El conflicto de Chechenia

Uno de los efectos que se produce cuando estalla una guerra es que sirve para que el grueso de la población olvide la anterior, lo que conlleva que si uno echa la vista atrás y observa los últimos veinte años, se encuentra un panorama aterrador. La lista de conflictos armados que se han dado en el planeta y que se han ido quedando enquistados en el camino puede ser interminable.

Entre todos los conflictos que han estallado en las últimas décadas hubo uno que en su momento, por diversos motivos, lo seguí con cierto interés, y que a día de hoy sigue sin resolverse, porque la forma en la que se zanjó fue manu militari y todo lo que finaliza de ese modo, continua y, con el tiempo, acaba resurgiendo. Me estoy refiriendo al proceso que se vivió en Chechenia desde la caída de la Unión Soviética, con su declaración de independencia en 1991 y las dos guerras que se dieron en un periodo de diez años.

Chechenia pasó de ser portada en los medios de comunicación internacionales, entre los años 1994-2004, a caer en el mayor de los olvidos, sencillamente, dejó de ser noticia, y cuando abría informativos, el foco de la noticia era algún atentado terrorista en Rusia de alguna de las guerrillas chechenas, obviando las causas del conflicto.

Después de casi veinte años, y no por casualidad, cuando el año pasado estalló la guerra en Ucrania, volvió a hablarse de Chechenia en los medios de comunicación, en esta ocasión para informar que fuerzas de élite del ejército checheno iban a reforzar las filas del ejército ruso y, por otra parte, y con menor ruido mediático, también conocimos, a través de algunos medios de comunicación, la existencia de voluntarios chechenos luchando dentro del ejército ucraniano. Es como si dieciocho años después, el conflicto checheno se estuviese dirimiendo en Ucrania.

Todas estas circunstancias me han parecido lo suficientemente sugerentes para desempolvar el conflicto checheno, y para ello he rescatado un trabajo que con el título “El conflicto de Chechenia” (Editorial Catarata), el politólogo Carlos Taibo publicó en 2004, justo al final de la segunda guerra ruso-chechena de la era postsoviética. En mi caso he utilizado la tercera edición que vio la luz en 2005.

Antes de entrar a comentar el libro, quisiera decir que si hay alguien que es conocedor de todo lo que tenga que ver con la historia de los dos últimos dos siglos de Rusia, la URSS y la posterior etapa postsoviética ese, sin duda alguna, es Carlos Taibo.

A la hora de definir este libro tendría que decir que es algo más que un ensayo. A lo largo de ocho capítulos, encontraremos un trabajo pormenorizado de todos los acontecimientos que se dieron desde el fallido golpe de Estado de agosto de 1991, que desembocó en la desintegración de la Unión Soviética, hasta la finalización de la segunda guerra ruso-chechena en 2004, y todo ello acompañado con una serie de apéndices y bibliografía que son de gran ayuda a la hora de profundizar en el conflicto de Chechenia.

A lo expuesto anteriormente habría que añadir que este libro ayuda a comprender la evolución de Rusia y en qué parámetros se mueve la política del Kremlin desde la desaparición de la URSS, un régimen que, primero con Boris Yeltsin y posteriormente con Vladimir Putin, es muy diferente de lo que estamos acostumbrados a ver en Europa occidental y todo ello con la dificultad que conlleva realizar un estudio sobre un conflicto en el marco del Estado más grande del planeta y en el que la información en muchos casos hay que ponerla en cuarentena por el oscurantismo y la censura que existente desde hace décadas, y por supuesto, teniendo presente que hablar de Rusia, es hablar de corrupción a gran escala, puesto que está enquistada en todas sus estructuras, incluido el ejército.

El autor en 2005, al inicio de su libro, señalaba algunas cuestiones que leídas en estos días, en los que estamos viviendo el conflicto de Ucrania, tienen cierta relevancia porque es algo recurrente observar que la hipocresía de Occidente no tiene límites. Una de ellas es el doble rasero de los países occidentales en lo concerniente a la intervención rusa en Chechenia. El hecho que Rusia fuese “el aliado fiel” de Occidente en aquellos años sirvió para que miraran para otro lado ante todas las vulneraciones de derechos humanos llevadas a cabo por el Kremlin. La otra cuestión no es otra que una actitud muy laxa por parte de Occidente ante el grado de destrucción que se vivió en las dos guerras que hubo entre Rusia y Chechenia entre 1994 y 2004 que sería equiparable a la destrucción sufrida en algunas de la batallas de la II Guerra Mundial (Stalingrado, Dresde), y como botón de muestra encontramos la imagen de Grozni, capital de la república, que quedó reducida a cenizas.

El entorno

Antes de entrar de lleno en los avatares del conflicto checheno, el autor realiza una pequeña introducción para que el lector tenga una visión panorámica de la región del Cáucaso, donde se encuentra la república de Chechenia/Ichkeria[1]. Hay diferentes factores que hacen que la región tenga una relevancia geoestratégica: su situación entre los mares Negro y Caspio, su cercanía al Golfo Pérsico y su riqueza petrolera y gasística. Todo ello conlleva que las potencias de la zona, Turquía e Irán, tengan políticas muy activas en la región, así como EEUU, China y la UE miren a esa zona con gran interés, pero sobre todo, lo que destaca es la “injerencia de Moscú en los asuntos internos de Estados que sólo formalmente se antojan soberanos”.

Al centrarse el ensayo en lo que denomina “el escenario checheno”, el autor, una vez de situarnos Chechenia en la zona septentrional de la cordillera caucásica,  nos da una serie de datos de interés que nos ayudarán a conocer al pueblo checheno. Desde su forma de organización social, la religión que en su mayor parte profesan: “son musulmanes suníes, sobre la base de un substrato sufí”, teniendo en cuenta que “hasta hace poco los signos externos de identidad religiosa eran débiles”. Sostiene que “el peso del islam en modo alguno es despreciable, configurando un significado de identificación cultural”, pero teniendo siempre presente que el conflicto checheno es muy complejo como para invocar como factor principal “el auge del islamismo radicalizado”.

En un viaje a través del tiempo, nos da a conocer una serie de pinceladas históricas que nos ayudarán a conocer al pueblo checheno, destacando los hitos más significativos de su historia, hasta la caída de la Unión Soviética.

Siguiendo una estructura similar, Carlos Taibo realiza un repaso de la economía chechena a lo largo de los últimos siglos, lo que supuso la aplicación de las políticas estalinistas, teniendo en cuenta todo lo relativo a las reservas de combustibles, la industria de refinado y los oleoductos que atraviesan este territorio, para concluir que las políticas soviéticas tuvieron como consecuencia que “el beneficio procedente del petróleo no revertía en la esta república”.

Chechenia/Ischkeria de Dudáyev

Una vez de haber puesto unas bases para que el lector tenga unos conocimientos del Cáucaso septentrional y de Chechenia en particular, el ensayo nos introducirá en esa etapa vertiginosa que se inició con el golpe de Estado fallido de agosto de 1991, que abrió paso al proceso que llevó a Chechenia a proclamar su independencia, erigiéndose Dudáyev en líder de la república, hasta el inicio de la primera guerra en 1994.

Carlos Taibo se adentra a dar una serie de motivos por los que se dio en Chechenia y no en otros lugares de la Federación Rusa una apuesta por la independencia. Desde la singularidad de su organización social, pasando por “el fracaso de la rusificación y la posterior sovietización”, sin olvidar la influencia ejercida por la riqueza de esta república en petróleo, pero entiende que “mucho mayor relieve había tenido la noción de sufrimiento colectivo” reflejado en la conquista militar rusa en los siglos XVIII y XIX y la deportación a Asia Central en 1944, siendo de menor influencia el factor religioso.

La relación entre la Federación Rusa y Chechenia es analizada en este trabajo, donde encontraremos algunos hechos relevantes que, sin lugar a dudas, nos pueden chocar por la forma de actuar de las partes en conflicto, teniendo presente el enquistamiento de la corrupción y las redes mafiosas.

En una región como el Cáucaso que destaca por la diversidad étnica, esta se refleja en las diferentes disputas territoriales y políticas y en las alianzas que se dan, sobre todo por parte de Chechenia para contrarrestar la presión rusa, y para ello el autor hace un repaso a esta cuestión señalando, entre otras cuestiones, los esfuerzos que realizó Dudáyev “encaminados a crear estructuras comunes al conjunto del Cáucaso septentrional”, entre las que destacó la Conferencia de Pueblos Montañeses del Cáucaso.

En todo este proceso de desintegración de la URSS, con la declaración de independencia de las antiguas repúblicas que formaban parte de ella y las demandas independentistas de las repúblicas autónomas que constituían la Federación Rusa en la era soviética, Carlos Taibo no deja pasar por alto la importancia que tuvo la estrategia seguida por Moscú, a la hora de enfocar el problema territorial existente y los diferentes vaivenes que se dieron.

La primera guerra ruso-chechena postsoviética (1994-1996)

Al adentrarse en lo que fue la acción militar de Rusia en Chechenia, Carlos Taibo realiza un análisis pormenorizado de los factores que llevaron a la Federación Rusa a iniciar la invasión de Chechenia. Son varios los argumentos que maneja, si bien todos giran alrededor de “la vida política propia, y los intereses generales de la Federación Rusa”. Desde la instauración de “un discurso imperial”, hasta la necesidad de poner el foco en la “búsqueda de enemigos externos” para desviar la atención de los graves problemas internos, sin olvidar la situación socio-económica que se vivía en Rusia y la importancia de la ubicación geoestratégica que suponía para Rusia el Cáucaso septentrional. Moscú tenía que evitar que otros pueblos del Cáucaso se mirasen en el espejo checheno.

Las relaciones entre las mafias rusas, en concreto, las relacionadas con los militares rusos, y los dirigentes chechenos no pasan desapercibidas para el autor, para lo cual recoge algunas teorías y evidencias al respecto.

En lo concerniente a la guerra, Carlos Taibo expone el auténtico fracaso que supuso desde el punto de vista militar, “una decisión adoptada por el poder civil de Moscú”, y que “provocaron una violencia ciega e ineficaz a menudo aplicada sobre la población civil”. El ensayo aporta datos de observadores internacionales sobre el grado de destrucción que se dio, muy superior a que se dio en Bosnia o actualmente en Ucrania.

El conflicto de Chechenia
Un hombre ondea una bandera independentista-en Grozny Chechenia

En el ensayo se destaca que desde el comienzo de la guerra se vivió una crisis política profunda en Rusia,que se extendió a las fuerzas armadas, con los partidos de la oposición  y una opinión pública en contra de la guerra. Si a esto se suma la inminencia de unas elecciones presidenciales, Moscú tenía motivos más que suficientes para llegar a un acuerdo con los lideres chechenos.

El acuerdo de Jasaviurt y el interregno de paz y caos (1996-1999)

En el ensayo encontramos los acuerdos que firmaron ambas partes en la localidad daguestaní de Jasaviurt que da nombre al tratado y a qué compromisos llegaron, que se pueden resumir en: un alto el fuego duradero, la retirada del ejército ruso y el desarme progresivo de la guerrilla, inicio de un periodo de cinco años para lograr la normalización del país y el inicio de un proceso de autodeterminación

Al analizar esta etapa, Carlos Taibo nos da algunas claves que nos sirven para poder entender las tensiones que se vivieron y en lo que derivó, pero sobre todo, tiene una especial importancia las luchas internas entre los diferentes líderes chechenos, a lo que se le sumaba que era un entorno donde las mafias se movían a sus anchas en todo tipo de negocios turbios, y la imagen de los guerrilleros, que en muchos casos, pasaron a parecer delincuentes por la violencia que ejercían. El autor, en este trabajo, sostiene algunas teorías interesantes para explicar las situaciones de tensión que se daban en la zona y los oscuros intereses que existían para boicotear la normalización de la república caucásica.

Carlos Taibo es muy elocuente a la hora de analizar cómo se llegó a la segunda guerra, al exponer los diferentes acontecimientos que se produjeron a partir del verano de 1999 y que desembocaron en una nueva intervención rusa. Uno de los detonantes, pero no el único ,fue el despliegue, en agosto de ese año, en la vecina Daguestán de una guerrilla wahabí, cuyo líder era Basáyev, “sin mayor respaldo entre la población local con el enunciado propósito de acelerar la configuración de una república islámica en el Cáucaso”, los atentados de dudosa autoría que se produjeron en Moscú y otros lugares de Rusia, fueron la antesala del inicio de la segunda guerra ruso-chechena. Lo que sí que es un dato constatable, que se recoge en el libro de Taibo, es que el efecto principal de los atentados de septiembre de 1999 no fue otro que el cambio de opinión que se registró en la población rusa y en los principales partidos de la oposición en Rusia sobre la forma de resolver el conflicto checheno.

La segunda guerra ruso-chechena postsoviética (1999-2004)

Carlos Taibo se adentra a analizar el cambio de rumbo que tomó el conflicto checheno con la llegada del nuevo primer ministro ruso, Vladimir Putin, con el inicio de la invasión de la república chechena el 1 de octubre de 1999, para dar por finalizado todo el proceso secesionista iniciado en 1991.

Si en algo pone el foco este ensayo es en dos cuestiones de gran calado. La primera es relativa a la gestión del Kremlin de los medios de comunicación. Esta fue expeditiva con la clausura y el control de los medios que habían sido más críticos. Todo ello llevó a un cercenamiento de la libertad de prensa en todo lo relativo a la información de la guerra o “hechos de terror”. La segunda, es que sirvió para “catapultar a Putin”, supo utilizar el conflicto checheno para fortalecer su carrera política, y combinar los conceptos de imperio ruso y negocio. Y a partir de aquí, iniciar una “apuesta centralista” con un “fortalecimiento impregnado de ribetes autoritarios y recentralizadores”.

Por lo que se refiere a la parte chechena, Carlos Taibo realiza un pormenorizado análisis de las disputas internas entre los líderes chechenos, la irrupción del islamismo, lo que esto supuso, y la influencia en el devenir de los acontecimientos. Al analizar la etapa de Masjádov, sustituto de Dudáyev (primer presidente checheno), expone los virajes que dio en su mandato ante la cuestión religiosa, en un ejercicio de equilibrio ante la presión de Basáyev. Para finalizar, cuestiona el grado de colaboración entre la guerrilla chechena, Arabia Saudí y los talibanes afganos aportando algunos datos de interés, por mucha propaganda de Moscú en esa dirección.

Un conflicto enquistado

El ensayo, al entrar a analizar la fase posterior a la segunda guerra en Chechenia/Ichkeria, relata cómo se instaló el terror ruso ejercido por el ejército, el Ministerio del Interior y la aparición de un terrorismo de Estado que “rivalizaba en crueldad con el no estatal”. Facilita datos espeluznantes de lo que supuso la actuación rusa y todo ello con la “más franca impunidad, sin observadores internacionales, sin periodistas y sin que los propios jueces y fiscales rusos hayan podido trabajar sobre el terreno”.

