Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío

El hecho que en un ensayo confluyan el análisis de la última etapa de Marx con la Rusia de finales del siglo XIX, a priori, quizá no sea un tema lo suficientemente atractivo para adentrarse en esta materia, pero una vez que uno inicia su lectura sosegada, no le queda ninguna duda que ambas cuestiones, y la particular conexión que podemos encontrar entre ellas gracias a esta obra, es un trabajo que no se puede dejar pasar por alto.

Con el título “Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío” (Editorial Catarata), el politólogo Carlos Taibo ha realizado un trabajo que en poco más de 120 páginas ha profundizado en esa parte del pensamiento de Marx que es poco frecuentada, como es todo lo relativo a los estudios que el filósofo de Tréveris realizó sobre las diferentes estructuras de la sociedad a lo largo de la historia, lo que el autor de este ensayo denomina desarrollo de las formaciones sociales, centrándose en las estructuras sociales precapitalistas. Y todo ello para buscar una conexión entre las ideas que sostuvo Marx en su última etapa y la Rusia de finales del siglo XIX en la que se vivió la experiencia del movimiento  naródniki.

El profesor Taibo plasma en este libro la evolución del pensamiento de Marx, para poner el foco en la última etapa de la vida de Marx, en concreto, a partir de los sucesos de la Comuna de París y plantear si en su última etapa hay un cambio de visión en lo relativo a las sociedades precapitalistas y, lo que es más importe, si este tipo de sociedades podían llegar al socialismo sin tener que pasar por la etapa del capitalismo. Para ello el autor hace un repaso al desarrollo histórico de las sociedades en el pensamiento marxista, el colonialismo, las sociedades precapitalistas y los campesinos, para engarzar con un estudio de la comuna rural en Rusia y el movimiento de los naródkini.

A lo largo de este ensayo, Carlos Taibo tiene presente los estudios que realizaron varios autores entre los que cabe destacar, entre otros, a Teodor Shanin, Godelier y Marcello Musto.

El ensayo se compone de seis bloques en los que desarrolla el pensamiento de Marx en lo relativo a las relaciones sociales, su relación con Rusia, para pasar a exponer lo que fue la Comuna rural rusa, el movimiento de los naródniki y la relación que mantuvo Marx con este movimiento, para finalizar con las conclusiones-reflexiones del autor.

Los últimos años de Marx

La última década de la vida de Marx, en concreto, desde la experiencia de la Comuna de París (1871) hasta su fallecimiento en 1883, es el periodo que despierta un mayor interés a Carlos Taibo.

La experiencia que supuso la Comuna parisina y la represión que sufrió para su derrota marcan el inicio de esa etapa de un Marx que estuvo envuelto en una lucha denodada contra la línea reformista del socialismo alemán e inglés y en la que profundizará en cual debería de ser la actitud ante Estado, cuestión que trató en su trabajo Crítica al Programa de Gotha (1875).

El autor del ensayo plantea que es en esta época cuando Marx “alumbró una nueva vía para la construcción del socialismo” en la que desconfiaba de “apoderarse de la maquinaria del Estado”.

El hecho que el profesor Taibo sea un teórico y defensor del movimiento libertario y la autogestión, nos puede servir para entender su interés por los trabajos que Marx realizó en los diez últimos años de su vida, donde se posicionaba en pro de destruir el Estado burgués y una apertura a las experiencias que se daban en países con sociedades precapitalistas, como era el caso de Rusia a finales del siglo XIX.

Marx y el desarrollo de las formaciones sociales

En lo concerniente al desarrollo histórico de las sociedades nos adentra en las dos interpretaciones que se hacen del pensamiento de Marx. Si era determinista, lo que pudo influir en la teorización que realizó a lo largo de su vida en lo relativo a la evolución de las sociedades y los tránsitos que debían de seguir para llegar al socialismo o, por el contrario, “la obra de Marx se ve marcada afortunadamente por la flexibilidad en el análisis y por la ausencia de esquemas cerrados”, por lo que en el libro se plantea si “realmente el Marx tardío no sería muy diferente de los anteriores”. La lectura del ensayo servirá para que el lector pueda reflexionar sobre esta y otras cuestiones que se abordan.

