquinaria represiva en la que se apoyaba, esta segunda, a través de los hechos que relata, nos ofrece un análisis de las disputas internas que se vivían dentro del régimen entre las diferentes familias que lo conformaban.
Si hay algo en lo que coinciden todos los que han analizado el Proceso de Burgos es que el juicio tuvo un efecto boomerang contra el régimen. El franquismo, que pensaba que había “descabezado” a la organización armada ETA, se puso como objetivo anular cualquier tipo de oposición y, sobre todo destruir al movimiento abertzale y, por extensión, que el pueblo vasco asumiera la imposibilidad de vencer al franquismo. Pero en esta obra los autores van más allá, y relatan, aportando diversos artículos publicados en la prensa estatal e internacional, como este proceso tuvo unas consecuencias muy importantes dentro del propio régimen. Como consecuencia del juicio y lo que aconteció en las sesiones de la vista oral, afloraron las contracciones existentes dentro del régimen, siendo un paso más en la descomposición de éste. A lo largo de los 40 años de dictadura franquista, éste fue el momento político en el que los choques internos entre las diversas facciones franquistas fueron más despiadados, llegándose a dar ciertos movimientos conspirativos entre la oficialidad del Ejército.
Otra de las cuestiones que nos exponen a lo largo del libro, pero donde se desarrolla es en la segunda parte, es la posición que tuvieron que adoptar los gobiernos europeos ante el juicio. Gobiernos que en los años 60 ya habían normalizado las relaciones con la España franquista, gracias a los efectos de la Guerra Fría, se vieron presionadas por sus opiniones públicas, hasta el extremo que tuvieron que presionar al Estado español para no llevar a efecto la imposición de las penas capitales.
En el libro se recoge la auténtica batalla que llevaron los letrados, entre los que se encontraban los autores del libro, bajo las directrices de los procesados, contra los miembros del Consejo de Guerra. Las tensiones que se vivieron a lo largo de las sesiones de la vista oral para finalizar con la publicación de la sentencia en la que se imponían unas condenas superiores a la petición del fiscal militar. Todas estas circunstancias, tensiones internas y presiones internacionales, abocaron al régimen a la única salida que le quedaba, conmutar las nueve penas de muerte impuestas, e intentar vender el indulto como un acto de fortaleza del régimen, aunque la realidad fue bien distinta. Fue una derrota del régimen.
Una lección para el régimen
El Proceso de Burgos consiguió fortalecer todo lo que quería combatir. Su objetivo era descabezar a ETA y, por el contrario, lo que se da es un impulso a una organización que en aquel momento estaba sufriendo una crisis sin precedentes, estando no sólo debilitada, sino que había sufrido una ruptura interna.
Los autores en este libro sólo hacen mención a una acción que realiza una de las dos ramas en las que en ese momento se había partido ETA. El secuestro del cónsul honorario de Alemania en Donostia y su posterior liberación por parte de ETA V Asamblea. Fue la acción que más repercusión mediática tuvo. En el libro no se hace mención al intento que hizo la organización ETA VI Asamblea de liberar a los acusados en este proceso que se encontraban en la cárcel de Burgos. Realizaron un túnel desde el sistema de alcantarillado, pero al final se encontraron con un muro de hormigón que les fue imposible salvarlo.
A partir de este proceso judicial las cosas cambiaron sustancialmente. ETA creció de forma exponencial y el régimen franquista aprendió la lección y no quiso repetir la experiencia de organizar un macroproceso para evitar que fuera plataforma para las reivindicaciones de los encausados. Su apuesta fue la de liquidar físicamente a los militantes de ETA bien a través de acciones de los cuerpos policiales o recurriendo a grupos parapoliciales.
El libro sobre el que versa este comentario no es de reciente publicación, pues vio la luz en febrero de 2016 y se encontraba en la balda de mi librería en la que tengo por costumbre depositar los libros pendientes de leer y en este caso, como en otras ocasiones, me he demorado quizá demasiado a la hora de leerlo. Eso sí, una vez que uno inicia su lectura es imposible no terminarlo.
No siendo un libro de reciente aparición me ha parecido oportuno dedicarle esta reseña por el valor histórico que tiene la persona sobre la que gira este ensayo y para que no pase de puntillas lo que en él se recoge. Aunque sea de forma modesta, es imprescindible rescatar del olvido y que no pase de forma desapercibida lo que fue la II República en Navarra y lo que vino con posterioridad de la mano del golpe de Estado de julio de 1936. Siempre hay que tener presente que desde Navarra el general Mola planificó el golpe militar y la estrategia represiva que los golpistas pusieron en marcha contra la población que no profesaban su ideología[1].
Bajo el título “Nuestro pueblo despertará. David Jaime y la República vasconavarra” (Editorial Txalaparta), el autor, Jose Mari Esparza Zabalegi hace un recorrido por la vida del político republicano navarro David Jaime Dean y los acontecimientos históricos que vivió, en muchos de los cuales el protagonista de este ensayo fue uno de los políticos navarros que más brillaron a lo largo de los años de la II República y posteriormente en el exilio. Quizá sea el representante más destacado del republicanismo navarro euskaldun de izquierdas. Su abnegado trabajo en favor de unos ideales que supusieran la transformación de la Navarra tradicional y clerical en una Navarra republicana, progresista y laica, le hizo estar en la primera línea de la política navarra a lo largo del periodo de la II República, llegando a formar parte de la Gestora de la Diputación de Navarra entre los años 1931-1933 y posteriormente sería miembro del Consejo de Navarra en el exilio, ejerciendo de facto la presidencia de este organismo, así como de su Comisión Permanente.
En estos momentos en los que estamos observando con preocupación las agresiones a la Memoria Histórica por parte de los que quieren silenciar todo lo que ocurrió tras el golpe de Estado de julio de 1936 y de los anhelos de algunos por volver a repetir un golpe de Estado de las mismas características, este libro es un recordatorio de lo que representaron una generación de políticos republicanos navarros que en palabras de Jose Mari Esparza lucharon por una “Navarra, laica, republicana, de izquierdas, euskaldun y unida, sin perder su autonomía, al resto de Euskal Herria”.
Tengo que decir que hasta la lectura de este libro desconocía quien fue el republicano David Jaime Dean. Fue uno de estos políticos que han sido pasto del olvido. Sobre él se depositó una ingente capa de polvo producto de los largos años de dictadura. Esa forma tan especial de dar cerrojazo a una parte de la historia: los años de la República, el golpe de Estado y la represión franquista.
La labor de escribir la biografía del político republicano tafallés, David Jaime Dean, ha corrido de la mano de otro tafallés, Jose Mari Esparza Zabalegi y publicado por el editorial Txalaparta, sito en Tafalla. En este caso parece que David Jaime si ha sido profeta en su tierra.
El libro que consta de algo más 300 páginas, alterna las vicisitudes de David Jaime con el relato de los acontecimientos históricos en los que el político navarro fue uno de los actores principales. Una de las características más destacables de esta obra es el trabajo de documentación que hay detrás de ella, algo que no es nuevo en el autor. Si por algo destacan cualquier obra que ha publicado Jose Mari Esparza, es por su meticulosidad a la hora de documentar lo recogido y este ensayo no ha sido una excepción.