También hay un apartado para tratar el terror que sembró algunos grupos significados de la resistencia chechena, actos de terrorismo en diversos lugares de Rusia, pero, como en otros pasajes del libro, vuelve a poner el acento en las diversas interpretaciones que se han dado sobre esos hechos. Desde la duda que algunas acciones fuesen ejecutadas por guerrilleros chechenos, como el grado de colaboración que recibían por parte de determinados funcionarios rusos que los “manipulaban a su antojo” para el logro de fines un tanto oscuros.

Carlos Taibo esboza lo que denomina “la normalización putiniana”, que no fue otra cosa que instaurar un gobierno títere en Chechenia, mediante elecciones de dudosa limpieza en la que estaban proscritas las organizaciones secesionistas chechenas y la aprobación de una constitución “draconiana y represiva” que tenía muchas menos competencias que otras repúblicas rusas y con una economía que no levantaba cabeza y en la que seguía habiendo prácticas mafiosas por ambos bandos, con el negocio de la droga por medio que servía para mantener a la guerrilla y seguir comprando armas al ejército ruso. No cabe duda que era una normalidad bastante surrealista.

La trama internacional

En este ensayo hay un hueco nada desdeñable para todo lo relativo a las relaciones internacionales en las que Rusia ha tenido un protagonismo importante en la década de  1990 y principio de 2000. Relaciones internacionales con otras potencias y con organismos internacionales, que en muchos casos estaban influenciadas por las relaciones comerciales y la situación económica rusa del momento. Pero en lo concerniente al problema checheno, Carlos Taibo analiza los movimientos de Rusia tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, su relación con EEUU, pues no hay que olvidar que la propaganda rusa se encargaba de vender la imagen que la guerrilla chechena formaba parte del terrorismo islamista, cosa que nunca pudo probar con datos, pero que en Occidente, a partir de los atentados en EEUU empezaron a dar cierto pábulo.

Uno de los más apartados más interesantes que tiene el trabajo de Taibo, es sin duda alguna, las páginas que dedica a los movimientos geoestratégicos de EEUU en la zona del Cáucaso, entre otros motivos, para tener acceso a los recursos de la zona y de Asia, entre ellos todo lo concerniente al petróleo y gas natural. Leído casi dos décadas después, y viendo los acontecimientos actuales en Europa Central y, particularmente, en Ucrania, no cabe duda que sirve para poder entender muchas de las cosas que estamos viviendo en la actualidad. Y centrándose en la política estadounidense en el conflicto checheno, destaca “el doble juego” que realizó EEUU, por un lado, el evitar todo tipo de crítica a Rusia por sus desmanes en Chechenia, y por otro, el “procurar alejar a Rusia-y privarla de negocios-del Caspio y del Pérsico”.

Al tratar la posición de los países que forman la Unión Europea y sus organizaciones supranacionales, este ensayo le asigna un papel que, siendo suaves, se podría calificar de lamentable. El autor lo define como “la miseria de siempre”. Europa, dando una de cal y otra de arena, le exigían a Rusia el respeto a los derechos humanos y una resolución del conflicto mediante el diálogo político, pero se acababa imponiendo la Realpolitik con Rusia, que en aquellas fechas proporcionaba un 16 por ciento del petróleo y un 40 por ciento del gas que consumía la UE. Otro tanto se podría decir del FMI que estaba dispuesto a dar más créditos a Rusia, obviando sus modos de actuar en Chechenia/Ichkeria.

Conclusiones

Carlos Taibo, al acometer las conclusiones a su ensayo, se ciñe a cuatro grandes cuestiones para que el lector termine de formarse una idea completa de la situación de Chechenia/Ichkeria en el momento de la publicación de su libro.

Realiza un análisis, no sin dosis de cierta especulación,  del sentir de la sociedad chechena, en la que destaca, sin duda alguna, el hartazgo con todos y con todo lo acontecido. Es de la opinión que la mayor parte de los chechenos étnicos se pronunciaría en favor de la secesión de Rusia y respecto al crecimiento del islamismo aporta algunos datos de interés que hacen suponer que ha habido una resistencia hacia el islamismo wahabí que no ha conseguido implantarse entre la población.

El debate sobre la autodeterminación se asienta sobre la discusión de si Chechenia/Ichkeria podía ejercerlo al ser una entidad de rango inferior a las repúblicas federadas soviéticas y, por tanto, no ajustada a derecho su declaración de independencia de 1991, cosa que el autor echa por tierra, por lo artificial de la articulación de todo lo que fue la Unión Soviética y sostiene que “la asunción de que Chechenia/Ichkeria es ontológicamente Rusia acarrea una dramática , y fácilmente perceptible, distorsión de la historia”. Incide en la recuperación de un discurso imperial por parte de la Federación Rusa, con tintes militaristas y autoritarios que lo están comprobando en “la periferia de la antigua Unión Soviética”. Y en este apartado es muy crítico con Occidente por haber “dado alas a una serie de operaciones” en las que Rusia ha empleado una “violencia indiscriminada que ha ocasionado numerosísimas víctimas civiles”. Para finalizar, el autor deja una duda en el aíre que no había despejado en el momento de publicar este ensayo: “No estaba claro si los intereses occidentales pasaban por una Rusia débil o, por el contrario, reclamaban una Rusia que ejerciera un ferrero control sobre su patio trasero”[2]. No cabe duda que sería interesante volvérsela a formular en la actualidad.

En su tercera conclusión trata el enfoque que se ha dado al tema islamista y el discurso que se ha instalado de ver islamistas por todos lados formando parte de “oscuras tramas internacionales” y las consecuencias que ha supuesto este tipo de análisis “entre la mayoría de los expertos en seguridad” que, entre otras cosas, son remisos a buscar las causas del origen el terror islámico.

Para finalizar, su última conclusión está dedica a Putin, que bajo el título  ¿el Zar listo? partiendo de la base que ha sido escrito hace casi dos décadas, no cabe duda que no debería diferir mucho si hubiera sido escrito a día de hoy. Se podría definir  como una “persona que carece de principios […] y con el objetivo de afianzar inmoderadamente el poder propio”. Me ha llamado poderosamente la atención cuando Carlos Taibo afirma que “Putin no es en modo alguno ese dirigente que siempre se sale con la suya” o cuando dice “de entre los que rodean a Putin, no hay mayor mito que aquel que sugiere que ha puesto firme a los magnates”, cuestiones que las argumenta en su última conclusión.

Para finalizar, este libro de Carlos Taibo nos sirve para rescatar un conflicto olvidado, como es el checheno, que sigue sin resolverse, pero también para poder entender los movimientos geopolíticos en la región de Cáucaso, que la ciudadanía de Europa Occidental quizá los ve con cierta lejanía, pero que no es tal, cuando podemos constatar la influencia que está teniendo en las relaciones de Rusia con EEUU y la UE en particular. Una región ubicada entre los mares Negro y Caspio y limítrofe con Oriente Medio y Asia Central.


[1] Chechenia/Ichkeria es el nombre dado a la república en 1994 por su entonces presidente, Yoyar Dudáyev.

[2] La cita extraída del libro de Carlos Taibo está redactada en presente. Me he tomado la licencia de transcribirla en pasado, puesto que es una reflexión que hizo cuando escribió el libro “El conflicto de Chechenia” en 2004.

El conflicto de Chechenia
El conflicto de Chechenia. Editorial Los libros de la Catarata

La historia oficial

La historia oficial es aquella que nos encontramos en los libros, la que vemos diariamente en los medios de comunicación, pero detrás de ella encontramos multitud de pequeñas historias en las que los protagonistas somos nosotros, personas anónimas, que carecemos de un altavoz lo suficientemente potente para que puedan conocerse, pero donde hay mucho que contar, porque detrás de cada una de ellas se esconde una parte importante de la historia de la humanidad, esa que los medios oficiales quieren ocultarnos.

Bajo el título “La Historia oficial” (Editorial Txalaparta), Jonathan Martínez hace unos meses  publicó un libro en el que partiendo de su historia personal y familiar, la va entrelazando con diferentes historias ignoradas para la inmensa mayoría y, a su vez, con esos acontecimientos que nos han contado los que controlan el poder, y todo ello a través de una serie de relatos cortos. Para definir este libro el autor utiliza el ejemplo de un vaso que se rompe, el vaso representaría la historia oficial, pero los trozos rotos, que no dejan de ser partes de ese vaso, representan todas esas pequeñas historias desconocidas pero que forman parte de nuestra historia. Este libro intenta barrer todas esas pequeñas historias como contrapunto a la historia de la humanidad.

Una de las características es que es difícil clasificarlo en un género concreto. No es un ensayo, ni una colección de relatos. Se puede decir que no es un libro al uso, pero el autor nos da una pista en uno de los capítulos al definirlo como “un relato de relatos”.

Jonathan Martínez ha sacado a la luz su historia familiar para compartirla con el lector, pero ha logrado algo más importante: que pase a formar parte de todos nosotros. La lectura de este libro nos invita a que demos el paso que él ha dado para que todas esas historias personales no queden silenciadas, pues como muy bien nos dice “escribir es ganarle terreno al olvido” y sin duda alguna con este libro ha logrado ese objetivo. Su historia personal nos trasladará al valle de Karrantza (Bizkaia), pero servirá para llevarnos por otras latitudes y nos descubrirá las conexiones con otros lugares y sucesos que nos relata en su trabajo, pues como nos dice el autor “los destinos privados de las personas arrojan luz sobre el rumbo colectivo de los pueblos”, pues “detrás del yo se esconde un nosotros”. Y de ello da buena cuenta en el libro.

Realmente cuando uno inicia su lectura no sabe lo que se va a encontrar, siendo necesario ir leyendo los relatos para poder ir adentrándose en el libro e ir hilando la relación que hay entre todos ellos.

Al ir desmadejando su historia personal, nos relatará las vivencias de sus abuelos y el descubrimiento de la existencia de un familiar que desapareció en la Guerra Civil. Todo ello le empuja a una investigación que le llevará a recorrer otros lugares y a cruzarse con otras historias anónimas. En ese viaje nos hablará de su bisabuela maestra, de la escuela de Rioseco, de las Misiones Pedagógicas durante la II República, de la represión que sufrió el maestro Teodoro, nos acercará al horror que fue el bombardeo de la plaza de Andikona (julio de 1936) en plenas fiestas de Santamañak y el posterior asedio de Otxandio (abril de 1937), donde se supone que falleció un antepasado suyo luchando en el frente.

En este libro nos muestra que poder y represión van de la mano a lo largo de la historia: los Médicis en Florencia, la inquisición a lo largo de los siglos, el franquismo, el nazismo, las dictaduras militares chilena y argentina y los regímenes actuales, donde “el estado de excepción es cada vez más una forma de gobierno”[1]. Y a lo largo de la lectura de este libro estará presente un compañero de viaje, que no nos abandonará en ningún momento: el miedo. Es la herramienta que utiliza el autor para armar esta obra, pues sin el miedo no se podrían entender los relatos de Jonathan Martínez.

A lo largo de la historia de la humanidad encontramos que el miedo está siempre presente, y al que Jonathan Martínez lo define como “ese gran dictador que escribe la historia”. Todas las citas que hay al inicio de cada capítulo tienen que ver con este elemento y están relacionadas con el contenido del capítulo en el que aparecen. Y de su mano aparece la muerte, pues es el mayor miedo al que nos enfrentamos las personas. Sólo por el hecho de leer las citas que aparecen al inicio de cada relato merece la pena dedicar un tiempo a su lectura.

Jonathan Martínez a la hora de coger un período de la historia oficial para  armar este libro acota la historia en los últimos veinte años, para ello sitúa su inicio en septiembre de 2001, momento en el que se producen los atentados del 11S y finaliza con la huida de los aviones estadounidenses de Kabul. Si la imagen del 11S era gente tirándose al vacío desde las Torres Gemelas, en agosto de 2021 era la de personas queriendo huir de Kabul ante la llegada de los talibanes, y para ello intentaban agarrarse a cualquier parte de los aviones norteamericanos que despegaban de Kabul.

Este periodo de la historia se ha caracterizado por el miedo, que en uno de los relatos nos lo define como “una jaula de rejas invisibles”. A través del libro nos va mostrando que ese miedo ha servido a los que controlan el poder para ponernos ante una falsa elección entre libertad y seguridad. A lo largo de estos últimos veinte años se han producido una cascada de recortes en las libertades individuales y colectivas en aras a una falsa seguridad, pues dos décadas después los talibanes vuelven a gobernar Afganistán y la prometida seguridad solo ha servido para que EEUU haya realizado auténticas masacres de civiles en los conflictos que ha patrocinado. Pero como muy bien dice Jonathan Martínez “un pueblo no permanece unido por lo que todos aman sino por lo que todos temen”, y los que dirigían los designios de EEUU supieron realizar esa lectura en su propio provecho y pusieron en marcha los mecanismos necesarios para que los ciudadanos renunciasen a la libertad, en favor de tener una falsa seguridad. Y como el poder sabe gestionar este tipo de situaciones, la guerra es el mejor aliado para aplicar lo que el autor denomina “la economía del miedo”, es decir, la formula perfecta para que algunos se enriquezcan exportando el terror a lo largo del planeta.

Si en la historia de la Europa occidental hay un personaje que fue un gran conocedor del miedo, ese es Maquiavelo, por ello Jonathan Martínez lo tiene muy presente. El político florentino y algunas de sus reflexiones realizadas durante su exilio sobrevuelan este trabajo. Todo el pensamiento político que elaboró en esa etapa, cuando los Medici los expulsaron de Florencia, está recogido en El Príncipe y en él se plantea el siguiente dilema: qué es lo mejor para un gobernante ¿se amado o ser temido?, pregunta que surgirá en varios relatos, porque “el temor es el gobernante más peligroso”.

Las reflexiones que Maquiavelo realiza en El Príncipe sirven a Jonathan Martínez para trasladarlas a los diferentes acontecimientos que se han vivido a lo largo del siglo XX, porque la obra del pensador de Florencia no deja de ser un libro de cabecera para todo aquel gobernante que basa su autoridad en inculcar el miedo a sus ciudadanos, “basta una cucharada de mano dura para amedrentar a las masas”. Maquiavelo, que con la llegada de los Médicis cayó en el ostracismo, también vivió en sus carnes la crueldad del poder.

En esa labor de ir hilvanando el libro a través de diversas historias Jonathan Martínez une Otxandio, Nueva York, Herāt, Faluya o Kabul, lugares que tienen en común el horror de la muerte y la destrucción. En todos ellos hay multitud de historias personales que no forman parte de esa historia oficial pero que nos pertenecen por muy lejos que se hayan producido.

Algunas de las pequeñas historias del libro recalarán en los centros de tortura de la DINA, Abu Ghraib o Tres Cantos y con ello la sombra de Maquiavelo nos acompañará, pues sufrió los horrores de esta práctica a cargo de los Médicis.