Al tratar los posicionamientos de Marx y Engels ante el colonialismo, Carlos Taibo se centra en la evolución que se da en el pensamiento de ambos pensadores, que influidos por la época en la que vivieron, pasaron de la aceptación del colonialismo como “un carácter progresivo y beneficioso”, y camino para que todos esos territorios siguieran la estela de la “Europa civilizada” a defender una propuesta anticolonial. El autor recuerda que esta era una postura mantenida por “muchos de los clásicos anarquistas más o menos coetáneos”,  que criticaban “los excesos de la colonización”, pero aceptaban “la idea de que tenía una dimensión liberadora”. Marx superaría ese legado hegeliano, para pasar a defender una propuesta anticolonial.

Esta evolución tiene importancia, pues servirá para que Marx vaya otorgando mayor importancia a países que estando fuera de la Europa occidental, van adquiriendo mayor protagonismo a nivel mundial a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, como es el caso de EEUU y Rusia.

A la hora de analizar el estudio que realizó Marx sobre las sociedades precapitalistas, el autor parte de la premisa que hasta su última etapa “las formaciones sociales precapitalistas sólo atrajeron a Marx como fundamento de explicación de la gestación del orden burgués”, pero eso no fue óbice para que en palabras de Carlos Taibo, “a Marx las sociedades precapitalistas le interesaran, también, por cuanto ofrecían formas de relación humana distintas de las características en el capitalismo”. En este caso hay que tener presente la incesante búsqueda por parte de Marx de una “sociedad sin propiedad privada”.

A la hora de estudiar el posicionamiento de Marx ante los campesinos, el autor volverá a incidir en la evolución del pensador alemán a lo largo de sus diferentes escritos. Desde los pertenecientes a sus inicios, como pueden ser Las luchas de clases en Francia (1850) o el Manifiesto Comunista (1848), en los que los campesinos no salen muy favorecidos, descartándolos como “sujeto revolucionario”, para en sus últimos años mostrar mayor receptividad, como así sucede en la obra Critica al programa de Gotha (1875). El cambio de visión inicial que tenía sobre el campesinado le llevó a sostener que no se debía incluir a los campesinos dentro de las capas reaccionarias de la sociedad. En un libro en el que se estudia a la Rusia de finales del siglo XIX el campesinado tiene una vital importancia, puesto que en la Europa oriental era la clase mayoritaria.

La relación de Marx con Rusia

La lectura de este libro permite acercarse a la visión que Marx tuvo de Rusia a lo largo de su vida. Una percepción, que como se recoge en este trabajo, varió a lo largo del tiempo, teniendo inicialmente un posicionamiento antirruso, al ser este país un régimen reaccionario, una autocracia, nada comparable con los regímenes existente en Inglaterra, Francia y Alemania. En este marco se puede entender la defensa que hacía de una Polonia independiente, pues detrás de este planteamiento se encontraba una lucha contra el zarismo.

Una opinión similar tuvo respecto de la comuna rural rusa, estimando que “estaba llamada a desparecer y no podía servir de sustento a un proceso revolucionario autóctono”. Sin embargo, esta percepción varió diametralmente en el tiempo debido a diversos factores para llegar a plantearse “si la comuna rural podía servir de fundamento para una industrialización no capitalista”. Esta evolución le llevó a un acercamiento al naródnichestvo o, populismo ruso.  

Populismo y comuna rural rusa

En este bloque encontramos un estudio profundo de lo que supuso el movimiento de los naródniki en el último cuarto del siglo XIX y su propuesta de “sortear el capitalismo, sobre la base de una revolución social que debía de surgir de la singularidad rusa, asentada en la comuna rural y en las cooperativas urbanas”.

Para Carlos Taibo, este movimiento tenía claro el papel del Estado en su faceta del ejercicio de la opresión y la represión, lo que le lleva a defender la idea de la “abolición del Estado para liberar a la comuna rural”. El naródnichestvo constituyó “una respuesta a un socialismo, el occidental, que ignoraba las singularidades de Rusia y se articulaba como un proyecto inequívocamente elitista”.

Si bien, en un principio el campesinado fue la preocupación principal de los naródniki, con el paso del tiempo pusieron su interés en el proletario, así como en los estudiantes y los soldados.