A lo largo de la obra el autor nos va desgranando la historia del republicanismo en Navarra, desde sus inicios, en el periodo de la Primera República, la relación que tiene con las ideologías de la época, carlismo y nacionalismo vasco, y su posición en favor de la defensa de los fueros como herramienta para la defensa de las ideas federales.
El libro consta de seis partes y los anexos formados por documentos redactados por los partidos republicanos navarros de izquierda sobre la República y el Estatuto Vasco-Navarro.
El autor le dedica la mayor parte del libro al periodo correspondiente a la Segunda República y el posterior exilio, en la que David Jaime es un personaje que lo vive en primera persona y con un grado muy importante de protagonismo.
Al final de cada parte hay una cuidada colección de fotografías correspondiente a ese periodo de la vida del protagonista, excepto en la segunda y sexta.
Primera parte
El autor nos lleva por la vida y peripecias de David Jaime. Su infancia en Eugi y su juventud en Etxarri Aranatz, le permiten aprender la lengua de sus ancestros, la linguae navarrorum. El amor que le profesó se vio reflejado en la defensa que de ella hizo a lo largo de su trayectoria política. Luego vendría su estancia en Argentina, donde refuerza sus ideas liberales y republicanas. Los nuevos estados americanos, nacidos como consecuencia de la lucha por la libertad eran el lugar idóneo para consolidar su ideología republicana y progresista. Su retorno al viejo Reino, allá por 1917, le devolverá al país tradicional que dejó, donde “el robledal carlista” lo dominaba todo. En esas fechas se va vislumbrando la aparición de las ideas liberales y un incipiente movimiento obrero. Todo este proceso David Jaime lo vive sin tener todavía una participación directa en política pero con el paso del tiempo y su posterior asentamiento en Tafalla, la tierra de sus padres, le llevará a estar en la primera línea de la vida política de Tafalla y Navarra.
Segunda parte
Esta parte del libro es una exposición concisa de la evolución de las ideas ilustradas, librepensadoras y republicanas pensamiento en Euskal Herria en general y en Navarra en particular a lo largo de la historia.
Desde una óptica político-social nos hace una introducción desde el Renacimiento, pasando por la Ilustración para llegar al siglo XIX y a los conflictos que se vivieron a lo largo de ese siglo en Navarra.
En ese recorrido histórico el autor nos habla de la figura de Manuel Larramendi, que en el siglo XVIII defenderá el derecho a la existencia de una República formada por bascongados constituyendo una nación libre y unida. Antes de sumergirse en los avatares del siglo XIX hace un pequeño repaso de la guerra de Convención (La Francia nacida de la Revolución entra en guerra con la Monarquía española) para acabar centrándose en lo que representó el conflicto entre carlistas y liberales en los territorios vasconavarros. No es el primero ni será el último libro en el que se desmonte el concepto existente de lo que representaba cada bando (carlista y liberal) en liza y el por qué se produjo el levantamiento en las provincias vasconavarras.
Se detiene en el análisis de lo que fue la I República española, lo que supuso para el republicanismo liberal vasco y la existencia de un republicanismo liberal defensor de la restauración foral.
Tercera parte
Comprende el periodo del inicio de la II República hasta la llegada del bienio negro. El autor nos va relatando a través de las actividades del político tafallés las visicitudes que se vivieron en Navarra. El protagonista del libro tuvo una presencia notable en la política navarra. No sólo fue concejal en el Ayuntamiento de Tafalla, sino que fue miembro de la Gestora de la Diputación.
A lo largo de estos intensos años tiene especial importancia todo el proceso de discusión del Estatuto Vasco-Navarro. Los enredos de la derecha navarra para utilizar este debate con el objetivo de desgastar a la II República, el error del PNV en los primeros compases a la hora de buscar sus compañeros de camino, las dudas y prejuicios de algunos republicanos y socialistas, que no de todos, a la hora de posicionarse en favor de que Navarra aprobase el Estatuto y las irregularidades que se produjeron en la asamblea en la que se decidió que Navarra se quedase fuera del Estatuto.
El autor no deja pasar por alto la actitud que tuvo David Jaime ante los problemas sociales. Desde el Ayuntamiento trabajó en favor de la recuperación de comunales y corralizas, en todo tipo de obras públicas, infraestructuras públicas y servicios públicos, construcción de casas baratas, etc., que ayudasen a mejorar la vida de sus vecinos y, en especial, de los más humildes y desfavorecidos. Y fue un avanzado a su tiempo, pues en 1932 planteó, sin éxito, la demolición de la plaza de toros “donde se dan espectáculos incultos, sin rentabilidad para el Ayuntamiento”.
Cuarta parte
Jose Mari Esparza nos relata la victoria del Frente Popular en todo el Estado y los preparativos del horror que se avecinaba y, con ello, el infierno que pasó David Jaime para poner a salvo su vida, pues desde el momento en que triunfó el golpe en Navarra su suerte estaba echada. Una fosa común o el exilio. Por fortuna, pero después una odisea dramática, nos cuenta cómo logró ponerse a salvo.
En esta parte del libro se hace eco del giro que dan las izquierdas en Navarra respecto al Estatuto Vasco una vez que se produjo la victoria del Frente Popular. Empiezan a ser conscientes de la necesidad de buscar la unidad política con los otros tres territorios vascos, si quieren que la derecha reaccionaria deje de ser el eje sobre el que gire la política navarra. Los políticos socialistas y republicanos que en 1932 habían estado en contra deciden apoyar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco y para ello los partidos del Frente Popular firman un manifiesto muy clarificador que se puede leer en los anexos del libro.
Quinta parte
Es la parte más extensa de todas, en ella el autor recoge todo lo que fue su vida en su exilio en Iparralde hasta su fallecimiento. Sus penurias económicas, sus problemas de salud y su incansable actividad política para coordinar al exilio navarro dentro del Consejo de Navarra.
Relata de forma muy pormenorizada la labor que realizó el político tafallés, sus relaciones con otros compañeros del exilio y las tensiones que vivió en algunos momentos con miembros de otras fuerzas políticas, como es el caso del PNV.
Los políticos de la izquierda navarra se lamentaban del error que supuso que Navarra no haber entrado a formar parte de la autonomía vasca. Tenían el convencimiento que de esa forma el golpe de Estado nunca hubiera triunfado en el Viejo Reino.
Sexta parte
Con la desaparición de David Jaime y otros destacados políticos navarros que se encontraban en el exilio, se inicia una nueva etapa en la que el autor nos hace un repaso de cómo se fue recolocando el mapa político de Navarra hasta llegar a los años posteriores a la muerte de Franco. Partidos que durante la II República tuvieron un peso importante pasan a ser testimoniales, cubriendo su espacio otras fuerzas políticas que surgen con mucha fuerza.