A lo largo del libro hay varios relatos dedicados a la dictadura militar chilena, pero me voy a parar en uno de ellos en los que nos habla de la visita de Milton Friedman al Chile de Pinochet para “predicar el dogma del libre mercado”. Puede parecer un sarcasmo hablar de libertad en una dictadura, pero claro, el libre mercado va de acumulación de riqueza por parte de una minoría y para lograrlo en muchos casos la represión es el instrumento imprescindible. Represión y liberalismo son dos compañeros de viaje. Jonathan Martínez realiza un relato magistral en el que intercala testimonios de represión y torturas con las recomendaciones que Milton Friedman realizó a Pinochet para poner en práctica en Chile. No duda a la hora de buscar un nexo de unión entre la dictadura y las teorías económicas de Friedman: “la matanza y la nueva economía cabalgan codo con codo. Por lo visto, para liberar el mercado había que encerrar a personas”. Para esta historia el autor elige una cita del libro “La doctrina del Shock” de Naomi  Klein que refleja lo que fue la dictadura chilena[2].

El título del libro no es original, el autor lo extrae de un largometraje argentino que trata el drama de los bebes robados durante la dictadura argentina, esas historias silenciadas por la historia oficial y que Jonathan Martínez quiere rescatar del olvido para que formen parte de nuestra historia colectiva, y para ello en uno de esos relatos nos habla de las desapariciones y de bebes robados. Si el tema es duro de por sí, la cita que podemos encontrar al inicio de ese relato sencillamente es espeluznante. Es un pequeño fragmento de una conversación entre un militar golpista y el periodista argentino Jacobo Timerman[3].

En este trabajo el autor recoge una reflexión de Umberto Eco que es el fiel reflejo de la forma en la que en muchos casos se construye la identidad nacional: “Tener enemigo es vital para definir una identidad nacional porque garantiza un obstáculo contra el que medir un sistema de valores. Cuando no existe un enemigo es urgente construirlo”. Me atrevería a decir que esta frase también sirve para construir discursos de corte fascista, vacíos de cualquier contenido.

Jonathan Martínez ha combatido el miedo escribiendo y nos ha obsequiado un libro que rompe moldes por su originalidad y nos ha enseñado que la historia es mucho más de lo que nos cuentan en los libros. La historia nos pertenece porque la construimos todos nosotros.


[1] Cita de Giorgio Agamben recogida en este libro.

[2] Naomi Klein (La doctrina de Shock):“Estaban convencidos de que solo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados”.

[3] Conversación entre el periodista Jacobo Timerman y el coronel Ramón J. Camps:

  •  Si exterminamos a todos, habrá  miedo por varias generaciones.
  • ¿Qué quiere decir todos?
  • Todos… unos 20.000. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres.
La historia oficial
La historia oficial. Editorial Txalaparta

Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío

El hecho que en un ensayo confluyan el análisis de la última etapa de Marx con la Rusia de finales del siglo XIX, a priori, quizá no sea un tema lo suficientemente atractivo para adentrarse en esta materia, pero una vez que uno inicia su lectura sosegada, no le queda ninguna duda que ambas cuestiones, y la particular conexión que podemos encontrar entre ellas gracias a esta obra, es un trabajo que no se puede dejar pasar por alto.

Con el título “Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío” (Editorial Catarata), el politólogo Carlos Taibo ha realizado un trabajo que en poco más de 120 páginas ha profundizado en esa parte del pensamiento de Marx que es poco frecuentada, como es todo lo relativo a los estudios que el filósofo de Tréveris realizó sobre las diferentes estructuras de la sociedad a lo largo de la historia, lo que el autor de este ensayo denomina desarrollo de las formaciones sociales, centrándose en las estructuras sociales precapitalistas. Y todo ello para buscar una conexión entre las ideas que sostuvo Marx en su última etapa y la Rusia de finales del siglo XIX en la que se vivió la experiencia del movimiento  naródniki.

El profesor Taibo plasma en este libro la evolución del pensamiento de Marx, para poner el foco en la última etapa de la vida de Marx, en concreto, a partir de los sucesos de la Comuna de París y plantear si en su última etapa hay un cambio de visión en lo relativo a las sociedades precapitalistas y, lo que es más importe, si este tipo de sociedades podían llegar al socialismo sin tener que pasar por la etapa del capitalismo. Para ello el autor hace un repaso al desarrollo histórico de las sociedades en el pensamiento marxista, el colonialismo, las sociedades precapitalistas y los campesinos, para engarzar con un estudio de la comuna rural en Rusia y el movimiento de los naródkini.

A lo largo de este ensayo, Carlos Taibo tiene presente los estudios que realizaron varios autores entre los que cabe destacar, entre otros, a Teodor Shanin, Godelier y Marcello Musto.

El ensayo se compone de seis bloques en los que desarrolla el pensamiento de Marx en lo relativo a las relaciones sociales, su relación con Rusia, para pasar a exponer lo que fue la Comuna rural rusa, el movimiento de los naródniki y la relación que mantuvo Marx con este movimiento, para finalizar con las conclusiones-reflexiones del autor.

Los últimos años de Marx

La última década de la vida de Marx, en concreto, desde la experiencia de la Comuna de París (1871) hasta su fallecimiento en 1883, es el periodo que despierta un mayor interés a Carlos Taibo.

La experiencia que supuso la Comuna parisina y la represión que sufrió para su derrota marcan el inicio de esa etapa de un Marx que estuvo envuelto en una lucha denodada contra la línea reformista del socialismo alemán e inglés y en la que profundizará en cual debería de ser la actitud ante Estado, cuestión que trató en su trabajo Crítica al Programa de Gotha (1875).

El autor del ensayo plantea que es en esta época cuando Marx “alumbró una nueva vía para la construcción del socialismo” en la que desconfiaba de “apoderarse de la maquinaria del Estado”.

El hecho que el profesor Taibo sea un teórico y defensor del movimiento libertario y la autogestión, nos puede servir para entender su interés por los trabajos que Marx realizó en los diez últimos años de su vida, donde se posicionaba en pro de destruir el Estado burgués y una apertura a las experiencias que se daban en países con sociedades precapitalistas, como era el caso de Rusia a finales del siglo XIX.

Marx y el desarrollo de las formaciones sociales

En lo concerniente al desarrollo histórico de las sociedades nos adentra en las dos interpretaciones que se hacen del pensamiento de Marx. Si era determinista, lo que pudo influir en la teorización que realizó a lo largo de su vida en lo relativo a la evolución de las sociedades y los tránsitos que debían de seguir para llegar al socialismo o, por el contrario, “la obra de Marx se ve marcada afortunadamente por la flexibilidad en el análisis y por la ausencia de esquemas cerrados”, por lo que en el libro se plantea si “realmente el Marx tardío no sería muy diferente de los anteriores”. La lectura del ensayo servirá para que el lector pueda reflexionar sobre esta y otras cuestiones que se abordan.

Al tratar los posicionamientos de Marx y Engels ante el colonialismo, Carlos Taibo se centra en la evolución que se da en el pensamiento de ambos pensadores, que influidos por la época en la que vivieron, pasaron de la aceptación del colonialismo como “un carácter progresivo y beneficioso”, y camino para que todos esos territorios siguieran la estela de la “Europa civilizada” a defender una propuesta anticolonial. El autor recuerda que esta era una postura mantenida por “muchos de los clásicos anarquistas más o menos coetáneos”,  que criticaban “los excesos de la colonización”, pero aceptaban “la idea de que tenía una dimensión liberadora”. Marx superaría ese legado hegeliano, para pasar a defender una propuesta anticolonial.

Esta evolución tiene importancia, pues servirá para que Marx vaya otorgando mayor importancia a países que estando fuera de la Europa occidental, van adquiriendo mayor protagonismo a nivel mundial a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, como es el caso de EEUU y Rusia.

A la hora de analizar el estudio que realizó Marx sobre las sociedades precapitalistas, el autor parte de la premisa que hasta su última etapa “las formaciones sociales precapitalistas sólo atrajeron a Marx como fundamento de explicación de la gestación del orden burgués”, pero eso no fue óbice para que en palabras de Carlos Taibo, “a Marx las sociedades precapitalistas le interesaran, también, por cuanto ofrecían formas de relación humana distintas de las características en el capitalismo”. En este caso hay que tener presente la incesante búsqueda por parte de Marx de una “sociedad sin propiedad privada”.

A la hora de estudiar el posicionamiento de Marx ante los campesinos, el autor volverá a incidir en la evolución del pensador alemán a lo largo de sus diferentes escritos. Desde los pertenecientes a sus inicios, como pueden ser Las luchas de clases en Francia (1850) o el Manifiesto Comunista (1848), en los que los campesinos no salen muy favorecidos, descartándolos como “sujeto revolucionario”, para en sus últimos años mostrar mayor receptividad, como así sucede en la obra Critica al programa de Gotha (1875). El cambio de visión inicial que tenía sobre el campesinado le llevó a sostener que no se debía incluir a los campesinos dentro de las capas reaccionarias de la sociedad. En un libro en el que se estudia a la Rusia de finales del siglo XIX el campesinado tiene una vital importancia, puesto que en la Europa oriental era la clase mayoritaria.

La relación de Marx con Rusia

La lectura de este libro permite acercarse a la visión que Marx tuvo de Rusia a lo largo de su vida. Una percepción, que como se recoge en este trabajo, varió a lo largo del tiempo, teniendo inicialmente un posicionamiento antirruso, al ser este país un régimen reaccionario, una autocracia, nada comparable con los regímenes existente en Inglaterra, Francia y Alemania. En este marco se puede entender la defensa que hacía de una Polonia independiente, pues detrás de este planteamiento se encontraba una lucha contra el zarismo.

Una opinión similar tuvo respecto de la comuna rural rusa, estimando que “estaba llamada a desparecer y no podía servir de sustento a un proceso revolucionario autóctono”. Sin embargo, esta percepción varió diametralmente en el tiempo debido a diversos factores para llegar a plantearse “si la comuna rural podía servir de fundamento para una industrialización no capitalista”. Esta evolución le llevó a un acercamiento al naródnichestvo o, populismo ruso.  

Populismo y comuna rural rusa

En este bloque encontramos un estudio profundo de lo que supuso el movimiento de los naródniki en el último cuarto del siglo XIX y su propuesta de “sortear el capitalismo, sobre la base de una revolución social que debía de surgir de la singularidad rusa, asentada en la comuna rural y en las cooperativas urbanas”.

Para Carlos Taibo, este movimiento tenía claro el papel del Estado en su faceta del ejercicio de la opresión y la represión, lo que le lleva a defender la idea de la “abolición del Estado para liberar a la comuna rural”. El naródnichestvo constituyó “una respuesta a un socialismo, el occidental, que ignoraba las singularidades de Rusia y se articulaba como un proyecto inequívocamente elitista”.

Si bien, en un principio el campesinado fue la preocupación principal de los naródniki, con el paso del tiempo pusieron su interés en el proletario, así como en los estudiantes y los soldados.

Taibo menciona la posición de los naródniki en temas como la igualdad de sexos, la violencia y en materia medioambiental. Favorables a preservar estructuras descentralizadas para evitar las reformas dictadas desde arriba. En palabras de Shanin, se plantearon “la necesidad y la dificultad de combinar el individualismo y el colectivismo bajo el socialismo, el lugar de la ética en la acción socialista”.

La obshina (término utilizado para referirse a la comuna rural rusa) era considerada por los naródniki como un resto del comunismo primitivo. Carlos Taibo nos la define como “una comunidad territorial de autogobierno que en tal sentido operaba en detrimento de la aldea o la parroquia. Era una entidad económica, una fórmula de propiedad colectiva … dirigida por una asamblea”. Para los naródniki era una huella de la tradición colectivista del pueblo ruso.

La correspondencia de Marx con Vera Zasúlich

En este ensayo hay un análisis acerca de la posición de Marx ante la comuna rural rusa, y para ello el autor bucea en la comunicación epistolar que mantuvo con Vera Zasúlich, militante naródnik que con posterioridad militó en el marxismo.

El autor expone el valor que Engels da a la comuna rural en el marco de la Rusia de la época, que la ubicaba dentro de lo que denominaba comunismo primitivo que no podía ser la base de una estructura socialista, a no ser que hubiera una fuerza externa que lograse dar ese salto. Las ideas de Engels se contraponían con la postura que acabó manteniendo Marx, producto de sus estudios acerca de las sociedades precapitalistas.

A la hora de tratar este bloque del libro, Carlos Taibo realiza un estudio teniendo presente no sólo la respuesta que Marx envió a Vera Zasúlich, sino también los borradores de carta que redacto y que no llegó a enviar. Esos borradores sirven al autor para exponer que las teorías recogidas en El Capital y en otras obras eran de aplicación exclusiva en Europa occidental y servían para explicar el tránsito del feudalismo al capitalismo. Por tanto, en palabras de Marx “el precedente occidental no prueba nada”, llegando a rechazar de forma expresa “haber diseñado una teoría de aplicación general y universal”. Se desmarca de estudiar los diferentes procesos históricos “con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia”.

Carlos Taibo recoge comentarios y análisis de autores como Maximilien Rubel, Roberto Finelli o Poggio, que afirman que para Marx la comuna rural rusa era una herramienta válida para que el individuo se desarrollara de forma individual y colectiva. Y en palabras de Poggio, “la comuna rural rusa no era un obstáculo para el socialismo, pero sí lo era, en cambio, para el capitalismo”.

Llegados a este punto se podría volver a plantear si Marx realmente era determinista cuando tuvo este acercamiento a la comuna rural. El autor nos dice que en los años finales el pensador alemán tiene en mente “vías de transformación que no reclaman un desarrollo de las fuerzas productivas en clave capitalista”. Y por ello desarrolla en esta obra el interés que tuvo por las sociedades no occidentales y precapitalistas. Entiende que Marx no se posiciona en favor de una concepción mecanicista de la necesidad histórica.

Conclusiones

En este último bloque del ensayo el autor hace una pequeña exposición de las diferentes teorías existentes sobre los cambios producidos en el Marx de los últimos años y las percepciones que tuvo de Rusia. Se pregunta si hubo una continuidad en su pensamiento o, por el contrario, se dio una ruptura, para ello, expondrá las teorías de diferentes autores sobre esta cuestión para resaltar el interés de esta última etapa del pensador alemán.

Donde se puede atisbar una crítica por parte de Carlos Taibo al pensamiento de Marx es a la hora de tratar conceptos como la centralización de los medios de producción en el marco de la industrialización y la tecnología. Es en esta cuestión donde el autor manifiesta que Marx no abandonó sus teorías en lo relativo a la “centralización de las grandes explotaciones , de la producción industrial y de las tecnologías acompañantes”, en línea con su idea que “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo acabarían con el capitalismo”. Entiende el autor que hay un alejamiento de cualquier planteamiento autogestionario por parte de Marx como de Engels.