Taibo menciona la posición de los naródniki en temas como la igualdad de sexos, la violencia y en materia medioambiental. Favorables a preservar estructuras descentralizadas para evitar las reformas dictadas desde arriba. En palabras de Shanin, se plantearon “la necesidad y la dificultad de combinar el individualismo y el colectivismo bajo el socialismo, el lugar de la ética en la acción socialista”.

La obshina (término utilizado para referirse a la comuna rural rusa) era considerada por los naródniki como un resto del comunismo primitivo. Carlos Taibo nos la define como “una comunidad territorial de autogobierno que en tal sentido operaba en detrimento de la aldea o la parroquia. Era una entidad económica, una fórmula de propiedad colectiva … dirigida por una asamblea”. Para los naródniki era una huella de la tradición colectivista del pueblo ruso.

La correspondencia de Marx con Vera Zasúlich

En este ensayo hay un análisis acerca de la posición de Marx ante la comuna rural rusa, y para ello el autor bucea en la comunicación epistolar que mantuvo con Vera Zasúlich, militante naródnik que con posterioridad militó en el marxismo.

El autor expone el valor que Engels da a la comuna rural en el marco de la Rusia de la época, que la ubicaba dentro de lo que denominaba comunismo primitivo que no podía ser la base de una estructura socialista, a no ser que hubiera una fuerza externa que lograse dar ese salto. Las ideas de Engels se contraponían con la postura que acabó manteniendo Marx, producto de sus estudios acerca de las sociedades precapitalistas.

A la hora de tratar este bloque del libro, Carlos Taibo realiza un estudio teniendo presente no sólo la respuesta que Marx envió a Vera Zasúlich, sino también los borradores de carta que redacto y que no llegó a enviar. Esos borradores sirven al autor para exponer que las teorías recogidas en El Capital y en otras obras eran de aplicación exclusiva en Europa occidental y servían para explicar el tránsito del feudalismo al capitalismo. Por tanto, en palabras de Marx “el precedente occidental no prueba nada”, llegando a rechazar de forma expresa “haber diseñado una teoría de aplicación general y universal”. Se desmarca de estudiar los diferentes procesos históricos “con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia”.

Carlos Taibo recoge comentarios y análisis de autores como Maximilien Rubel, Roberto Finelli o Poggio, que afirman que para Marx la comuna rural rusa era una herramienta válida para que el individuo se desarrollara de forma individual y colectiva. Y en palabras de Poggio, “la comuna rural rusa no era un obstáculo para el socialismo, pero sí lo era, en cambio, para el capitalismo”.

Llegados a este punto se podría volver a plantear si Marx realmente era determinista cuando tuvo este acercamiento a la comuna rural. El autor nos dice que en los años finales el pensador alemán tiene en mente “vías de transformación que no reclaman un desarrollo de las fuerzas productivas en clave capitalista”. Y por ello desarrolla en esta obra el interés que tuvo por las sociedades no occidentales y precapitalistas. Entiende que Marx no se posiciona en favor de una concepción mecanicista de la necesidad histórica.

Conclusiones

En este último bloque del ensayo el autor hace una pequeña exposición de las diferentes teorías existentes sobre los cambios producidos en el Marx de los últimos años y las percepciones que tuvo de Rusia. Se pregunta si hubo una continuidad en su pensamiento o, por el contrario, se dio una ruptura, para ello, expondrá las teorías de diferentes autores sobre esta cuestión para resaltar el interés de esta última etapa del pensador alemán.

Donde se puede atisbar una crítica por parte de Carlos Taibo al pensamiento de Marx es a la hora de tratar conceptos como la centralización de los medios de producción en el marco de la industrialización y la tecnología. Es en esta cuestión donde el autor manifiesta que Marx no abandonó sus teorías en lo relativo a la “centralización de las grandes explotaciones , de la producción industrial y de las tecnologías acompañantes”, en línea con su idea que “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo acabarían con el capitalismo”. Entiende el autor que hay un alejamiento de cualquier planteamiento autogestionario por parte de Marx como de Engels.