El libro nos va adentrando en los movimientos políticos que se dieron después de la muerte de Franco, las primeras elecciones y la postura que adoptan los partidos ante el nuevo Estatuto Vasco. En este contexto dedica una parte a explicar de forma pormenorizada los movimientos que se dieron para obstaculizar cualquier entrada de Navarra en el Estatuto y el papel que jugó en todo ese proceso el PSOE, que dio un giro copernicano pasando de estar a favor de la entrada a oponerse de la forma más radical. Es de gran valor histórico la documentación que utiliza para poder sustentar este relato, pues su publicidad no es del agrado de algunos políticos que han ostentado importantes cuotas de poder en Navarra en los últimos cuarenta años.
Jose Mari Esparza no deja en el tintero a dos personas que fueron fundamentales en la vida del político tafallés. Su esposa y su sobrina, pues el matrimonio no tuvo descendencia. Ambas mujeres van acompañando al protagonista a lo largo del libro pues fueron participes y colaboradoras en sus actividades políticas.
Si la finalidad de Jose Mari Esparza con esta obra era reivindicar el legado político de esa generación de republicanos navarros que trabajaron denodadamente por una Navarra alejada de la noche oscura que ha sido el tradicionalismo más rancio a lo largo de los siglos XIX y XX, sin duda alguna la ha logrado.
[1] Extracto de la instrucción reservada nº 1, firmada por Emilio Mola en Madrid el 25 de mayo de 1936 que decía:
“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.
Deporte y política son dos conceptos que están más unidos de lo que puede parecer a simple vista a muchas personas. A lo largo de la historia se han dado innumerables acontecimientos en los que los regímenes y /o los sistemas políticos han echado mano del deporte para ensalzar sus logros o para esconder sus problemas internos. El deporte ha sido y es un trampolín que los aparatos del Estado utilizan en función de sus necesidades. La celebración de un evento deportivo, los triunfos de las selecciones nacionales o de algunos clubs suelen servir para llevar a cabo estas prácticas.
La organización de unas olimpiadas o un mundial de fútbol suele ser una herramienta que da juego para todo esto y más. A cualquiera nos puede venir a la memoria el Mundial de fútbol de Argentina-78, organizado por la Junta Militar, que lo utilizó para desviar la atención de lo que acontecía bajo la dictadura argentina y la represión ejercida por los militares. Los Juegos Olímpicos de Berlín-1936, en pleno III Reich, fueron utilizados por el aparato de propaganda nazi para mayor gloria del nazismo.
Selección soviética en partido contra Holanda
A través del deporte también se han canalizado reivindicaciones políticas de diferente signo. A finales de la década de los 80 del siglo pasado, en los campos de fútbol de la antigua Yugoslavia, las aficiones de algunas repúblicas que formaban parte de la República Federativa Socialista de Yugoslavia utilizaban los partidos de fútbol para dar a conocer sus reivindicaciones políticas, llegando a darse conatos de violencia y de protesta contra el Gobierno federal.
En la década de los 80 del siglo pasado, en el marco de la Guerra Fría, se vivieron situaciones de boicot por cuestiones políticas de algunos certámenes deportivos de trascendencia mundial. Uno de ellos fue el boicot que realizó EEUU y algunos de los países de su entorno a los Juegos Olímpicos de Moscú-1980. La excusa esgrimida fue la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. Esta espiral llevó a que la siguiente cita olímpica, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-1984, fuese boicoteada por los países socialistas y, como alternativa, organizaron en Moscú los Juegos de la Amistad.
El régimen franquista no fue una excepción y durante los 40 años de dictadura utilizó el deporte como pantalla para esconder sus problemas internos y para estrechar lazos con las potencias occidentales.
En nuestro entorno más cercano el Gobierno Vasco, durante la II República, aprovechando que la liga española había sufrido un parón con motivo de la Guerra Civil española, creo la selección de Euzkadi. Ésta inició una gira por diversos países con la finalidad de dar a conocer a nivel internacional la situación del pueblo vasco y para recaudar fondos para el Gobierno Vasco y los refugiados.
En este contexto, el historiador Carles Viñas ha publicado recientemente un ensayo titulado “Futbol en el país de los sóviets” (Editorial Txalaparta). En él el autor se sumerge en la historia del fútbol ruso desde sus comienzos, a finales del siglo XIX, hasta la llegada de los bolcheviques y la creación de la URSS. Describe el desarrollo del futbol en relación con el devenir político y social de Rusia. El libro, que no supera las 175 páginas, es de lectura sencilla, pero es necesario destacar la infinidad de datos e información que aporta, sobre todo, a través de las anotaciones a pie de página. Este ensayo consta de tres partes y en la última se adentra en la Rusia de la Revolución de octubre de 1917 y en lo que supuso el fútbol en esa nueva etapa en la historia de Rusia, en la que se convierte en un nuevo Estado: la URSS. La Revolución no trajo la desaparición del Estado. Por el contrario, a partir de mediados de los años 20, nació un Estado mucho más fuerte y robusto en el que la práctica de cualquier deporte tenía un componente totalmente diferente al que podía tener en cualquier país capitalista. Se convirtió en una actividad primordial para la formación de la población, siendo suprimida la profesionalización del mismo.
El libro no es una historia del fútbol al uso, en el que se relata la historia de los equipos rusos, destacando los hechos deportivos. El libro va encaminado a poner el acento en la relación existente entre el fútbol y su conexión con la situación socio-política.
Cuando el fútbol llega a la Rusia Imperial en las postrimerías del siglo XIX, lo hace de la mano de empresarios británicos que se lanzan a hacer negocios en un país eminentemente agrícola. El Imperio ruso se encontraba sumido en una profunda descomposición, que se vio agravada con la derrota en la Guerra ruso-japonesa en 1905.
A finales del siglo XIX el fútbol era un deporte al servicio de la aristocracia y las clases acomodadas y del que se excluía a las clases trabajadoras. Eso, en la Rusia zarista, se tradujo en que los primeros compases de este deporte estuvieran íntimamente relacionados con la colonia británica de las principales ciudades de Rusia, San Petersburgo y Moscú, pues mantenían una posición social destacada, gracias a los negocios que regentaba. De hecho las autoridades zaristas, de una mentalidad mucho más cerrada, no veían con buenos ojos esta práctica. La actividad futbolística estaba vetada para los rusos, máxime si eran de una extracción humilde.
El autor nos describe como, el deporte en general y el fútbol en particular, va íntimamente ligado a ciertas cuestiones de contenido político. El Gobierno zarista da pasos para introducir la actividad deportiva en algunos sectores, debido a la falta de preparación física de la población, lo que repercutía negativamente en la salud de obreros y campesinos así como en la baja preparación física que tenía el Ejército ruso, lo que se traducía en los resultados desastrosos que Rusia tuvo en las diferentes contiendas bélicas. Ello ayudó a que el régimen zarista fuese cambiando su visión. En ese periodo el fútbol también tuvo como finalidad acabar con uno de los “males endémicos del país: el alcoholismo”, que generaba un gran absentismo laboral.