El ensayo dedica un pequeño apartado a comentar el pensamiento de Engels, donde destaca algunas diferencias, que se acentuaban en el pensamiento que mantuvo Marx en los últimos años de su vida, en concreto en la visión que tenían sobre Rusia y la comuna rural, pues entiende que mantenía una teoría más mecanicista de la concepción materialista de la historia.

Carlos Taibo deja para el final de sus conclusiones tres apartados muy recurrentes en el debate de las ideas que se dio en el campo del marxismo desde finales del siglo XIX hasta la Revolución bolchevique de 1917.

El primero es el relativo al Estado y Poder, donde defiende la “inflexión libertaria” de Marx, para ello el autor toma como eje de su argumentación la obra que dedico a la Comuna de Paría, La guerra civil en Francia (1871), donde plantea acabar con la maquinaria del Estado burgués por ser el instrumento de la dominación de clases. Taibo nos expondrá algunas visiones de diversos autores que sostienen la importancia de esta obra, tanto a la hora de tratar el tema del Estado, al haber quedado un tanto marginado en el Capital, como en el campo de la dialéctica contra sus detractores anarquistas.

En el segundo apartado Carlos Taibo reflexiona sobre “en qué medida los avatares de su vida, la reflexión sobre su trabajo teórico y sus desencuentros políticos” pudieron influir en los pensamientos de sus últimos años. El hecho que los socialdemócratas alemanes y los socialistas ingleses adoptaran posicionamientos más moderados dentro de la Internacional le lleva a plantear al autor que generó un rechazo en Marx y, a su vez, puso el foco en Rusia, lugar donde su obra empezaba a tener adhesiones. Todo ello le hizo modular su visión de otras realidades para analizarlas con una visión más comprensiva, cosa que no había hecho con anterioridad.

El último apartado lo reserva para lo que el autor denomina “el experimento bolchevique”, que si bien se produce pasados más de treinta años de la muerte Marx, el autor lo incluye en el ensayo para realizar una comparación entre el Marx tardío y la evolución de la Unión Soviética. Muy crítico con la experiencia bolchevique, al aplicar un modelo sui generis de producción capitalista con la disolución de la comuna rural rusa y la instauración por Stalin de una “propiedad burocrática estatalizada y nunca socializada”.

En palabras de Taibo “Lenin se inclinó por abrazar una interpretación acrítica, mecánica y determinista de las teorizaciones del Marx maduro”. En un pais en el que el proletariado era minoritario, el autor entiende que la burocracia soviética tiene como objetivo superar etapas “en el desarrollo de las fuerzas productivas” utilizando el modelo capitalismo de forma solapada. Para el autor la burguesía liberal fue sustituida por el Estado y el partido, donde desaparecieron la comuna rural rusa, “los soviets como instancias autónomas” y la revolución social.

El ensayo de Carlos Taibo es un trabajo interesante sobre el Marx tardío y su visión de Rusia en dicha época. No se puede obviar que el trabajo lo realiza desde la perspectiva del pensamiento anarquista, pero eso no le quita ningún ápice de interés, porque es una herramienta para poder debatir sobre todos los temas que desarrolla.

Como comentario personal, en el ensayo he echado en falta, y lo digo más como aportación que como crítica, que no se ha tenido en cuenta una obra que se puede enclavar en la etapa del Marx tardío como es la Crítica al programa de Gotha, escrita en 1875, posterior a los hechos de la Comuna de París, donde hace una disertación del periodo de transición entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista que lo define como “dictadura revolucionaria del proletariado”. Esto llevaría a reflexionar como engarzaría la destrucción de la maquinaria del Estado burgués con esa fase intermedia hasta la consecución de la sociedad comunista. Y a la hora de comentar el análisis que realiza de la experiencia bolchevique hay una obra de Lenin que siempre he tenido la sensación que es la gran olvidada y que ha sido obviada en este ensayo. Me estoy refiriendo al Estado y la Revolución. En ella, apoyándose, entre otros escritos de Marx, en La guerra civil en Francia, habla sin ambages de la destrucción de la maquinaria estatal. Bien es verdad que la teorización que realizó Lenin en lo referente al Estado fue paulatinamente marginada, pero eso daría para otro profundizar en otro ensayo.

Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío
Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío. Editorial Los libros de la Catarata

La alternativa republicana. Un ejercicio de higiene democrática

Realizar una propuesta republicana en el Estado español debería de situarse dentro de la normalidad democrática, pero, hoy en día sigue siendo un ejercicio complejo, al seguir estigmatizada por algunos sectores de la ciudadanía, al percibirla como una propuesta de la izquierda rupturista que siempre tuvo un tono crítico con la Transición y con lo que vino de la mano de ésta: el régimen del 78.

El pilar en el que el régimen del 78 tenía previsto sustentarse era la Constitución y dentro de ese pack venía incluida la monarquía, institución que el dictador ya se había encargado de recuperar como forma de gobierno a través de la Ley de Sucesión que fue aprobada en 1947, reservándose la potestad de nombrar al futuro monarca. Cuando entendió que era el momento, designó al que sería el futuro rey y el nuevo régimen surgido de la Constitución del 78 no solo no puso reparo alguno a dicho nombramiento, sino que acabó por encumbrar a la monarquía como vértice superior de la pirámide del régimen. La estrategia del régimen era que no hubiese posibilidad de elección, el todo o nada.

Al hablar de república a uno le viene a la mente las dos experiencias que ha habido a lo largo de la historia y que tienen como denominador común el intento de modernizar el Estado español para asemejarlo a los países europeos de la época, pero sucumbieron a los ataques que recibieron desde el primer momento por las élites existentes, más preocupadas en salvaguardar sus privilegios e intereses económicos que en el avance de la sociedad del momento.

Desde que accedió al trono el rey Juan Carlos I la llama republicana ha estado siempre encendida, aunque durante bastantes lustros no haya tenido la suficiente intensidad para abrir un debate en la población. Pero en los últimos diez años las tornas han ido cambiando y desde hace tiempo la institución monárquica no pasa precisamente por sus mejores momentos y es que se han vivido situaciones que han deteriorado su imagen hasta el extremo que hace algunas décadas esta circunstancia hubiera sido inimaginable.

En toda esa vorágine de escándalos de corrupción en los que el epicentro está siendo la monarquía representada por quien ha sido figura visible en los últimos cuarenta años, Juan Carlos I, pero sin olvidar a otros miembros destacados de la Corona, me parece interesante traer aquí el libro  “La alternativa republicana” de Hugo Martínez Abarca (Editorial Catarata), publicado en junio de 2021. Es un ensayo en el que su autor realiza un repaso histórico de los últimos cuarenta y cinco años y para ello desarrolla su trabajo bajo los siguientes ejes: la figura de los dos monarcas que ha habido durante ese periodo, examina la construcción del mito de la Transición y la corrupción que ha inundado las estructuras políticas y económicas del régimen del 78.

Antes de pasar a comentar el libro, no quisiera pasar por alto el prólogo realizado por Luís Alegre. En un libro de estas características, en el que se hace un relato de las últimas cuatro décadas, realiza algunas reflexiones que merece la pena tenerlas presente, como qué es el patriotismo y en lo que lo han convertido todos aquellos que diariamente utilizan ese término como arma arrojadiza.

Al hablar de la monarquía, Luís Alegre lanza algunas preguntas que a lo largo de este libro encontraremos las respuestas. Se pregunta “si la monarquía tiene más poder que el que nos imaginamos”, algo que no se recoge en ningún texto legal, y va más allá cuando se pregunta “si es la piedra angular desde la que se articula y constituye la arquitectura de las élites”. Luís Alegre quizá realiza una de las mejores definiciones de lo que es la Corona al decir que “es símbolo de la unidad y permanencia de una arquitectura de élites dispuestas a bloquear cualquier opción de progreso allí donde despunte en los más mínimo”.

Hugo Martínez Abarca, a la hora de realizar el relato de estos últimos cuarenta y cinco años, divide el libro en tres bloques en los que narrará como se ha ido moldeando y retorciendo el relato de la Transición (lo que el autor denomina “la construcción del mito de la Transición”), la deriva de la monarquía a lo largo de este periodo, para finalizar tratando de enfocar lo que debe de ser hoy en día una alternativa republicana. Y todo el relato va acompañado de algo que ha sido el santo y seña de la monarquía española y de las élites económicas y políticas: la corrupción estructural, siendo la monarquía la cabeza más visible.

Todo proyecto de cambio necesita tener un nombre y para el autor no hay otro que el de república, un nombre que “representa una ruptura con el pasado”, pero ello exige “eliminar muchísimas connotaciones hoy asociadas en España a la república y enriquecerla con connotaciones más compartidas, modernas y esperanzadoras”. Y es en este aspecto donde este ensayo supone una ruptura con la defensa que se hace de la república desde la izquierda. En palabras de Hugo Martínez Abarca, la propuesta republicana “pasa por hacer de la república una imagen de un proyecto popular y democrático” que englobe la modernidad, la justicia, la ecología, el feminismo y que sea europeo.

La “vinculación simbólica y emocional” de la república con la izquierda española es el principal impedimento que tiene este término para poder ser el nombre del cambio en España. Por ello plantea una alternativa no sólo republicana para España, sino también al tipo de republicanismo. Porque si en innumerables ocasiones los acérrimos defensores de la monarquía son quienes más la empujan al abismo, “la república como bandera de la izquierda imposibilita su emergencia como motor del cambio de país”. La II República, anhelo histórico de la izquierda, pertenece a un tiempo histórico diferente al que vivimos en la actualidad y la llegada de una república solo puede lograrse si se da un movimiento que englobe a la mayor parte de la ciudadanía.

La primera parte del ensayo, bajo el título “formación del espíritu de la Transición”, es un repaso de lo que fue realmente la Transición y la posterior idealización de esta etapa, mediante la creación de un relato. El autor cuando habla de este periodo lo realiza en los siguientes términos: “Cuando hablamos de la Transición (con mayúsculas) en realidad hablamos de un relato a medio camino entre lo místico y lo épico que se construyó muchísimo después, básicamente entre 1995 y 2002 “.

Trata algunas cuestiones de todo ese periodo como el tan idolatrado “consenso”. Una palabra que formaba parte de la retórica de la Transición. Hugo Martínez Abarca realiza un análisis crítico a este concepto y en lo que se ha convertido. Pues el consenso “dificulta todo cambio” y “la justicia nunca se conquista por gracioso acuerdo con quien se beneficia de la injusticia”, todo lo contrario que la democracia pues una de las virtudes consiste en ser la herramienta para gestionar las diferencias existentes en una sociedad plural. Una de las características de la democracia, es que “canaliza de forma pacífica y legítima los disensos”. Pero el consenso ha acabado transformándose en “derecho de veto” de los sectores más inmovilistas a la hora de poder realizar cualquier cambio que reclama la sociedad.

Para el autor, la sacralización de la Transición ha sido un instrumento de gran utilidad para el “conservadurismo” tanto de izquierdas como de derechas, pues ha servido para impedir cualquier tipo de cambio y ha impedido solucionar problemas que se arrastraban desde el inicio de este período.

Sin embargo, para Martínez Abarca, la cultura política de la Transición llegó a su fin con la llegada de Aznar pues antepondrá el partido al Estado, llegando a usar “el llamado constitucionalismo, la Transición y el 78 como identidad propia”.

Explica de forma sucinta las dos diferentes etapas de lo que fue el periodo de Aznar en el Gobierno. Una primera en la que ensalza a Azaña, como intelectual y político por su labor para “construir en España una democracia moderna e ilustrada” y a Cánovas como “demócrata moderado y con sentido de Estado”. La segunda etapa fue la que se vivió durante su segunda legislatura en la que gozó de mayoría absoluta. Desarrolla el cambio radical de discurso que se da a partir de ese momento, impulsando el revisionismo histórico, haciendo un nuevo relato de la Transición con la finalidad de acometer “una construcción ideológica usando la idea del patriotismo constitucional y retorciéndola hasta hacerla sinónimo de nacionalismo español”.  El régimen del 78 se “definía por dos valores: unidad de España y monarquía”. Y lo más grave de este discurso era que todo aquel que se saliera ni era constitucionalista y ni era demócrata. Toda esa etapa se convierte en lo que Martínez Abarca llama “autoritarismo liberal”. Es la época en la que se da un recorte de libertades políticas en nombre de la lucha contra ETA, hasta llegar a construir una teoría de que “todo lo que no sea PP es susceptible de ser ETA”.

Para el autor, la cultura de la Transición ha sido derrotada, sobre todo con la llegada del 15M, pero lo que no ha sido derrotado hasta la fecha es el régimen del 78, pues las instituciones han sobrevivido a todos los movimientos que han puesto en tela de juicio la política de las últimas décadas.

La segunda parte del libro, sin duda, entra a fondo con la institución monárquica. El hecho que a partir de 1995 se fuera haciendo un relato de la Transición cada vez más restrictivo, lo convertía en algo cada vez más excluyente, pero también su aislamiento era mayor, hasta llegar un momento que cada vez más personas se ubicaban más lejos de lo que representaba Transición y el régimen del 78.

En el ensayo se va recogiendo una serie de factores que van haciendo perder legitimidad democrática a la monarquía, entrando en una deriva en la que cada vez menos españoles se sienten representados por esta institución hasta llegar el momento en el que Juan Carlos I se ve obligado a abdicar.

El autor destaca la fragilidad actual de la monarquía al tener “dos gravísimos problemas, el generacional y el territorial”, debido al rechazo que suscita esta institución entre los nacidos en democracia y los nacionalistas vascos y catalanes. Y eso le hace tener “un problema de futuro”. Pero incide en el factor generacional como “el más estructural a largo plazo”.  Esto se ve reflejado en las diferentes encuestas y estudios que se han realizado sobre la institución.

Hace una defensa por la que los republicanos no pueden esperar a que la monarquía caiga con el paso del tiempo gracias al crecimiento de su rechazo. La propuesta republicana tiene un recorrido importante en la regeneración democrática, teniendo presente las dudas que pueden surgir en muchos ciudadanos a la hora de sumarse a la opción republicana pues el hecho que la monarquía tenga un rechazo no es sinónimo que la alternativa sea aceptada.

Repasará los negocios ilegales del emérito, su conexión con el tejido empresarial español, como desde el inicio de la Transición “el Estado se ponía al servicio de los negocios corruptos de Juan Carlos I” y como llegado el momento entrará en esta ecuación el Parlamento, gracias a los partidos que sustentan el régimen (PSOE, PP, Cs y VOX), para hacer saltar por los aires los principios del Estado de derecho. De hecho, el autor lo describe diciendo que “la protección al monarca hacía retorcer (vulnerar) la legalidad hasta el extremo que hacían pensar que de una monarquía parlamentaria estábamos pasando a un parlamento monarquizado”. Todo ello ha creado un ambiente para que la corrupción se haya institucionalizado. Un efecto dominó que tiene su origen en la cúspide de la pirámide del Estado y que se ramifica por el resto del poder político y económico. Para ello aportará una serie de casos de prácticas corruptas, algunas de dominio público y otras que han podido pasar más desapercibidas para gran parte de la opinión pública.

Si para el autor “lo mejor que podía pasar a la monarquía para no ser cuestionada es pasar desapercibida, formar parte del paisaje”, la monarquía empieza a salir de la irrelevancia política para tomar partido en cuestiones de carácter político. El caso más grave y con mayor repercusión que recoge el ensayo es el discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017, a raíz de la movilización soberanista que se dio en Catalunya con motivo del 1 de octubre. Rompe con el papel que había tenido la monarquía de 1978 para “tomar partido de forma beligerante con una posición que no era unánime” en el conjunto de la sociedad. Y en este tema quiero rescatar la reflexión que realiza Luís Alegre en el prólogo de este ensayo, al señalar que es “la quiebra definitiva de la legitimidad monárquica” al renunciar a su función moderadora y arbitral. El hecho que se haya posicionado en este tema y guardar silencio sobre otros temas le acaban dejando en evidencia. Y sin ir más lejos, estos días el rey ha vuelto a actuar de parte al no informar a todos los partidos sobre su patrimonio, limitándose a informar a los que sustentan el actual régimen. A dado la espalda una parte muy importante de la ciudadanía para hacer política sin tener legitimidad alguna.

El ensayo también recoge dos momentos en los que la monarquía toma partido para “consolidar los factores culturales e ideológicos más conservadores, tradicionalistas y ligados al catolicismo”. Uno es la entrevista que Pilar Urbano hizo en 2009 a Sofía, en la que “destapa los planteamientos más reaccionarios de la reina frente a los avances que estaba dando la sociedad española”, posicionamientos que en muchos casos ni la extrema derecha los lleva al extremo de los planteamientos de la emérita.

El otro es el acto de nombramiento de príncipe de Asturias, tanto cuando fue nombrado Felipe de Borbón, como cuando ha sido nombrada su hija Leonor. Dos discursos similares, llenos de valores tradicionalistas cristianos en los que la nación española está unida al cristianismo y a la lucha contra los musulmanes que nacieron y vivieron en la Península Ibérica, señalándolos como enemigos invasores.

La tercera parte del ensayo, que titula “el emperador está desnudo”, la inicia haciendo un símil entre el traje del emperador y la Transición, pues cualquier parecido del relato con la realidad es pura coincidencia. Martinez Abarca continúa con un rápido repaso de la crisis de 2008, el colapso del sistema financiero, el saqueo de las cajas de ahorros, siendo el Estado el que financió todo el desastre, pero pagando un alto coste los trabajadores, siendo el recorte de derechos laborales una de las herramientas más utilizadas. Pero donde hace una parada importante es en lo que denomina “tres fotos de familia”: El Escorial, en referencia a la boda de la hija de Aznar, pues fue la foto de la Gürtel, Bankia, para explicar lo que supuso esta entidad financiera en la compra de voluntades de políticos de la oposición e Iñaki, para hablarnos de la corrupción de la Casa Real, a través del yerno del rey y sobre el que hubo un procedimiento judicial con condena.

Se adentra en lo que supuso el 15 M. Esa nueva generación que ponía en tela de juicio la Transición, el bipartidismo, la apelación a una “democracia real” y que se posicionaba en contra de las elites políticas y económicas. Ese discurso que recogió Podemos en su primera etapa basado en dos conceptos: la denuncia de las élites y el antagonismo entre los de abajo frente a los de arriba. Al analizar toda esta etapa, se adentra a exponer la evolución que se dio en Podemos, desde su nacimiento como herramienta que nace como la maduración del 15M. Si el Podemos inicial era una expresión política necesaria, puesto que la no participación en política era regalar las instituciones a las élites que habían controlado todo hasta la fecha, hay un posterior abandono de ese “discurso innovador, rupturista y transversal heredado del 15M”, para recuperar el discurso de la izquierda clásica, utilizando la república como eje aglutinador de la izquierda.

Sin duda, esta es la parte más herética del libro, pues junto con algunos argumentos que realiza en la introducción, es donde construye un discurso que rompe con la tradición republicana existente y Martínez Abarca lo expresa en los siguientes términos: “la república como bandera de la izquierda imposibilita su emergencia como motor del cambio de país”. Aboga por una república incluyente, defensora de los derechos y libertades más avanzadas, contrapuesta a la corrupción y enemiga de las élites. Una república despojada de “tradiciones identitarias políticas del pasado”. En esta línea trata el tema de los símbolos y, en concreto, el de la bandera, que entiende que la ve más como la representación de la nostalgia que de la esperanza republicana.

Reivindica la modificación del imaginario colectivo, para desterrar los episodios más reaccionarios de la historia, para unir la lucha por la república con una serie de acontecimientos históricos dignos ser tenidos en cuenta. De todos ellos voy a enumerar únicamente tres: El modelo federal de la I Republica Española de la mano de Pi i Margal,  la solidaridad internacional reflejada en las Brigadas Internacionales y la aportación a la lucha antifascista durante la II Guerra Mundial.

El ensayo de Hugo Martínez Abarca es una aportación que podrá tener detractores dentro del espacio republicano, pero que es necesaria tenerla en cuenta si se quiere construir un discurso que sirva para atraer a todas aquellas personas que ven a la monarquía como el mayor obstáculo para lograr una transformación pero les falta dar el paso para percibir a la I Republica del siglo XXI como un ejercicio de higiene democrática.

La alternativa republicana
La alternativa republicana. Editorial Los libros de la Catarata

El Proceso de Burgos visto desde dentro

Antecedentes históricos

La realización de procesos sumarísimos, consejos de guerra y procesos inquisitoriales ha sido una constante a lo largo de la historia. Ya mucho antes que existiera el Estado español como hoy lo conocemos era una práctica habitual en estas latitudes y, a partir que se constituyó en un Estado moderno continuó vigente este modus operandi, aun si cabe, con mayor fuerza que nunca.

Se puede decir que la aplicación de este tipo de procesos es algo innato a este Estado. Va indisolublemente ligado a la historia de Castilla y posteriormente de España. Todavía, a día de hoy observamos, si bien en la inmensa mayoría de los casos con gran sonrojo, que el Poder sigue utilizando este tipo de procesos como instrumento fundamental para reprimir a todos aquellos que se salgan de los designios establecidos para el pueblo. Para todo el que traspasa la línea del orden existente, o podríamos decir ¿impuesto?, es víctima de uno de estos procedimientos en los que el futuro del encausado está escrito de antemano.

No ha habido siglo ni época en la que los que ostentaban el poder no hayan utilizado estos métodos para, lisa y llanamente, reprimir a las clases populares cuando estas han querido participar de forma directa en la toma de decisiones o, simplemente cuando sus costumbres y modo de vida contravenían las leyes terrenales o divinas. Luego en el relato de la historia habrán utilizado eufemismos para esconder la realidad.

Quedan muy lejos en el tiempo el proceso a los Comuneros de Castilla organizado por la Corona castellana o el proceso de Logroño organizado por la Inquisición contra las mujeres de Zugarramurdi. Como el Santo Oficio le debió coger cierto placer a quemar en la hoguera, lo siguió realizando a lo largo de varios siglos. En el caso de los comuneros, lo que había que atajar es cualquier protesta que cuestionara el régimen y el poder existente y en los procesos de la Inquisición había que aniquilar todo pensamiento que se saliese de la ortodoxia católica. Pero para no extenderme en exceso, mucho más cercanos son los innumerables procesos que se han dado a lo largo del siglo XX. Cualquier protesta de cierto relieve traía consigo el correspondiente consejo de guerra. La Semana Trágica de Barcelona fue un botón de muestra. Después de los sucesos acaecidos, con la falsa acusación de instigador de las protestas, el régimen organizó un consejo de guerra a Francisco Ferrer Guardia para posteriormente ejecutarlo. Luego vino la huelga de 1917, con sus juicios respectivos. En la Revolución de octubre de 1934, además de la salvaje represión del Ejército, tampoco pudieron faltar los consejos de guerra para reprimir a la clase trabajadora.

Con el golpe de Estado de julio de 1936 y la victoria después de tres años de guerra, los procesos sumarísimos de corte militar fueron una constante durante los primeros años del franquismo. Durante la dictadura siguió habiendo consejos de guerra, aunque a lo largo de los años fue bajando en número, pero en la década de los años 60 del siglo XX, el fortalecimiento de la oposición al régimen franquista trajo consigo un nuevo incremento de esta práctica. Hubo varios consejos de guerra conocidos, como el que se celebró contra le militante del PCE Julián Grimau, que fue condenado a muerte y fusilado, y algunos consejos de guerra a militantes de ETA. Pero sin duda alguna, el consejo de guerra que más repercusión tuvo a nivel internacional y sobre el que más se ha escrito fue el que se celebró en diciembre de 1970 contra dieciséis militantes de ETA en Burgos, en el que se pedían seis penas de muerte y cientos de años de prisión, y del que el pasado mes de diciembre se ha cumplido el quincuagésimo aniversario.

Los ecos del Proceso de Burgos

El aniversario de este proceso no ha pasado desapercibido para la prensa. Otra cosa bien distinta ha sido el tratamiento que cada medio le ha dado. La profesión periodística no deja de tener un gran componente ideológico y político, y en estos tiempos que corren, en los que las portadas y titulares de la prensa destilan de todo menos información, no podían dejar pasar este acontecimiento para dar su particular versión de lo que supuso todo lo vivido dentro y fuera del juicio, porque el Proceso de Burgos no se puede entender si uno se circunscribe única y exclusivamente a las sesiones en las que duró el juicio. Si en algo pueden coincidir las diferentes visiones a la hora de analizar este acontecimiento histórico es que este Proceso ha de analizarse de forma global. Pero si realizásemos una comparación entre los materiales publicados en fechas recientes, uno se quedaría sorprendido por el tono de las diferentes versiones que se puede encontrar.

Sobre un hecho de esta trascendencia se han publicado algunos libros. Sin desmerecer a alguno que otro, yo me he decantado por la lectura de uno que se publicó pocos meses después de haberse celebrado este juicio y que ha sido reeditado recientemente.

El Proceso de Euskadi en Burgos

Con el título “El Proceso de Euskadi en Burgos” los abogados Miguel Castells y Francisco Letamendia, Ortzi, que ejercieron la defensa de dos de los procesados escribieron este libro pocos meses después de haberse celebrado el consejo de guerra. Su publicación se realizó en París por el desaparecido Editorial Ruedo Ibérico. Fue uno de las decenas de libros que este editorial publicó en Francia durante el franquismo. La reciente reedición de esta obra ha corrido a cargo del Editorial Txalaparta.

El hecho que los autores del libro tuvieran un papel importante en todo el proceso es un factor importante a la hora de estudiar lo que supuso el Proceso de Burgos. Nadie mejor que ellos para relatar lo que supuso ese juicio. Ellos tuvieron una participación activa en todo el proceso judicial y, sobre todo en las sesiones de la vista. Pero, a su vez , ellos tuvieron contacto directo con los procesados y paralelamente vivieron de primera mano todos los acontecimientos de ese mes de diciembre de 1970.

El título ya nos ayuda a hacernos una composición de lugar de lo que sucedió en el juicio. El intento fracasado de juzgar a todo un pueblo a través de los procesados. Estos no dejaban de ser los chivos expiatorios dentro de la estrategia represora del régimen.

Esta nueva edición, que consta de algo más de 500 páginas, viene acompañada de un prólogo realizado por uno de los autores, Miguel Castells, en el que realiza una exposición que tiene como finalidad explicar el motivo de esta nueva reedición. Y siendo una voz autorizada para relatar los hechos que ocurrieron en aquel diciembre de 1970, en el prólogo a esta edición manifiesta que a lo largo del tiempo ha habido muchas versiones sobre este proceso, y no duda en afirmar que “muchas mienten: unas por lo que callan, otras porque contradicen directamente la verdad y otras porque en parte callan y en parte contradicen burdamente la verdad”.

Miguel Castells nos facilita algunos datos de interés que no figuran en la primera edición, no porque los autores no quisieran incluirlos, sino porque en ese momento no era conveniente que aparecieran. Aunque el libro fue editado fuera del Estado español, los autores y algunas personas relacionadas con dicha publicación vivían bajo el régimen franquista y eso podía suponer un riesgo para ellas.

En el prólogo de esta edición Miguel Castells relata a grandes rasgos como planificaron todo lo relativo a la defensa de los acusados. El papel que jugaron los procesados, marcando en todo momento la estrategia a seguir y la composición de los abogados defensores. Son datos que ayudan a poder entender el tipo de defensa que realizaron.

El prólogo de la primera edición reproduce documentos sustraídos de un sumarísimo militar de 1937 en el que fueron fusilados los seis concejales del Ayuntamiento de Busturia (Bizkaia), una vez que los sublevados fascistas ocuparon el pueblo. Su lectura es una muestra de lo que fueron los consejos de guerra desde el golpe de Estado de julio de 1936. Una farsa convertida en tragedia para quienes lo sufrieron.

Ideología política y legislación

El libro consta de dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, con el título “Decreto sobre rebelión militar. Bandidaje y terrorismo”, es un auténtico tratado sobre la legislación penal existente a lo largo del franquismo en lo relativo a los delitos de contenido político, porque todo lo que fuera luchar contra el régimen franquista entraba dentro del término Rebelión. Este análisis exhaustivo es realizado teniendo presente en todo momento el contexto político, porque, como bien se recoge en este trabajo las leyes son dictadas por “la clase en el poder”, pues “las leyes, incluso las más inocuas, están preñadas de ideología política”.

Esta parte del libro va más allá de lo que puede ser un análisis penalista de la legislación del franquismo. Es un estudio jurídico desde una óptica ideológica y política, pues pone sobre la mesa la función que tiene la legislación en el marco de la defensa del poder por parte de la clase dominante, para ello realiza una exposición acerca de la carga ideológica que tiene la legislación en cualquier lugar y ,sobre todo la legislación penal en la defensa del grupo que esté en el poder.

El análisis de la evolución de la legislación franquista en esta materia nos ayuda a percibir las necesidades que va teniendo el régimen a lo largo de los cuarenta años de dictadura para buscar los equilibrios internos y externos para perpetuarse en el poder y, a su vez, proyectar hacia el exterior una imagen más suave. Los autores explican perfectamente como desde el final de la guerra civil el régimen franquista va haciendo modificaciones legislativas, en algunos casos, técnicas, para armonizar la legislación en materia represiva, y en otros, que son los más importantes, para adecuarse a las necesidades políticas del momento. Es interesante conocer como a partir de la década de los años 60, el régimen franquista, sin abandonar su dureza a la hora de castigar todo tipo de protestas, va dando a la legislación penal un barniz que sirva para proyectar una imagen aperturista. Todo ello con la finalidad de salvaguardar cara a la Comunidad Internacional las políticas socioeconómicas que se estaban llevando a cabo por parte del régimen.