Carles Viñas hace una descripción del Estado policial en el que se había convertido el régimen zarista en los últimos años. Relata las innumerables trabas e impedimentos que ponía el régimen a la existencia de equipos de fútbol dentro de la clase obrera rusa por el temor que se convirtieran en asociaciones que amparasen actividades revolucionarias.
Es muy interesante el análisis que realiza sobre la evolución que tienen los bolcheviques a la hora de posicionarse ante el futbol y las diferentes ópticas que había dentro de ellos. No todos los dirigentes tenían la misma percepción sobre esta cuestión. Dentro de los bolcheviques fue Lenin el que más empatía tenía con el deporte, habiendo practicado varios deportes en su juventud, entre las que caben destacar el montañismo y ciclismo. Pero, sin duda alguna, lo que más le apasionaba era la práctica del ajedrez. Para Lenin, la práctica del deporte era una herramienta útil para formar a la persona desde los parámetros de una sociedad comunista. Pero no todos los bolcheviques tenían el mismo criterio acerca del deporte. Los detractores tenían “una visión crítica de los deportes de competición, como el fútbol, que eran percibidos como espectáculos capitalistas”. Los comunistas se posicionaron en favor del deporte amateur, opinión que era compartida por una gran parte de la izquierda europea y en palabras del autor “las voces más críticas añadían, […] que la práctica deportiva distraía a los hombres de la política”.
Tras el triunfo de la Revolución de octubre de 1917, se desata una guerra civil en Rusia, auspiciada por las potencias aliadas, aportando efectivos militares y aplicando un bloqueo. Ante esta situación, los bolcheviques, de la mano de Trostky, organizan el Ejército Rojo, y haciendo de la necesidad virtud, incentivaron la práctica del deporte como herramienta para mejorar la combatividad del Ejército Rojo. Este fue el punto de inflexión, que logró cambiar la opinión que tenían los bolcheviques sobre el deporte.
Carle Viñas explica como en la primera década de la existencia del Estado soviético se dan diferentes ópticas sobre la forma de enfocar el deporte que generaran debates internos, no exentos de tensiones. Durante las primeras décadas de la existencia de la Unión Soviética, el bloqueo que sufrió se vio reflejado en la práctica internacional del fútbol. La FIFA tenía prohibida a las selecciones nacionales que pertenecían a ese organismo el poder disputar encuentros de fútbol con equipos o con la selección soviética. Por el contrario, la URSS, a través del futbol, intentaba romper el bloqueo existente, “demostrar al mundo la fortaleza de la URSS” y ser “correa de transmisión de internacionalismo” gracias a los partidos que el combinado soviético disputó con conjuntos de obreros de la Europa Central.
A nivel interno, el fútbol se convirtió en el deporte de masas de la URSS y los equipos que surgieron bajo el paraguas del régimen soviético tenía vínculos muy estrechos con las instituciones del régimen. El CSKA era el equipo del Ejército soviético, el Dinamo, el equipo del Ministerio del Interior y de la policía, por lo que recibía el apoyo de las autoridades. Antepuesto a este último estaba el Spartak que representaba al equipo del pueblo. Cuestión que generaba hostilidades y rencillas. El Lokomotiv, era el equipo de los afiliados al sindicato de transporte.
Otra característica del fútbol en la URSS fue el elemento cohesionador entre las diferentes etnias y culturas que lo componían. Este deporte de masas era más fácil que ayudara a unir lazos entre las diferentes culturas que existían en el Estado más grande del planeta que otras manifestaciones culturales como podían ser la literatura. Las masas entendían mucho mejor el deporte que otro tipo de actividades.
En resumen, el fútbol, un juego de origen burgués llegó a ser la actividad de ocio principal de la clase obrera soviética.
El filósofo Javier Sádaba ha publicado recientemente su último libro titulado “Porque soy libertario”; Editorial Catarata y el pasado mes de febrero tuvo lugar su presentación en una librería madrileña, en la que participó el autor acompañado de Jaime Pastor, politólogo y editor de la revista “Viento Sur”.
Jaime Pastor realizó una breve introducción de la trayectoria de Javier Sádaba que sirvió para tener constancia de la buena presentación que han realziado en Wikipedia de Javier Sádaba. Al hablar del libro realizó una breve, pero interesante exposición de la evolución del movimiento obrero; de las dos almas que lo componen (marxismo y anarquismo), mencionando a algunos autores que han intentado tender puentes entre ambas corrientes.
La presentación del autor fue muy didáctica, pero, sobre todo, muy clarificadora de lo que es el pensamiento libertario, acompañado de un sinfín de anécdotas, vivencias y buenas dosis de humor.
Centrándonos en el libro, éste es de lectura ágil y amena. No es un libro extenso, pues no llega a las cien páginas, pero eso no ha sido obstáculo para que Javier Sádaba haya podido desarrollar muchas cuestiones de interés. Todo ello gracias a una gran capacidad de condensación. En él el autor hace una disertación sobre el pensamiento libertario a través de ocho capítulos en los que trata diversos temas desde una óptica libertaria para desarrollar lo que define como socialismo libertario. Todo ello lo realiza con una visión crítica hacia los temas que trata.
Antes de hablar acerca del contenido del libro, no quiero dejar de señalar algunos aspectos del mismo: El acierto que tiene en las menciones que realiza a muchos pensadores (filósofos, teólogos, etc), pero, sobre todo, a los clásicos y el libro está escrito alejado de todo dogmatismo. Como muy bien recordó Sádaba en la presentación, David Hume decía que el dogmático es un idiota.
El libro comienza con el estudio de una serie de términos relacionados con el pensamiento libertario, para posteriormente desde esa óptica disertar sobre el Estado y la Nación, la filosofía, la religión, la vida cotidiana, el mal, la inteligencia emocional, el amor y el humor.
El primer capítulo tiene como objetivo delimitar una serie de conceptos que muchas veces han sido definidos de forma no muy correcta. En esta labor de definir y marcar las diferencias conceptuales, hace una breve incursión histórica en el entorno del marxismo y sus diferentes evoluciones: comunismo y socialdemocracia. Tiene una visión crítica del marxismo en lo relativo a la actitud que adopta ante el poder o, dicho de otro modo, ante la concepción que tiene el marxismo del aparato del Estado. Pero sin duda alguna, su dialéctica más mordaz la reserva para el papel que ha jugado la socialdemocracia a lo largo de la historia. Para el autor “la socialdemocracia le ha dado al capitalismo ese rostro humano que tanto le beneficia”.
Dedica un capítulo para estudiar los términos Nación y Estado y las fricciones que han existido desde el siglo XIX entre ambos términos. El concepto que tenemos en la actualidad de Nación nace de las revoluciones liberales y burguesas del siglo XIX. El objetivo era la asimilación de la Nación por el Estado para llegar a la idea de un Estado una Nación. Sádaba utiliza la aportación de Otto Bauer[1] en este campo para ir adentrándose en el derecho de autodeterminación, arrinconando el concepto de nacionalismo, pues éste puede fortalecer el nacionalismo del Estado. Ese nacionalismo que no se ve o no se quiere ver pero que es mucho más poderoso que el nacionalismo de una comunidad que no tiene Estado propio.