Es interesante la radiografía que hacen los autores de la estrategia que sigue el régimen a lo largo de los años de utilizar la jurisdicción militar para juzgar este tipo de delitos en función de sus necesidades y de la coyuntura del momento y la creación de una jurisdicción ad hoc, lo que fue el TOP (Tribunal de Orden Público), compuesto por miembros de la judicatura pero muy cualificados en lo que se refiere a la represión franquista, no teniendo nada que envidiar por su dureza represiva a la jurisdicción militar.

El régimen en el banquillo

La segunda parte se adentra en lo que fue el Proceso de Burgos, desde el momento que se produjeron las detenciones de los procesados hasta que se dictó la sentencia y el posterior indulto.

A lo largo de esta parte de la obra se va relatando los hechos de forma pormenorizada, incluso se recogen literalmente diligencias policiales, escritos de acusación, escritos de las defensas, todos ellos previos a la vista y transcriben las sesiones del consejo de guerra.

Todo ese relato va acompañado de las protestas que se vivían en Euskal Herria, en el Estado español y a lo largo de Europa Occidental. Para ello, completan el trabajo crónicas periodísticas de esas fechas, tanto de la prensa española, que en su totalidad era de ideología franquista, como con artículos de la prensa europea, lo que ayuda al lector a contrastar la información y, en el caso de la prensa española comprobar el grado de manipulación informativa que existía.

Los autores nos relatan que desde un primer momento los procesados tenían claro que quien les podía salvar de las durísimas penas que a las que iban a ser condenados era el pueblo con sus movilizaciones, por lo que su objetivo fue utilizar la vista oral como altavoz para las reivindicaciones y denunciar la represión franquista contra la clase obrera y el pueblo trabajador vasco. El objetivo era claro: sentar al régimen en el banquillo de los acusados.

Si en la primera parte del libro se hace una excelente radiografía del régimen franquista y de la maquinaria represiva en la que se apoyaba, esta segunda, a través de los hechos que relata, nos ofrece un análisis de las disputas internas que se vivían dentro del régimen entre las diferentes familias que lo conformaban.

Si hay algo en lo que coinciden todos los que han analizado el Proceso de Burgos es que el juicio tuvo un efecto boomerang contra el régimen. El franquismo, que pensaba que había “descabezado” a la organización armada ETA, se puso como objetivo anular cualquier tipo de oposición y, sobre todo destruir al movimiento abertzale y, por extensión, que el pueblo vasco asumiera la imposibilidad de vencer al franquismo. Pero en esta obra los autores van más allá, y relatan, aportando diversos artículos publicados en la prensa estatal e internacional, como este proceso tuvo unas consecuencias muy importantes dentro del propio régimen. Como consecuencia del juicio y lo que aconteció en las sesiones de la vista oral, afloraron las contracciones existentes dentro del régimen, siendo un paso más en la descomposición de éste. A lo largo de los 40 años de dictadura franquista, éste fue el momento político en el que los choques internos entre las diversas facciones franquistas fueron más despiadados, llegándose a dar ciertos movimientos conspirativos entre la oficialidad del Ejército.

Otra de las cuestiones que nos exponen a lo largo del libro, pero donde se desarrolla es en la segunda parte, es la posición que tuvieron que adoptar los gobiernos europeos ante el juicio. Gobiernos que en los años 60 ya habían normalizado las relaciones con la España franquista, gracias a los efectos de la Guerra Fría, se vieron presionadas por sus opiniones públicas, hasta el extremo que tuvieron que presionar al Estado español para no llevar a efecto la imposición de las penas capitales.

En el libro se recoge la auténtica batalla que llevaron los letrados, entre los que se encontraban los autores del libro, bajo las directrices de los procesados, contra los miembros del Consejo de Guerra. Las tensiones que se vivieron a lo largo de las sesiones de la vista oral para finalizar con la publicación de la sentencia en la que se imponían unas condenas superiores a la petición del fiscal militar. Todas estas circunstancias, tensiones internas y presiones internacionales, abocaron al régimen a la única salida que le quedaba, conmutar las nueve penas de muerte impuestas, e intentar vender el indulto como un acto de fortaleza del régimen, aunque la realidad fue bien distinta. Fue una derrota del régimen.

Una lección para el régimen

El Proceso de Burgos consiguió fortalecer todo lo que quería combatir. Su objetivo era descabezar a ETA y, por el contrario, lo que se da es un impulso a una organización que en aquel momento estaba sufriendo una crisis sin precedentes, estando no sólo debilitada, sino que había sufrido una ruptura interna.

Los autores en este libro sólo hacen mención a una acción que realiza una de las dos ramas en las que en ese momento se había partido ETA. El secuestro del cónsul honorario de Alemania en Donostia y su posterior liberación por parte de ETA V Asamblea. Fue la acción que más repercusión mediática tuvo. En el libro no se hace mención al intento que hizo la organización ETA VI Asamblea de liberar a los acusados en este proceso que se encontraban en la cárcel de Burgos. Realizaron un túnel desde el sistema de alcantarillado, pero al final se encontraron con un muro de hormigón que les fue imposible salvarlo.

A partir de este proceso judicial las cosas cambiaron sustancialmente. ETA creció de forma exponencial y el régimen franquista aprendió la lección y no quiso repetir la experiencia de organizar un macroproceso para evitar que fuera plataforma para las reivindicaciones de los encausados. Su apuesta fue la de liquidar físicamente a los militantes de ETA bien a través de acciones de los cuerpos policiales o recurriendo a grupos parapoliciales.

“Nuestro pueblo despertará”. Biografía del político republicano navarro David Jaime Dean.

El libro sobre el que versa este comentario no es de reciente publicación, pues vio la luz en febrero de 2016 y se encontraba en la balda de mi librería en la que tengo por costumbre depositar los libros pendientes de leer y en este caso, como en otras ocasiones, me he demorado quizá demasiado a la hora de leerlo. Eso sí, una vez que uno inicia su lectura es imposible no terminarlo.

No siendo un libro de reciente aparición me ha parecido oportuno dedicarle esta reseña por el valor histórico que tiene la persona sobre la que gira este ensayo y para que no pase de puntillas lo que en él se recoge. Aunque sea de forma modesta, es imprescindible rescatar del olvido y que no pase de forma desapercibida lo que fue la II República en Navarra y lo que vino con posterioridad de la mano del golpe de Estado de julio de 1936. Siempre hay que tener presente que desde Navarra el general Mola planificó el golpe militar y la estrategia represiva que los golpistas pusieron en marcha contra la población que no profesaban su ideología[1].  

Bajo el título “Nuestro pueblo despertará. David Jaime y la República vasconavarra” (Editorial Txalaparta), el autor, Jose Mari Esparza Zabalegi hace un recorrido por la vida del político republicano navarro David Jaime Dean y los acontecimientos históricos que vivió, en muchos de los cuales el protagonista de este ensayo fue uno de los políticos navarros que más brillaron a lo largo de los años de la II República y posteriormente en el exilio. Quizá sea el representante más destacado del republicanismo navarro euskaldun de izquierdas. Su abnegado trabajo en favor de unos ideales que supusieran la transformación de la Navarra tradicional y clerical en una Navarra republicana, progresista y laica, le hizo estar en la primera línea de la política navarra a lo largo del periodo de la II República, llegando a formar parte de la Gestora de la Diputación de Navarra entre los años 1931-1933 y posteriormente sería miembro del Consejo de Navarra en el exilio, ejerciendo de facto la presidencia de este organismo, así como de su Comisión Permanente.

En estos momentos en los que estamos observando con preocupación las agresiones a la Memoria Histórica por parte de los que quieren silenciar todo lo que ocurrió tras el golpe de Estado de julio de 1936 y de los anhelos de algunos por volver a repetir un golpe de Estado de las mismas características, este libro es un recordatorio de lo que representaron una generación de políticos republicanos navarros que en palabras de Jose Mari Esparza lucharon por una “Navarra, laica, republicana, de izquierdas, euskaldun y unida, sin perder su autonomía, al resto de Euskal Herria”.

Tengo que decir que hasta la lectura de este libro desconocía quien fue el republicano David Jaime Dean. Fue uno de estos políticos que han sido pasto del olvido. Sobre él se depositó una ingente capa de polvo producto de los largos años de dictadura. Esa forma tan especial de dar cerrojazo a una parte de la historia: los años de la República, el golpe de Estado y la represión franquista.

La labor de escribir la biografía del político republicano tafallés, David Jaime Dean, ha corrido de la mano de otro tafallés, Jose Mari Esparza Zabalegi y publicado por el editorial Txalaparta, sito en Tafalla. En este caso parece que David Jaime si ha sido profeta en su tierra.

El libro que consta de algo más 300 páginas, alterna las vicisitudes de David Jaime con el relato de los acontecimientos históricos en los que el político navarro fue uno de los actores principales. Una de las características más destacables de esta obra es el trabajo de documentación que hay detrás de ella, algo que no es nuevo en el autor. Si por algo destacan cualquier obra que ha publicado Jose Mari Esparza, es por su meticulosidad a la hora de documentar lo recogido y este ensayo no ha sido una excepción.

A lo largo de la obra el autor nos va desgranando la historia del republicanismo en Navarra, desde sus inicios, en el periodo de la Primera República, la relación que tiene con las ideologías de la época, carlismo y nacionalismo vasco, y su posición en favor de la defensa de los fueros como herramienta para la defensa de las ideas federales.

El libro consta de seis partes y los anexos formados por documentos redactados por los partidos republicanos navarros de izquierda sobre la República y el Estatuto Vasco-Navarro.

El autor le dedica la mayor parte del libro al periodo correspondiente a la Segunda República y el posterior exilio, en la que David Jaime es un personaje que lo vive en primera persona y con un grado muy importante de protagonismo.

Al final de cada parte hay una cuidada colección de fotografías correspondiente a ese periodo de la vida del protagonista, excepto en la segunda y sexta.

Primera parte

El autor nos lleva por la vida y peripecias de David Jaime. Su infancia en Eugi y su juventud en Etxarri Aranatz, le permiten aprender la lengua de sus ancestros, la linguae navarrorum. El amor que le profesó se vio reflejado en la defensa que de ella hizo a lo largo de su trayectoria política. Luego vendría su estancia en Argentina, donde refuerza sus ideas liberales y republicanas. Los nuevos estados americanos, nacidos como consecuencia de la lucha por la libertad eran el lugar idóneo para consolidar su  ideología republicana  y progresista. Su retorno al viejo Reino, allá por 1917, le devolverá al país tradicional que dejó, donde “el robledal carlista” lo dominaba todo. En esas fechas se va vislumbrando la aparición de las ideas liberales y un incipiente movimiento obrero. Todo este proceso David Jaime lo vive sin tener todavía una participación directa en política pero con el paso del tiempo y su posterior asentamiento en Tafalla, la tierra de sus padres, le llevará a estar en la primera línea de la vida política de Tafalla y Navarra.

Segunda parte

Esta parte del libro es una exposición concisa de la evolución de las ideas ilustradas, librepensadoras y republicanas pensamiento en Euskal Herria en general y en Navarra en particular a lo largo de la historia.

Desde una óptica político-social nos hace una introducción desde el Renacimiento, pasando por la Ilustración para llegar al siglo XIX y a los conflictos que se vivieron a lo largo de ese siglo en Navarra.

En ese recorrido histórico el autor nos habla de la figura de Manuel Larramendi, que en el siglo XVIII defenderá el derecho a la existencia de una República formada por bascongados constituyendo una nación libre y unida. Antes de sumergirse en los avatares del siglo XIX hace un pequeño repaso de la guerra de Convención (La Francia nacida de la Revolución entra en guerra con la Monarquía española) para acabar centrándose en lo que representó el conflicto entre carlistas y liberales en los territorios vasconavarros. No es el primero ni será el último libro en el que se desmonte el concepto existente de lo que representaba cada bando (carlista y liberal) en liza y el por qué se produjo el levantamiento en las provincias vasconavarras.

Se detiene en el análisis de lo que fue la I República española, lo que supuso para el republicanismo liberal vasco y la existencia de un republicanismo liberal defensor de la restauración foral.

Tercera parte

Comprende el periodo del inicio de la II República hasta la llegada del bienio negro. El autor nos va relatando a través de las actividades del político tafallés las visicitudes que se vivieron en Navarra. El protagonista del libro tuvo una presencia notable en la política navarra. No sólo fue concejal en el Ayuntamiento de Tafalla, sino que fue miembro de la Gestora de la Diputación.

A lo largo de estos intensos años tiene especial importancia todo el proceso de discusión del Estatuto Vasco-Navarro. Los enredos de la derecha navarra para utilizar este debate con el objetivo de desgastar a la II República, el error del PNV en los primeros compases a la hora de buscar sus compañeros de camino, las dudas y prejuicios de algunos republicanos y socialistas, que no de todos, a la hora de posicionarse en favor de que Navarra aprobase el Estatuto y las irregularidades que se produjeron en la asamblea en la que se decidió que Navarra se quedase fuera del Estatuto.

El autor no deja pasar por alto la actitud que tuvo David Jaime ante los problemas sociales. Desde el Ayuntamiento trabajó en favor de la recuperación de comunales y corralizas, en todo tipo de obras públicas, infraestructuras públicas y  servicios públicos, construcción de casas baratas, etc., que ayudasen a mejorar la vida de sus vecinos y, en especial, de los más humildes y desfavorecidos. Y fue un avanzado a su tiempo, pues en 1932 planteó, sin éxito, la demolición de la plaza de toros “donde se dan espectáculos incultos, sin rentabilidad para el Ayuntamiento”.

Cuarta parte

Jose Mari Esparza nos relata la victoria del Frente Popular en todo el Estado y los preparativos del horror que se avecinaba y, con ello, el infierno que pasó David Jaime para poner a salvo su vida, pues desde el momento en que triunfó el golpe en Navarra su suerte estaba echada. Una fosa común o el exilio. Por fortuna, pero después una odisea dramática, nos cuenta cómo logró ponerse a salvo.

En esta parte del libro se hace eco del giro que dan las izquierdas en Navarra  respecto al Estatuto Vasco una vez que se produjo la victoria del Frente Popular. Empiezan a ser conscientes de la necesidad de buscar la unidad política con los otros tres territorios vascos, si quieren que la derecha reaccionaria deje de ser el eje sobre el que gire la política navarra. Los políticos socialistas y republicanos que en 1932 habían estado en contra deciden apoyar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco y para ello los partidos del Frente Popular firman un manifiesto muy clarificador que se puede leer en los anexos del libro.

Quinta parte

Es la parte más extensa de todas, en ella el autor recoge todo lo que fue su vida en su exilio en Iparralde hasta su fallecimiento. Sus penurias económicas, sus problemas de salud y su incansable actividad política para coordinar al exilio navarro dentro del Consejo de Navarra.

Relata de forma muy pormenorizada la labor que realizó el político tafallés, sus relaciones con otros compañeros del exilio y las tensiones que vivió en algunos momentos con miembros de otras fuerzas políticas, como es el caso del PNV.

Los políticos de la izquierda navarra se lamentaban del error que supuso que Navarra no haber entrado a formar parte de la autonomía vasca. Tenían el convencimiento que de esa forma el golpe de Estado nunca hubiera triunfado en el Viejo Reino.

Sexta parte

Con la desaparición de David Jaime y otros destacados políticos navarros que se encontraban en el exilio, se inicia una nueva etapa en la que el autor nos hace un repaso de cómo se fue recolocando el mapa político de Navarra hasta llegar a los años posteriores a la muerte de Franco. Partidos que durante la II República tuvieron un peso importante pasan a ser testimoniales, cubriendo su espacio otras fuerzas políticas que surgen con mucha fuerza.

El libro nos va adentrando en los movimientos políticos que se dieron después de la muerte de Franco, las primeras elecciones y la postura que adoptan los partidos ante el nuevo Estatuto Vasco. En este contexto dedica una parte a explicar de forma pormenorizada los movimientos que se dieron para obstaculizar cualquier entrada de Navarra en el Estatuto y el papel que jugó en todo ese proceso el PSOE, que dio un giro copernicano pasando de estar a favor de la entrada a oponerse de la forma más radical. Es de gran valor histórico la documentación que utiliza para poder sustentar este relato, pues su publicidad no es del agrado de algunos políticos que han ostentado importantes cuotas de poder en Navarra en los últimos cuarenta años.

Jose Mari Esparza no deja en el tintero a dos personas que fueron fundamentales en la vida del político tafallés. Su esposa y su sobrina, pues el matrimonio no tuvo descendencia. Ambas mujeres van acompañando al protagonista a lo largo del libro pues fueron participes y colaboradoras en sus actividades políticas.

Si la finalidad de Jose Mari Esparza con esta obra era reivindicar el legado político de esa generación de republicanos navarros que trabajaron denodadamente por una Navarra alejada de la noche oscura que ha sido el tradicionalismo más rancio a lo largo de los siglos XIX y XX, sin duda alguna la ha logrado.


[1] Extracto de la instrucción reservada nº 1, firmada por Emilio Mola en Madrid el 25 de mayo de 1936 que decía:

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

Política y deporte. “Fútbol en el país de los sóviets”

Deporte y política son dos conceptos que están más unidos de lo que puede parecer a simple vista a muchas personas. A lo largo de la historia se han dado innumerables acontecimientos en los que los regímenes y /o los sistemas políticos han echado mano del deporte para ensalzar sus logros o para esconder sus problemas internos. El deporte ha sido y es un trampolín que los aparatos del Estado utilizan en función de sus necesidades. La celebración de un evento deportivo, los triunfos de las selecciones nacionales o de algunos clubs suelen servir para llevar a cabo estas prácticas.

La organización de unas olimpiadas o un mundial de fútbol suele ser una herramienta que da juego para todo esto y más. A cualquiera nos puede venir a la memoria el Mundial de fútbol de Argentina-78, organizado por la Junta Militar, que lo utilizó para desviar la atención de lo que acontecía bajo la dictadura argentina y la represión ejercida por los militares. Los Juegos Olímpicos de Berlín-1936, en pleno III Reich, fueron utilizados por el aparato de propaganda nazi para mayor gloria del nazismo.

Fútbol en el país de los sóviets
Selección soviética en partido contra Holanda

A través del deporte también se han canalizado reivindicaciones políticas de diferente signo. A finales de la década de los 80 del siglo pasado, en los campos de fútbol de la antigua Yugoslavia, las aficiones de algunas repúblicas que formaban parte de la República Federativa Socialista de Yugoslavia utilizaban los partidos de fútbol para dar a conocer sus reivindicaciones políticas, llegando a darse conatos de violencia y de protesta contra el Gobierno federal.

En la década de los 80 del siglo pasado, en el marco de la Guerra Fría, se vivieron situaciones de boicot por cuestiones políticas de algunos certámenes deportivos de trascendencia mundial. Uno de ellos fue el boicot que realizó EEUU y algunos de los países de su entorno a los Juegos Olímpicos de Moscú-1980. La excusa esgrimida fue la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. Esta espiral llevó a que la siguiente cita olímpica, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-1984, fuese boicoteada por los países socialistas y, como alternativa, organizaron en Moscú los Juegos de la Amistad.

El régimen franquista no fue una excepción y durante los 40 años de dictadura utilizó el deporte como pantalla para esconder sus problemas internos y para estrechar lazos con las potencias occidentales.

En nuestro entorno más cercano el Gobierno Vasco, durante la II República, aprovechando que la liga española había sufrido un parón con motivo de la Guerra Civil española, creo la selección de Euzkadi. Ésta inició una gira por diversos países con la finalidad de dar a conocer a nivel internacional la situación del pueblo vasco y para recaudar fondos para el Gobierno Vasco y los refugiados.

En este contexto, el historiador Carles Viñas ha publicado recientemente un ensayo titulado “Futbol en el país de los sóviets” (Editorial Txalaparta). En él el autor se sumerge en la historia del fútbol ruso desde sus comienzos, a finales del siglo XIX, hasta la llegada de los bolcheviques y la creación de la URSS. Describe el desarrollo del futbol en relación con el devenir político y social de Rusia. El libro, que no supera las 175 páginas, es de lectura sencilla, pero es necesario destacar la infinidad de datos e información que aporta, sobre todo, a través de las anotaciones a pie de página. Este ensayo consta de tres partes y en la última se adentra en la Rusia de la Revolución de octubre de 1917 y en lo que supuso el fútbol en esa nueva etapa en la historia de Rusia, en la que se convierte en un nuevo Estado: la URSS. La Revolución no trajo la desaparición del Estado. Por el contrario, a partir de mediados de los años 20, nació un Estado mucho más fuerte y robusto en el que la práctica de cualquier deporte tenía un componente totalmente diferente al que podía tener en cualquier país capitalista. Se convirtió en una actividad primordial para la formación de la población, siendo suprimida la profesionalización del mismo.

El libro no es una historia del fútbol al uso, en el que se relata la historia de los equipos rusos, destacando los hechos deportivos. El libro va encaminado a poner el acento en la relación existente entre el fútbol y su conexión con la situación socio-política.

Cuando el fútbol llega a la Rusia Imperial en las postrimerías del siglo XIX, lo hace de la mano de empresarios británicos que se lanzan a hacer negocios en un país eminentemente agrícola. El Imperio ruso se encontraba sumido en una profunda descomposición, que se vio agravada con la derrota en la Guerra ruso-japonesa en 1905.

A finales del siglo XIX el fútbol era un deporte al servicio de la aristocracia y las clases acomodadas y del que se excluía a las clases trabajadoras. Eso, en la Rusia zarista, se tradujo en que los primeros compases de este deporte estuvieran íntimamente relacionados con la colonia británica de las principales ciudades de Rusia, San Petersburgo y Moscú, pues mantenían una posición social destacada, gracias a los negocios que regentaba. De hecho las autoridades zaristas, de una mentalidad mucho más cerrada, no veían con buenos ojos esta práctica. La actividad futbolística estaba vetada para los rusos, máxime si eran de una extracción humilde.

El autor nos describe como, el deporte en general y el fútbol en particular, va íntimamente ligado a ciertas cuestiones de contenido político. El Gobierno zarista da pasos para introducir la actividad deportiva en algunos sectores, debido a la falta de preparación física de la población, lo que repercutía negativamente en la salud de obreros y campesinos así como en la baja preparación física que tenía el Ejército ruso, lo que se traducía en los resultados desastrosos que Rusia tuvo en las diferentes contiendas bélicas. Ello ayudó a que el régimen zarista fuese cambiando su visión. En ese periodo el fútbol también tuvo como finalidad acabar con uno de los “males endémicos del país: el alcoholismo”, que generaba un gran absentismo laboral.

Carles Viñas hace una descripción del Estado policial en el que se había convertido el régimen zarista en los últimos años. Relata las innumerables trabas e impedimentos que ponía el régimen a la existencia de equipos de fútbol dentro de la clase obrera rusa por el temor que se convirtieran en asociaciones que amparasen actividades revolucionarias.

Es muy interesante el análisis que realiza sobre la evolución que tienen los bolcheviques a la hora de posicionarse ante el futbol y las diferentes ópticas que había dentro de ellos. No todos los dirigentes tenían la misma percepción sobre esta cuestión. Dentro de los bolcheviques fue Lenin el que más empatía tenía con el deporte, habiendo practicado varios deportes en su juventud, entre las que caben destacar el montañismo y ciclismo. Pero, sin duda alguna, lo que más le apasionaba era la práctica del ajedrez. Para Lenin, la práctica del deporte era una herramienta útil para formar a la persona desde los parámetros de una sociedad comunista. Pero no todos los bolcheviques tenían el mismo criterio acerca del deporte. Los detractores tenían “una visión crítica de los deportes de competición, como el fútbol,  que eran percibidos como espectáculos capitalistas”. Los comunistas se posicionaron en favor del deporte amateur, opinión que era compartida por una gran parte de la izquierda europea y en palabras del autor “las voces más críticas añadían, […] que la práctica deportiva distraía a los hombres de la política”.

Tras el triunfo de la Revolución de octubre de 1917, se desata una guerra civil en Rusia, auspiciada por las potencias aliadas, aportando efectivos militares y aplicando un bloqueo. Ante esta situación, los bolcheviques, de la mano de Trostky, organizan el Ejército Rojo, y haciendo de la necesidad virtud, incentivaron la práctica del deporte como herramienta para mejorar la combatividad del Ejército Rojo. Este fue el punto de inflexión, que logró cambiar la opinión que tenían los bolcheviques sobre el deporte.

Carle Viñas explica como en la primera década de la existencia del Estado soviético se dan diferentes ópticas sobre la forma de enfocar el deporte que generaran debates internos, no exentos de tensiones. Durante las primeras décadas de la existencia de la Unión Soviética, el bloqueo que sufrió se vio reflejado en la práctica internacional del fútbol. La FIFA tenía prohibida a las selecciones nacionales que pertenecían a ese organismo el poder disputar encuentros de fútbol con equipos o con la selección soviética. Por el contrario, la URSS, a través del futbol, intentaba romper el bloqueo existente,  “demostrar  al mundo la fortaleza de la URSS” y ser “correa de transmisión de internacionalismo” gracias a los partidos que el combinado soviético disputó con conjuntos de obreros de la Europa Central.

A nivel interno, el fútbol se convirtió en el deporte de masas de la URSS y los equipos que surgieron bajo el paraguas del régimen soviético tenía vínculos muy estrechos con las instituciones del régimen. El CSKA era el equipo del Ejército soviético, el Dinamo, el equipo del Ministerio del Interior y de la policía, por lo que recibía el apoyo de las autoridades. Antepuesto a este último estaba el Spartak que representaba al equipo del pueblo. Cuestión que generaba hostilidades y rencillas. El Lokomotiv, era el equipo de los afiliados al sindicato de transporte.

Otra característica del fútbol en la URSS fue el elemento cohesionador entre las diferentes etnias y culturas que lo componían. Este deporte de masas era más fácil que ayudara a unir lazos entre las diferentes culturas que existían en el Estado más grande del planeta que otras manifestaciones culturales como podían ser la literatura. Las masas entendían mucho mejor el deporte que otro tipo de actividades.

En resumen, el fútbol, un juego de origen burgués llegó a ser la actividad de ocio principal de la clase obrera soviética.

“Esperanza y libertad”, un paso en el camino hacia la República catalana

Hoy es 11 de septiembre, fecha en la que se celebra la Diada de Cataluña y me parece que es un día apropiado para comentar el libro que Raül Romeva ha publicado hace unos meses. “Esperanza y libertad” (Editorial Ara).

Allá por el mes de abril tuve la oportunidad de asistir en Madrid a su presentación en la librería Blanquerna. La presentación del libro corrió a cargo de Daniel Innerarity, Ignacio Sánchez Cuenca y, ante la imposibilidad de que Raül Romeva pudiera asistir, al estar privado de libertad, estuvo presente su esposa Diana Riba. No quisiera pasar por alto el hecho de que la presentadora fuera  la directora de “Público”, Ana Pardo de Vera y pienso que tiene mucho valor que esa labor la realizase una  periodista de fuera de Cataluña.

Todas las intervenciones estuvieron a un gran nivel y algunas llegaron a ser emotivas, pero en un acto realizado en Madrid, con esta temática, la presentación de Ana Pardo de Vera fue muy interesante porque enlazó dos cuestiones que ponen en tela de juicio el Régimen del 78: el proceso llevado en Cataluña y que cuestiona la estructura territorial del Estado y la monarquía como modelo de jefatura del Estado. En el primer caso el proceso tuvo como objetivo la realización de una consulta, que es lo que la moderadora reivindicó para la segunda cuestión, la posibilidad que la ciudadanía pueda elegir entre monarquía y República. Y si en el momento de la presentación le pudo llamar la atención a alguien el sacar a colación esta segunda cuestión, sin duda, le quedaría totalmente aclarada una vez que lea el libro.

Del resto de intervinientes, destacar la intervención que el politólogo Ignacio Sánchez Cuenca, nada sospechoso de independentista, realizó una exposición desde la racionalidad democrática y la ciencia política para situar el problema dentro de la esfera política y sacarlo de la esfera judicial, que es donde se encuentra.

Después de esta presentación y de leer el libro de Raül Romeva, tengo que decir que me ha parecido interesantísimo, enriquecedor y muy constructivo. No me imaginaba un libro de esta calidad y escrito con tanto cariño. Jenn Díaz dice en el prólogo que Raül Romeva ha realizado un ejercicio de generosidad -continúa- escrito sin odio, sin resentimiento, tendiendo la mano. A estas palabras de Jenn Díaz habría que añadir que todo el libro es un acto de dignidad, valentía, coherencia y humildad política,  con unas dosis de ética casi imposibles de superar. Romeva es una persona que lleva más de año y medio en prisión, sufriendo uno de los mayores ataques político y mediático que se conoce. Ha reivindicado en sede judicial y en su libro las acciones que llevó a cabo como conseller, porque tenía la convicción que es lo que tenía que hacer, aun sabiendo los costes que ello podía conllevar. No cabe duda que es un acto de dignidad política y ética muy pocas veces visto en la política española.

En todo momento escribe con mucha humildad. Nunca saca la bandera de las verdades absolutas e irrefutables y hace un elogio de la duda. Para ello trae la siguiente cita de Bertrand Russell que me parece muy acertada: “el problema del mundo es que los idiotas y los fanáticos están seguros completamente seguros de sí mismos, mientras que a los listos les asaltan las dudas continuamente”.