Sádaba habla del derecho de autodeterminación de los pueblos, pero poniendo por encima la libertad de los individuos pues “nos autodeterminamos por ser libres”. dando prioridad al individuo desde una perspectiva libertaria. A donde nos quiere llevar el autor es a priorizar la comunidad como expresión de organización, formada por los individuos en detrimento de otro tipo de entidades, como es el Estado, que conlleva el cercenamiento de la libertad individual. El derecho de autodeterminación es radicalmente democrático pues no “despoja de su poder a los individuos”. El ejercicio de este derecho es un paso para derribar el Estado y todo el entramado que representa, en el camino de lograr una sociedad libertaria.
Para llegar al socialismo libertario expone las tres tácticas: influyendo desde dentro del sistema, por ejemplo, votando; intervenir desde la sociedad contra el Poder; o combinando ambas fórmulas. Siempre lejos de cualquier dogmatismo, pues está abierto a nuevas aportaciones, pero teniendo presente una máxima: intentar que su vida confluya con sus principios. Tiene presente la frase del dramaturgo y filósofo francés Gabriel Marcel: «Quien no vive como piensa, termina pensando como vive».
Quizás sea en este capítulo donde lanza sus mayores dardos a la izquierda actual, con especial énfasis hacia la socialdemocracia, por lo que me voy a permitir la licencia de transcribir dos citas del libro: “El mal menor puede ser el peor de los males y que es lo que ha hundido siempre a la izquierda” y “la llamada socialdemocracia actual está vacía porque se ha convertido en la rama amable y cómplice del capitalismo”.
Al definir la filosofía, la diferencia del resto de las ciencias y la concibe como una “actividad aclaratoria”, pues sirve para aclarar el lenguaje como “camino más adecuado para conocer los hechos”. Realiza un análisis crítico de la historia de la filosofía porque ninguna ha servido para construir una teoría que nos acerque a la realidad y la única forma para acercarse a ésta es a través del lenguaje que nos ayuda a “saber qué es lo que podemos conocer y, sobre todo, qué es lo que podemos y deberíamos hacer dentro de las cuatro paredes en las que estamos en el espacio y en el tiempo”. En toda esta ardua labor sigue las teorías de Wittgenstein, pensador que trabajó la filosofía del lenguaje. Es partidario de limpiar el lenguaje que está contaminado para utilizarlo de forma correcta y para llamar a las cosas por su nombre. Para Sádaba, este ejercicio es imprescindible en la izquierda.
Es muy crítico con todos esos discursos llenos de frases y palabras grandilocuentes que no dejan de ser términos vacíos que se utilizan en la filosofía. Apuesta por la filosofía libertaria, que tiene como finalidad en aclararnos la realidad, pues el trabajo filosófico puede servir para “desenmascarar seudociencias teológicas”.
Dentro de la filosofía libertaria, una herramienta fundamental es la ética. Para Sádaba, la ética es “la justificación de sus acciones morales” y la finalidad de ésta es “la felicidad de las personas”. Manifiesta que para sostener su discurso sobre la ética libertaria es fundamental la libertad del individuo.
Al analizar el pensamiento libertario y la religión hace una breve exposición de las diferentes religiones, en función del tipo de creencia. Se detiene para analizar la masonería y su pensamiento deísta. Dentro del antagonismo existente entre anarquismo y religión, realiza una distinción entre anarquismo y pensamiento libertario a la hora de posicionarse en el tema religioso . Si bien el anarquismo niega la existencia de Dios, el pensamiento libertario lo percibe no como el ser supremo, sino como el Estado supremo. El libertario distingue entre “una creencia religiosa y una religiosidad pura”. Realiza una defensa una sociedad laica, siendo muy crítico con los privilegios que tiene el catolicismo dentro de la legislación española.
Sádaba analiza la vida cotidiana desde una óptica libertaria. Para ello deja muy claro que la actitud libertaria es incompatible con la conducta ceremonial, siempre que ésta implique sumisión, lo que le lleva a analizar la noción de igualdad. Ante el problema de la desigualdad la postura libertaria tiene como finalidad “rellenar toda la potencia de cada uno de los individuos y no se quedará en la seca y abstracta individualidad”. Ello exige un cambio del modelos político y económico y el libertario debe de tener una actitud proactiva para luchar contra esta situación. El libertario tiene que poner en práctica su lucha contra este sistema en la vida cotidiana.
En este libro dedica un capítulo para hablar del pensamiento libertario y del mal. Hace una diferenciación entre el mal de la pena y el mal de la culpa (Sádaba nos dice que los latinos ya realizaban esa distinción). El primero (mal de la pena) es el que se produce al margen de la voluntad humana y el segundo (mal de la culpa) es el que genera el hombre a través de sus actos. De esos dos tipos de mal, el que se trata en el libro es el segundo (mal de la culpa).
Para profundizar en lo que ha supuesto el mal para el hombre, lo hace a través de tres disciplinas diferentes: la historia de la humanidad, la filosofía y la teología. Es muy ilustrativa la exposición que realiza dentro del campo filosófico y teológico, acerca de las diferentes teorías y concepciones existentes sobre el bien y el mal a lo largo de la historia. No hay que olvidar que Sádaba, entre otros estudios, cursó los de teología.
Por lo que respecta al análisis que realiza del mal desde la óptica libertaria, lo hace a través del mal de males, que “es el Poder, el Poder por el Poder y del que emana toda clase de males”. Y la labor del libertario es luchar contra el poder, pues ha de “reivindicar la suprema libertad”. Y ante esto se dan tres situaciones. Para Javier Sádaba la correcta reside “en el poder de la libertad, no sobre nadie, sino con las otras personas libres”.
Sin duda alguna, el capítulo más innovador y el que más puede llamar la atención al lector es el dedicado a la inteligencia artificial, y que lo titula “pensamiento libertario e inteligencia artificial”. Antes de comentar este capítulo es necesario decir que Javier Sádaba es un filósofo que ha profundizado en disciplinas del campo de la ciencia, como la bioética y la inteligencia artificial, sobre los que ha escrito diferentes obras.
Inicia este capítulo desmontando las objeciones de las teorías que se posicionan en contra de la innovación y las nuevas tecnologías: una de estas teorías consiste en la protesta contra la innovación tecnológica porque acarrea pérdida de trabajo y la otra es la que entiende la tecnología como un mito o una ficción. Realiza una rápida exposición de la evolución de las diferentes especies hasta la aparición del homo sapiens (antropoides y homínidos) y, a través de la “analogía evolutiva”, distingue entre humanismo, trashumanismo y poshumanismo. El humanismo busca todas las potencias de las que está dotado el hombre. El trashumanismo es un paso más al añadirle cualidades que nunca se hubieran pensado y, por último, el poshumanismo consiste en la existencia de máquinas inteligentes, colocando nuestra mente en una máquina.
La evolución de las especies hasta la aparición del homo sapiens ha sido “un proceso y los procesos no son sucesión de esencias cerradas” hasta llegar hasta nuestros días. Ello nos lleva a plantear que el ser humano sigue evolucionando y no será como lo conocemos en la actualidad. Para Sádaba surge el problema político, en el supuesto que toda esta evolución traiga consigo una supremacía de unos pocos sobre el resto de los humanos, aunque en nuestra sociedad ya se da esta situación. El control de nuestra ya escasa libertad es un problema que se vería agravado si una minoría oligárquica controlara el sistema capitalista, hasta el extremo de controlar nuestras vidas.
Dentro de la inteligencia artificial hay una rama que es la robótica y otra la machine learning, “que posibilitaría que los ordenadores o robots aprendieran por ellos mismos, autónomamente y no automáticamente”. Tampoco habría que olvidad la biología sintética, a través de la que se ha logrado “cortar y editar regiones específicas del genoma”.
Ante la inteligencia artificial, el pensamiento libertario lo debe de analizar desde un punto de vista ético. Tiene que tener un “espíritu abierto”, en pro de la mejora del ser humano, teniendo como máxima la prudencia, pero desechando el miedo irracional. El problema surgiría si un reducido grupo de poder económico, por ejemplo, “unas poderosísimas multinacionales” se convirtiesen en una dictadura feroz, porque controlasen todos los medios de producción y nos convirtieran en “seres manipulados, marionetas del dios dinero”. Ante esa situación la única oposición pasa porque exista una transparencia en el mundo empresarial y mecanismo legales que luchen contra esa discriminación. Todo esto sólo lo lograríamos las personas porque ni el Estado ni los partidos políticos lo van a hacer.
Finaliza el libro hablando de amor y el humor. Es la parte más emocional del libro, pues el amor “ciega los sentidos y ciega la inteligencia”. Describe diferentes tipos de amores. “El amor es una vivencia, un estado de alerta que ve el mundo desde la ventana de la felicidad” y amor y sexo están íntimamente relacionados pues el primero trae al segundo.
Para Sádaba, las relaciones entre amor y éticas son complicadas, especialmente para un libertario. Éste debe de atenerse a unos principios propios de todo comportamiento. “El libertario usará el sexo como le dé la gana, siempre que no haga daño real a nadie”. Propugna cierto equilibrio. “ni una monogamia en términos teóricos aparentemente superior,…, ni un hedonismo desbocado. Hay zonas grises que son bellas”, pero nunca hay que olvidar que “la revolución comienza por la revolución de las costumbres”.
En lo concerniente al humor, un mundo sin él sería “un mundo en tinieblas”. El humor es necesario para el ser humano y hace que la vida sea menos sufrida.
Con este libro Javier Sádaba nos expone su pensamiento, que se encuadra dentro del socialismo libertario. Estaría ubicado en ese espacio existente entre marxismo y anarquismo, o dicho de otro modo, sería un marxismo heterodoxo, teniendo presente la libertad individual. Es muy crítico con la socialdemocracia, que ya en el siglo XIX empezaba a hacer acto de presencia a través de la II Internacional y que en el siglo XX se consolidó como una de las almas de la izquierda. Su concepción de la estructura de la sociedad y la relación entre individuo y comunidad le aleja de las experiencias comunistas que se han dado a lo largo de la historia. A diferencia del anarquismo, que siempre ha tenido muy claro que su objetivo es la destrucción del Estado, dentro del pensamiento marxista siempre ha flotado ese debate de qué hacer con el Estado.
[1] Otto Bauer (1881-1938): Político austríaco, perteneciente al ala izquierdista del Partido Socialdemócrata Obrero de Austria. Una de las cabezas visibles del marxismo austriaco (austromarxismo). Autor de diversas obras y artículos, sin duda el trabajo más conocido es «La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia». Uno de los estudios más importantes desde el marxismo sobre el problema nacional. Fue un libro de referencia para muchos políticos de la época, entre los que se encontraba J. Stalin. En su libro “marxismo y cuestión nacional”, tiene como obra de referencia el libro de Otto Bauer.
El pasado mes de octubre ha visto la luz el libro de Sabino Cuadra Lasarte, “No os importe matar! Sanfermines 1978: crimen de Estado”, publicado por Editorial Txalaparta. Con este título tan impactante, pero, a su vez, tan expresivo desgrana en sus trece capítulos el antes, durante y después de los trágicos sucesos del día 8 de julio de 1978, en el transcurso de las fiestas de Iruña-Pamplona, en los que fue asesinado Germán Rodríguez. Todo ello contextualizado en la situación política que se estaba viviendo.
Es un libro de lectura fácil y rápida pues sus 239 páginas contienen un relato muy ágil en el que el autor realiza, entre otras cosas, un trabajo de reconstrucción de los hechos con todo tipo de detalles.
Antes de entrar a relatar los sucesos el autor dedica un capítulo a realizar una labor brillante para refrescarnos lo que fueron esos años en los que se vivieron una serie de reivindicaciones políticas después de la muerte de Franco. La lucha en favor de la ruptura democrática con el régimen franquista frente a la opción de reforma de dicho régimen para que cumpliera los estándares democráticos pero sin romper con el pasado, la reivindicación del derecho de autodeterminación y la reivindicación de un estatuto en el que estuviera Navarra. Para finalizar este capítulo, realiza un repaso histórico de la evolución política que se había producido en Navarra en las últimas décadas, en las que se da una transformación radical, pasando de ser un territorio fiel a los principios del franquismo a convertirse en uno de los lugares más contestarios. En esa labor de análisis global de lo que fue esa época, no pasa por alto sucesos, como los de Montejurra de mayo de 1976, en los que pistoleros de extrema derecha asesinaron a dos militantes carlistas. Unos hechos en los que los aparatos del Estado tuvieron una conexión directa con la planificación de dichos asesinatos.
Por lo que respecta al relato de los acontecimientos, este trabajo inicia su exposición en los días previos a las fiestas de Iruña-Pamplona, pasando por los sucesos que se vivieron el día 8 de julio de 1978, así como el aluvión de protestas que se dieron en otros puntos de Euskal Herria y la represión que desató el régimen, en concreto en la localidad de Rentería (Gipuzkoa).
El relato no se queda en los días posteriores pues continúa exponiendo una serie de hechos y acciones llevadas a cabo durante cuarenta años para que continúe viva la memoria de Germán Rodríguez, así como todas las iniciativas que se han llevado para reclamar verdad, justicia y reparación.
Presentación del libro en la librería Traficantes de Sueños
La exposición va acompañada de testimonios de personas que vivieron de forma directa esos acontecimientos. De hecho, algunos fueron heridos en los sucesos que se produjeron esos días. Es necesario destacar la labor minuciosa de investigación realizada en la obtención de informes oficiales y su análisis, algunos de los cuales ha sido desclasificados recientemente, así como de los informes que en su momento elaboraron las peñas sanfermineras, comparecencias parlamentarias, etc…
Este libro tiene varios logros que no puedo dejar pasar sin mencionarlos porque, sin duda alguna, ayudan a poder entender mucho mejor las actuaciones de los aparatos del Estado y la impunidad con la que se movían.