Raül Romeva nos habla de esperanza no en términos idílicos  ni como una necesidad de agarrarse a ese término. La esperanza es incertidumbre, pero es necesaria para huir del fatalismo y “la esperanza conlleva asumir riesgos” que él y sus compañeros presos asumieron a la hora de poner en marcha el Procés, porque la esperanza también es una apuesta para logar un objetivo. Asume que para ser creíbles cara al exterior y lograr su objetivo es necesario estar dispuesto a sufrir, porque del sufrimiento y las derrotas surge la semilla de las futuras victorias.

El autor resume la actitud que se debe tener, en todo este proceso, en los siguientes términos: la cabeza alta, la mirada larga, verbo sereno y la mano tendida. Lo fácil hubiera sido que hubiese escrito un libro en el que cavase una trinchera o pintase líneas infranqueables, que sirviese para alimentar a los suyos construyendo un enemigo. Pero, por el contrario, realiza un ejercicio de empatía en el que tiene palabras de reconocimiento y afecto para personas que no son independentistas, pero que han puesto dosis de cordura en todo el proceso. Nos deja muy claro que para construir la República en Cataluña es necesario crecer a lo ancho y en palabras de Oriol Junqueras, el camino para la República consiste en aunar mayorías amplias y transversales para “ganar confianzas, tejer complicidades, construir una casa común”

Las reflexiones que realiza a lo largo del libro, en cierta forma, no dejan de ser un manual de instrucciones para entender los procesos de lucha política que se dan en la actualidad en cualquier otro lugar. Una de esas situaciones nos la encontramos cuando nos habla de ese activismo identitario, más preocupado en reafirmarse mirando para adentro que en salir fuera de su trinchera, que deja al margen la construcción de soluciones si no tiene la certeza del triunfo.  

El libro está plagado de citas de pensadores, políticos y activistas que utilizadas por el autor de una forma muy fina sirven como ejemplos en los diferentes pasajes del relato que recoge el libro. Es una apología al dialogo, de la negociación y el acuerdo para tender puentes con una visión largoplacista.

A través de diversos temas el autor va plasmando lo que han sido estos últimos años de la política catalana, hasta desembocar en el periodo de preparación de la consulta ciudadana del 1 de octubre de 2017 y los hechos que sucedieron con posterioridad.

He querido dejar para el final dos cuestiones que son fundamentales, para que los que no vivimos en Cataluña podamos entender todo lo que lo que ha sucedido en la última década. Me estoy refiriendo a cómo se inicia todo este proceso y el papel que desempeñan la sociedad catalana y los políticos del bloque republicano.

En primer lugar, desde fuera de Cataluña, pero, sobre todo, desde Madrid se ha vendido un relato de que los políticos independentistas han “arrastrado” o “engañado” al pueblo con un objetivo imposible de llevarse a cabo, lo que ha generado una frustración. Nada más lejos de la realidad, la batalla por el derecho a decidir, como muy bien explica Jaume López en su libro “el derecho a decidir. La vía catalana” (ed. Txalaparta), la gana la sociedad. El movimiento social gana “la batalla del frame” o de los nuevos cognitivos de gran impacto social en el que la sociedad va por delante de las organizaciones políticas. Y esta cuestión, que es vital para poder tener una foto no distorsionada de todo lo que sucede en Cataluña, aparece en el libro de Raül Romeva. En el libro explica cómo, los presos políticos, han recibido mensajes de ciudadanos catalanes en los que les piden perdón por haberlos empujado a esta situación. Los políticos recogen el guante que lanza la sociedad civil.

En segundo lugar, para poder entender muchas de las cosas que están sucediendo, es fundamental el relato que realiza Raül Romeva acerca de cómo decidieron Junqueras y él afrontar todo el proceso judicial. Primero, no eludiendo el juicio, ellos deciden afrontarlo porque consideraron que se  limitaron a escuchar un clamor pacífico y democrático. Además, ponían en juego su credibilidad.

Romeva deja claro en su libro que, Oriol Junqueras y él, decidieron salir de su zona de confort. Ellos acordaron no defenderse de nada para encarar el juicio desde un prisma político, aun sabiendo de los riesgos que corrían. Querían decir con la cabeza muy alta que “un referéndum no es ningún delito” y que no indujeron al uso de la violencia.

Construir pueblo, un reto para recuperar la democracia

Tenía interés en profundizar en el discurso que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han construido en el campo de la izquierda, sobre la deconstrucción del marxismo y su teorización en el campo de la hegemonía y la estrategia que deben de seguir los movimientos populares desde la izquierda para superar tanto a la socialdemocracia como al marxismo clásico. Este interés venía dado por la influencia que estos dos teóricos habían tenido en el discurso inicial de Podemos y, sobre todo, en uno de sus fundadores: Íñigo Errejón. Uno de los motivos que hizo que aumentase mi interés era, sin duda alguna, la catarata de opiniones que se han realizado en los últimos tiempos acerca del posicionamiento ideológico y político de Íñigo Errejón. Se han realizado comentarios de todo tipo y condición, en función de donde provinieran y la finalidad que buscaban. Después de la lectura de este libro y algún otro trabajo me  ha servido para llegar a la conclusión de que muchas de las cosas que se han escrito y dicho en absoluto se ajustan con la realidad y además están contaminadas por intereses espurios.

Para profundizar en lo anteriormente expuesto, he leído con mucho interés un libro que me ha servido para profundizar en esta materia: “Construir pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia”, Icaria editorial, cuyos autores son Íñigo Errejón y Chantal Mouffe. No es un libro de reciente aparición. La elaboración del libro hay que situarla en febrero de 2015. Es un detalle importante porque en ese momento Podemos apenas tiene un año de vida y está a punto de afrontar su primera gran batalla política: las elecciones municipales y autonómicas. Pero, por el contrario, su lectura pasados cuatro intensos años es interesante y enriquecedora porque, sin duda alguna, desde esta perspectiva temporal ayuda al lector a realizar un análisis e interpretación mucho más sólidos de los movimientos políticos que se han producido en el Estado y las diferencias políticas surgidas en Podemos. Una vez de leerlo y de reflexionar sobre su contenido con la perspectiva del tiempo transcurrido desde su publicación he pensado en realizar este artículo.

Es un libro escrito en forma de un diálogo entre los autores, lo cual hace que su lectura sea tremendamente amena. Los diálogos están muy bien estructurados porque van sabiendo engarzar los diferentes bloques o temas que tratan, lo cual es de gran ayuda para el lector. En el arranque del mano a mano que mantienen los dos autores sale a relucir la obra “Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia” que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe escribieron en la década de los 80 y que en su momento generó un gran debate en la izquierda marxista mundial y que en estos momentos vuelve a ser un manual que sirve para el debate en el campo de la izquierda.

En el libro de Íñigo Errejón y Chantal Mouffe se tratan diversos temas que hoy en día forman parte del debate ideológico y político, pero sin duda, lo que subyace en todo momento es el concepto de hegemonía ligado  a la figura de Antonio Gramsci, que hoy en día vuelve a ser de actualidad dentro los movimientos populares de izquierda. En cada tema que tratan, de alguna manera, está presente la influencia del teórico italiano. También hay otra cuestión que surge en diferentes momentos a lo largo del libro: la crítica a lo que se conoce como Tercera Vía que nace dentro del Laborismo británico y que pone práctica Tony Blair.

El libro tiene una óptica global. No solo se analiza a Europa. La temática latinoamericana y las experiencias de los movimientos políticos y sociales de este continente salen a relucir en los diferentes temas que tratan. Tiene grandes dosis de teoría política, pero en todo momento utilizando ejemplos de situaciones políticas que se han producido en los últimos cuarenta años en diversos países de nuestro entorno como de Latinoamérica, que sirven para poder entender el camino recorrido hasta la actualidad.

El libro tiene un buen arranque. Chantal Mouffe da unas pinceladas de la obra que escribió junto a Ernesto Laclau. Realiza una visión panorámica de lo que ha sido la izquierda marxista y la socialdemocracia europea a partir de los años 70, su incapacidad para articular las diferentes luchas existentes con la lucha de la clase obrera y crear voluntades colectivas. Comenta que, en su obra, hay una crítica al esencialismo marxista y a la socialdemocracia a la hora de saber abordar los nuevos retos y necesidades de los diferentes movimientos populares (feminismo, ecologismo, etc.). Laclau y Mouffe, inspirados en el concepto de hegemonía de Gramsci, ven la necesidad de articular entre sí todas esas luchas. Realizan una crítica a la deriva de la socialdemocracia europea al asimilar el discurso liberal, a través del modelo de la Tercera Vía, y lo que ello comporta: la desaparición de las identidades colectivas y el triunfo del individualismo. Chantal Mouffe incide en que la socialdemocracia no supo asimilar la caída del modelo soviético. Ello le impidió a la socialdemocracia ser alternativa y dejó el campo libre a liberalismo para que impusiera su hegemonía, achacando a los partidos de izquierdas una parte muy importante de la esa “gran rendición a la hegemonía liberal” al no cuestionarla lo que ha generado “nuevas formas de identidad y la gente no tiene los mismos valores: hay un nuevo individualismo y consumismo”. O dicho de otra forma: fomentando al ciudadano esa idea que lo que debe es vivir sin sobresaltos, que tenga educación, sanidad y alguna que otra prestación del Estado del bienestar pero abandonando el concepto de comunidad. En este ensayo Mouffe responsabiliza a la Tercera Vía el abandonar la idea de comunidad y de las identidades colectivas para aceptar la idea liberal del individualismo.

Por su parte Íñigo Errejón analiza de forma muy sencilla y clara lo que fue la Transición española. Cómo se hizo y en qué momento político se encuentra el Estado español.  A su análisis se le puede discutir o matizar algunas cuestiones, pero la descripción es diáfana: el proceso de Transición fue liderado por las élites de la dictadura y no hubo una movilización lo suficientemente fuerte como para abrir otro ciclo político que capitaneara la ruptura. Pero, sin duda, lo más interesante es cómo responsabiliza a la socialdemocracia del PSOE, del giro neoliberal que se da en este país. Hace una exposición sencilla pero muy ilustrativa de lo que han supuesto para el Estado español los gobiernos del PSOE. Lo fundamenta en una serie de datos que no son cuestionables. Para Errejón todo esto ha proyectado un mensaje a la ciudadanía que los partidos que han gobernado cada vez tienen menos diferencias ideológicas ente sí, han abandonado la confrontación política, sustituyéndola por consensos que se realizan a espaldas de la ciudadanía lo que ha llevado a producir una “desafección” por parte de la población hacia la política. Esta cuestión en otro apartado del libro lo desarrolla con más profundidad cuando analizan el surgimiento de los populismos de derechas en Europa.

Íñigo Errejón realiza un comentario que es muy sintomático de lo que ha pasado en estos cuarenta años en el Estado español. Afirma que, aunque la gente sigue votando, “se ha ido erosionando un poco el sentimiento de pertenencia a los partidos tradicionales” y se han llegado a perder lealtades. Sin duda alguna, esto es un resumen de la evolución de nuestra sociedad dentro del marco político en el que vivimos, en el que muchas de las decisiones que afectan a las personas no se toman por los representantes políticos sino por los grupos de poder. He querido resaltar esta parte de forma algo extensa para desvirtuar ese discurso que hay instalado en ciertos sectores de la izquierda que encasillan a Errejón en la socialdemocracia. Nada más lejos de la realidad.

En el libro hay una crítica tanto a la socialdemocracia como a la izquierda marxista europea porque no ha sabido adaptarse a los cambios de la sociedad. A los primeros por asimilar el modelo liberal y a los segundos por carecer de una estrategia para llegar al poder. Por lo que respecta a las luchas populares que se han dado en Latinoamérica, realizan una crítica a todas las experiencias que intentaron construir contrapoder popular desde fuera del Estado, es decir, “cambiar el mundo sin tomar el poder” y que han sido un paso atrás en todos los aspectos (movilización social y empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares). Esta situación lleva a los autores a volver a sumergirse en los conceptos de hegemonía y contrahegemonía y como el liberalismo ha sabido hacer hegemonía en las sociedades occidentales mucho mejor que la izquierda. Dan una gran importancia a la guerra cultural e ideológica en el camino para lograr la hegemonía, entre otras cosas, para romper con un concepto arraigado en la izquierda tradicional cuando los autores afirman que “en la política las posiciones y el terreno no están dados, son el resultado de la disputa por el sentido”. Para los autores hoy en día no se es de una ideología por la clase a la que uno pertenece, cosa que la izquierda tradicional aún no ha asimilado.

En el libro hay un ejercicio de reordenar las posiciones políticas para buscar la centralidad, que no el centro. Es una ruptura con el orden clásico existente en la política, esa dicotomía entre derecha-izquierda para fijar nuevas fronteras y las posiciones que ocupa cada uno para lo que denominan la producción de identidades “nosotros-ellos”. La construcción de un “nosotros” como creación de una identidad colectiva frente a un “ellos” representado por el adversario político. Es lo necesario para confrontar proyectos políticos y no entrar en el juego de los consensos que llevan al “languidecimiento de la democracia” debido a que las diferentes fuerzas políticas se parecen más entre sí y las decisiones se toman fuera del ámbito de la soberanía popular. Por ello plantean que esta situación en muchos casos puede llevar a la aparición de populismo de derechas.

Responsabilizan a los consensos de dentro de la crisis de la democracia representativa. Por el contrario, abogan por recuperar la democracia, lo que implica una confrontación de ideas permanente “la contienda infinita”.  

Es interesante el análisis que hacen del populismo, para Chantal Mouffe este fenómeno está ligado con la crisis de los partidos tradicionales y las instituciones incapaces para expresar los nuevos antagonismos producidos por el neoliberalismo.

En este ensayo hay un espacio para el 15M y para Podemos en el que los dos autores debaten acerca de relación y las diferencias entre ambos fenómenos. Errejón es muy claro cuando explica la concepción que la izquierda tradicional tenía del 15M: “demostración de ingenuidad”, “es una profunda equivocación porque no sale en los manuales”. Analizan el papel que desempeñó el 15M para canalizar el desencanto y la politización del descontento. El nacimiento de Podemos es tratado como una experiencia totalmente innovadora porque no sigue ninguno de los métodos que ha utilizado la izquierda tradicional para saltar a la arena política. Hicieron todo lo contrario a lo que se había hecho hasta ese momento y fue un rotundo éxito.

Pero sin duda, una de las cuestiones más interesantes es cuando tratan los cambios que en ese momento emergente  había introducido Podemos a la hora de posicionarse en el tablero político: El abandono de la división tradicional izquierda-derecha por una contraposición con mayor carga de mayor contenido popular: “el país real, de la mayoría de los de abajo, frente a los de arriba”. Renuncian a la construcción de la izquierda para construir un pueblo.

No me voy a extender en mencionar y comentar todos los temas que Cantal Mouffe e Íñigo Errejón tratan en su libro porque me alargaría mucho. Ese trabajo lo dejo para que la persona que haya leído mi  artículo se anime a leerlo. Estoy convencido que su lectura le servirá para poder entender mejor el entorno político en el que vivimos hoy.