El primero, sin duda alguna, es que nos da una información valiosísima del poder que tenían los mandos policiales, hasta el extremo de ningunear a todo un gobernador civil. Puede parecer surrealista pero los datos que se aportan son muy elocuentes. El Gobernador Civil de Navarra llegó a reconocer que sus instrucciones no fueron obedecidas por los mandos policiales.
El segundo logro es que consigue desmontar la versión oficial de los hechos. Las diferentes pruebas que se aportan, junto con los innumerables testigos presenciales de todos los hechos que se produjeron en esos días no dejan lugar a dudas. Todo lo que sucedió en el mes de julio de 1978 tanto en Pamplona como en otras localidades de Euskal Herria, caso de Rentería, no fue más que una acción planificada por parte de los aparatos del Estado para imponer su orden y recordar a la población cuales eran los límites a la apertura democrática. Esto iba a ser la Transición y la línea roja que no se podía traspasar tenía que quedar muy clara.
Este libro nos sirve para comprobar como las instituciones democráticas, en cuanto han tenido la mínima ocasión, han intentado echar en el olvido los sucesos de los Sanfermines de 1978 hasta el extremo de intentar boicotear cualquier expresión de recuerdo y solidaridad hacia German Rodríguez y su familia.
Para entender lo que fue la mal llamada Transición es fundamental conocer con profundidad algunos de los hechos más sangrientos que se vivieron durante esos años. Los asesinatos de 5 trabajadores el 3 de marzo de Vitoria-Gasteiz, los sucesos de Montejurra en el mismo año, el mes de enero de 1977 con los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha y dos manifestantes en la calles de Madrid, las semanas proamnistía vividas en Euskadi, con varios manifestantes muertos por disparos de la Policía y Guardia Civil y los sucesos acaecidos en los Sanfermines de 1978.
Por lo que respecta al título del libro, puede que a las personas que no tengan un conocimiento sobre estos hechos les parezca algo llamativo, por no decir provocador. Por el contrario, la realidad es otra y mucho más entendible. La frase ¡No os importe matar! Está recogida de una grabación que se realizó a la emisora de la Policía Armada durante los incidentes ocurrido el día 8 de julio en la capital navarra.
Para finalizar, leer el prólogo que escribe Joseba Asiron es de las cosas que merecen la pena y que a uno le reconfortan.
“En país extraño” es el título de la novela escrita por Mikel Antza,[1]publicada en castellano recientemente por editorial Txalaparta. La versión original de la novela fue escrita en euskera con el título “Atzerri” y publicada en 2012 por editorial Susa. Cuando el autor escribió la obra en euskera se encontraba encarcelado y ha quedado en libertad recientemente, coincidiendo con su publicación en castellano.
El relato lo protagoniza un joven escritor en lengua vasca, que se ve obligado a huir al participar en la fuga de dos presos políticos vascos[2]. Uno de los presos a los que ayuda a huir, Joseba Sarrionaindia, en ese momento ya es conocido por su faceta literaria que irá creciendo a lo largo del tiempo.
El personaje principal de la novela empieza a vivir el exilio y su nueva vida en la clandestinidad. A partir de ahí la trama gira en torno a un tema central: La lucha interna entre el militante y el escritor, batalla que gana el militante. Sin embargo será una constante su deseo de retomar la pasión por escribir pero siempre le vence la incapacidad, ya que su compromiso como militante le impone un estilo de vida. En la disyuntiva entre la pluma o la espada él elige la espada.
El personaje de la novela es el autor sin embargo no es una obra autobiográfica, sino más bien una ficción, sin perjuicio de que haya hechos o situaciones que el autor haya vivido y que han sido utilizadas para componer el relato. El autor reflexiona a través del protagonista sobre cuáles son las inquietudes que le acechan, sus miedos, etc.
La situación que vive como exiliado y su vocación intelectual van íntimamente unidas, son como dos caras de una misma moneda. Refleja el desarraigo del refugiado, desde un primer momento se siente en país extraño, percibiendo la soledad del que ha abandonado su tierra. Esta sensación no es producto de vivir en otro lugar, fuera de su entorno, sino de la forma de vida que se ve obligado a llevar. Se encuentra en un viaje de ida sin billete de vuelta, pues su hipotético retorno lo ve como algo demasiado lejano.
El autor retrata ciertas sensaciones, como la de inmovilidad de lo que ha dejado: la impresión de que si en un futuro volviese se encontraría a las personas y a los lugares como si no hubiera pasado el tiempo por ellos.
También reflexiona sobra las relaciones humanas y de pareja en el contexto del exilio. Una forma de estar cerca de la patria es la lucha y el verse obligado a estar exiliado.
La novela tiene ritmo, no aburre y mantiene al lector en una cierta tensión que le anima a proseguir la lectura para conocer el desenlace final. En mi opinión, está muy bien contextualizada, no en vano el autor ha vivido en primera persona los hechos que ambientan el texto. Además, en algunos pasajes, tiene un punto de suspense pues la novela se desarrolla en el ambiente de la clandestinidad.
Por mi parte, tengo que reseñar que en ningún momento de la obra percibo un discurso militante.
[1] Mikel Albisu Iriarte, Mikel Antza (1961): En su faceta de escritor se inicia en el mundo de la literatura en 1979 cuando publica en la revista Susa su primer cuento. Colaborador de la revista Argia ha escrito media docena de novelas y dos obras de teatro. Su actividad literaria le lleva a tener una relación con Joseba Sarrionaindia, mientras éste se encontraba en prisión hasta su fuga de la cárcel de la cárcel de Martutene en 1985. Su actividad política le lleva en 1985 a huir a Francia. En 2004 fue detenido, habiendo obtenido la libertad en 2019.
[2] Joseba Sarrionaindia: Escritor en lengua vasca, con más de una veintena de obras en su haber. Ha trabajado la narrativa, el ensayo y poesía. Ha traducido a diversos escritores internacionales al euskera y ha colaborado con diversos cantantes y grupos musicales a la hora de escribir canciones. Ha ganado diversos premios literarios. Quizás sea en este momento el escritor más importante en euskera. Ingresó en prisión en 1980 y mientras cumplía la condena el 7 de julio de 1985 se escapó de la cárcel de Martutene junto con otro preso de ETA, Iñaki Pikabea, en los bafles del equipo del cantante Imanol una vez que diera un concierto en la prisión. Como consecuencia de la fuga, Mikel Antza huyó por su posible colaboración en la fuga. La fuga se hizo muy famosa porque el grupo musical Kortatu la inmortalizó en la canción Sarri, Sarri. En la actualidad reside en La Habana (Cuba).
Hoy es 11 de septiembre, fecha en la que se celebra la Diada de Cataluña y me parece que es un día apropiado para comentar el libro que Raül Romeva ha publicado hace unos meses. “Esperanza y libertad” (Editorial Ara).
Allá por el mes de abril tuve la oportunidad de asistir en Madrid a su presentación en la librería Blanquerna. La presentación del libro corrió a cargo de Daniel Innerarity, Ignacio Sánchez Cuenca y, ante la imposibilidad de que Raül Romeva pudiera asistir, al estar privado de libertad, estuvo presente su esposa Diana Riba. No quisiera pasar por alto el hecho de que la presentadora fuera la directora de “Público”, Ana Pardo de Vera y pienso que tiene mucho valor que esa labor la realizase una periodista de fuera de Cataluña.
Todas las intervenciones estuvieron a un gran nivel y algunas llegaron a ser emotivas, pero en un acto realizado en Madrid, con esta temática, la presentación de Ana Pardo de Vera fue muy interesante porque enlazó dos cuestiones que ponen en tela de juicio el Régimen del 78: el proceso llevado en Cataluña y que cuestiona la estructura territorial del Estado y la monarquía como modelo de jefatura del Estado. En el primer caso el proceso tuvo como objetivo la realización de una consulta, que es lo que la moderadora reivindicó para la segunda cuestión, la posibilidad que la ciudadanía pueda elegir entre monarquía y República. Y si en el momento de la presentación le pudo llamar la atención a alguien el sacar a colación esta segunda cuestión, sin duda, le quedaría totalmente aclarada una vez que lea el libro.
Del resto de intervinientes, destacar la intervención que el politólogo Ignacio Sánchez Cuenca, nada sospechoso de independentista, realizó una exposición desde la racionalidad democrática y la ciencia política para situar el problema dentro de la esfera política y sacarlo de la esfera judicial, que es donde se encuentra.
Después de esta presentación y de leer el libro de Raül Romeva, tengo que decir que me ha parecido interesantísimo, enriquecedor y muy constructivo. No me imaginaba un libro de esta calidad y escrito con tanto cariño. Jenn Díaz dice en el prólogo que Raül Romeva ha realizado un ejercicio de generosidad -continúa- escrito sin odio, sin resentimiento, tendiendo la mano. A estas palabras de Jenn Díaz habría que añadir que todo el libro es un acto de dignidad, valentía, coherencia y humildad política, con unas dosis de ética casi imposibles de superar. Romeva es una persona que lleva más de año y medio en prisión, sufriendo uno de los mayores ataques político y mediático que se conoce. Ha reivindicado en sede judicial y en su libro las acciones que llevó a cabo como conseller, porque tenía la convicción que es lo que tenía que hacer, aun sabiendo los costes que ello podía conllevar. No cabe duda que es un acto de dignidad política y ética muy pocas veces visto en la política española.
En todo momento escribe con mucha humildad. Nunca saca la bandera de las verdades absolutas e irrefutables y hace un elogio de la duda. Para ello trae la siguiente cita de Bertrand Russell que me parece muy acertada: “el problema del mundo es que los idiotas y los fanáticos están seguros completamente seguros de sí mismos, mientras que a los listos les asaltan las dudas continuamente”.
Raül Romeva nos habla de esperanza no en términos idílicos ni como una necesidad de agarrarse a ese término. La esperanza es incertidumbre, pero es necesaria para huir del fatalismo y “la esperanza conlleva asumir riesgos” que él y sus compañeros presos asumieron a la hora de poner en marcha el Procés, porque la esperanza también es una apuesta para logar un objetivo. Asume que para ser creíbles cara al exterior y lograr su objetivo es necesario estar dispuesto a sufrir, porque del sufrimiento y las derrotas surge la semilla de las futuras victorias.
El autor resume la actitud que se debe tener, en todo este proceso, en los siguientes términos: la cabeza alta, la mirada larga, verbo sereno y la mano tendida. Lo fácil hubiera sido que hubiese escrito un libro en el que cavase una trinchera o pintase líneas infranqueables, que sirviese para alimentar a los suyos construyendo un enemigo. Pero, por el contrario, realiza un ejercicio de empatía en el que tiene palabras de reconocimiento y afecto para personas que no son independentistas, pero que han puesto dosis de cordura en todo el proceso. Nos deja muy claro que para construir la República en Cataluña es necesario crecer a lo ancho y en palabras de Oriol Junqueras, el camino para la República consiste en aunar mayorías amplias y transversales para “ganar confianzas, tejer complicidades, construir una casa común”.
Las reflexiones que realiza a lo largo del libro, en cierta forma, no dejan de ser un manual de instrucciones para entender los procesos de lucha política que se dan en la actualidad en cualquier otro lugar. Una de esas situaciones nos la encontramos cuando nos habla de ese activismo identitario, más preocupado en reafirmarse mirando para adentro que en salir fuera de su trinchera, que deja al margen la construcción de soluciones si no tiene la certeza del triunfo.
El libro está plagado de citas de pensadores, políticos y activistas que utilizadas por el autor de una forma muy fina sirven como ejemplos en los diferentes pasajes del relato que recoge el libro. Es una apología al dialogo, de la negociación y el acuerdo para tender puentes con una visión largoplacista.
A través de diversos temas el autor va plasmando lo que han sido estos últimos años de la política catalana, hasta desembocar en el periodo de preparación de la consulta ciudadana del 1 de octubre de 2017 y los hechos que sucedieron con posterioridad.
He querido dejar para el final dos cuestiones que son fundamentales, para que los que no vivimos en Cataluña podamos entender todo lo que lo que ha sucedido en la última década. Me estoy refiriendo a cómo se inicia todo este proceso y el papel que desempeñan la sociedad catalana y los políticos del bloque republicano.
En primer lugar, desde fuera de Cataluña, pero, sobre todo, desde Madrid se ha vendido un relato de que los políticos independentistas han “arrastrado” o “engañado” al pueblo con un objetivo imposible de llevarse a cabo, lo que ha generado una frustración. Nada más lejos de la realidad, la batalla por el derecho a decidir, como muy bien explica Jaume López en su libro “el derecho a decidir. La vía catalana” (ed. Txalaparta), la gana la sociedad. El movimiento social gana “la batalla del frame” o de los nuevos cognitivos de gran impacto social en el que la sociedad va por delante de las organizaciones políticas. Y esta cuestión, que es vital para poder tener una foto no distorsionada de todo lo que sucede en Cataluña, aparece en el libro de Raül Romeva. En el libro explica cómo, los presos políticos, han recibido mensajes de ciudadanos catalanes en los que les piden perdón por haberlos empujado a esta situación. Los políticos recogen el guante que lanza la sociedad civil.
En segundo lugar, para poder entender muchas de las cosas que están sucediendo, es fundamental el relato que realiza Raül Romeva acerca de cómo decidieron Junqueras y él afrontar todo el proceso judicial. Primero, no eludiendo el juicio, ellos deciden afrontarlo porque consideraron que se limitaron a escuchar un clamor pacífico y democrático. Además, ponían en juego su credibilidad.
Romeva deja claro en su libro que, Oriol Junqueras y él, decidieron salir de su zona de confort. Ellos acordaron no defenderse de nada para encarar el juicio desde un prisma político, aun sabiendo de los riesgos que corrían. Querían decir con la cabeza muy alta que “un referéndum no es ningún delito” y que no indujeron al uso de la violencia.