El ensayo dedica un pequeño apartado a comentar el pensamiento de Engels, donde destaca algunas diferencias, que se acentuaban en el pensamiento que mantuvo Marx en los últimos años de su vida, en concreto en la visión que tenían sobre Rusia y la comuna rural, pues entiende que mantenía una teoría más mecanicista de la concepción materialista de la historia.

Carlos Taibo deja para el final de sus conclusiones tres apartados muy recurrentes en el debate de las ideas que se dio en el campo del marxismo desde finales del siglo XIX hasta la Revolución bolchevique de 1917.

El primero es el relativo al Estado y Poder, donde defiende la “inflexión libertaria” de Marx, para ello el autor toma como eje de su argumentación la obra que dedico a la Comuna de Paría, La guerra civil en Francia (1871), donde plantea acabar con la maquinaria del Estado burgués por ser el instrumento de la dominación de clases. Taibo nos expondrá algunas visiones de diversos autores que sostienen la importancia de esta obra, tanto a la hora de tratar el tema del Estado, al haber quedado un tanto marginado en el Capital, como en el campo de la dialéctica contra sus detractores anarquistas.

En el segundo apartado Carlos Taibo reflexiona sobre “en qué medida los avatares de su vida, la reflexión sobre su trabajo teórico y sus desencuentros políticos” pudieron influir en los pensamientos de sus últimos años. El hecho que los socialdemócratas alemanes y los socialistas ingleses adoptaran posicionamientos más moderados dentro de la Internacional le lleva a plantear al autor que generó un rechazo en Marx y, a su vez, puso el foco en Rusia, lugar donde su obra empezaba a tener adhesiones. Todo ello le hizo modular su visión de otras realidades para analizarlas con una visión más comprensiva, cosa que no había hecho con anterioridad.

El último apartado lo reserva para lo que el autor denomina “el experimento bolchevique”, que si bien se produce pasados más de treinta años de la muerte Marx, el autor lo incluye en el ensayo para realizar una comparación entre el Marx tardío y la evolución de la Unión Soviética. Muy crítico con la experiencia bolchevique, al aplicar un modelo sui generis de producción capitalista con la disolución de la comuna rural rusa y la instauración por Stalin de una “propiedad burocrática estatalizada y nunca socializada”.

En palabras de Taibo “Lenin se inclinó por abrazar una interpretación acrítica, mecánica y determinista de las teorizaciones del Marx maduro”. En un pais en el que el proletariado era minoritario, el autor entiende que la burocracia soviética tiene como objetivo superar etapas “en el desarrollo de las fuerzas productivas” utilizando el modelo capitalismo de forma solapada. Para el autor la burguesía liberal fue sustituida por el Estado y el partido, donde desaparecieron la comuna rural rusa, “los soviets como instancias autónomas” y la revolución social.

El ensayo de Carlos Taibo es un trabajo interesante sobre el Marx tardío y su visión de Rusia en dicha época. No se puede obviar que el trabajo lo realiza desde la perspectiva del pensamiento anarquista, pero eso no le quita ningún ápice de interés, porque es una herramienta para poder debatir sobre todos los temas que desarrolla.

Como comentario personal, en el ensayo he echado en falta, y lo digo más como aportación que como crítica, que no se ha tenido en cuenta una obra que se puede enclavar en la etapa del Marx tardío como es la Crítica al programa de Gotha, escrita en 1875, posterior a los hechos de la Comuna de París, donde hace una disertación del periodo de transición entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista que lo define como “dictadura revolucionaria del proletariado”. Esto llevaría a reflexionar como engarzaría la destrucción de la maquinaria del Estado burgués con esa fase intermedia hasta la consecución de la sociedad comunista. Y a la hora de comentar el análisis que realiza de la experiencia bolchevique hay una obra de Lenin que siempre he tenido la sensación que es la gran olvidada y que ha sido obviada en este ensayo. Me estoy refiriendo al Estado y la Revolución. En ella, apoyándose, entre otros escritos de Marx, en La guerra civil en Francia, habla sin ambages de la destrucción de la maquinaria estatal. Bien es verdad que la teorización que realizó Lenin en lo referente al Estado fue paulatinamente marginada, pero eso daría para otro profundizar en otro ensayo.

Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío
Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío. Editorial Los libros de la Catarata

El Proceso de Burgos visto desde dentro

Antecedentes históricos

La realización de procesos sumarísimos, consejos de guerra y procesos inquisitoriales ha sido una constante a lo largo de la historia. Ya mucho antes que existiera el Estado español como hoy lo conocemos era una práctica habitual en estas latitudes y, a partir que se constituyó en un Estado moderno continuó vigente este modus operandi, aun si cabe, con mayor fuerza que nunca.

Se puede decir que la aplicación de este tipo de procesos es algo innato a este Estado. Va indisolublemente ligado a la historia de Castilla y posteriormente de España. Todavía, a día de hoy observamos, si bien en la inmensa mayoría de los casos con gran sonrojo, que el Poder sigue utilizando este tipo de procesos como instrumento fundamental para reprimir a todos aquellos que se salgan de los designios establecidos para el pueblo. Para todo el que traspasa la línea del orden existente, o podríamos decir ¿impuesto?, es víctima de uno de estos procedimientos en los que el futuro del encausado está escrito de antemano.

No ha habido siglo ni época en la que los que ostentaban el poder no hayan utilizado estos métodos para, lisa y llanamente, reprimir a las clases populares cuando estas han querido participar de forma directa en la toma de decisiones o, simplemente cuando sus costumbres y modo de vida contravenían las leyes terrenales o divinas. Luego en el relato de la historia habrán utilizado eufemismos para esconder la realidad.

Quedan muy lejos en el tiempo el proceso a los Comuneros de Castilla organizado por la Corona castellana o el proceso de Logroño organizado por la Inquisición contra las mujeres de Zugarramurdi. Como el Santo Oficio le debió coger cierto placer a quemar en la hoguera, lo siguió realizando a lo largo de varios siglos. En el caso de los comuneros, lo que había que atajar es cualquier protesta que cuestionara el régimen y el poder existente y en los procesos de la Inquisición había que aniquilar todo pensamiento que se saliese de la ortodoxia católica. Pero para no extenderme en exceso, mucho más cercanos son los innumerables procesos que se han dado a lo largo del siglo XX. Cualquier protesta de cierto relieve traía consigo el correspondiente consejo de guerra. La Semana Trágica de Barcelona fue un botón de muestra. Después de los sucesos acaecidos, con la falsa acusación de instigador de las protestas, el régimen organizó un consejo de guerra a Francisco Ferrer Guardia para posteriormente ejecutarlo. Luego vino la huelga de 1917, con sus juicios respectivos. En la Revolución de octubre de 1934, además de la salvaje represión del Ejército, tampoco pudieron faltar los consejos de guerra para reprimir a la clase trabajadora.

Con el golpe de Estado de julio de 1936 y la victoria después de tres años de guerra, los procesos sumarísimos de corte militar fueron una constante durante los primeros años del franquismo. Durante la dictadura siguió habiendo consejos de guerra, aunque a lo largo de los años fue bajando en número, pero en la década de los años 60 del siglo XX, el fortalecimiento de la oposición al régimen franquista trajo consigo un nuevo incremento de esta práctica. Hubo varios consejos de guerra conocidos, como el que se celebró contra le militante del PCE Julián Grimau, que fue condenado a muerte y fusilado, y algunos consejos de guerra a militantes de ETA. Pero sin duda alguna, el consejo de guerra que más repercusión tuvo a nivel internacional y sobre el que más se ha escrito fue el que se celebró en diciembre de 1970 contra dieciséis militantes de ETA en Burgos, en el que se pedían seis penas de muerte y cientos de años de prisión, y del que el pasado mes de diciembre se ha cumplido el quincuagésimo aniversario.

Los ecos del Proceso de Burgos

El aniversario de este proceso no ha pasado desapercibido para la prensa. Otra cosa bien distinta ha sido el tratamiento que cada medio le ha dado. La profesión periodística no deja de tener un gran componente ideológico y político, y en estos tiempos que corren, en los que las portadas y titulares de la prensa destilan de todo menos información, no podían dejar pasar este acontecimiento para dar su particular versión de lo que supuso todo lo vivido dentro y fuera del juicio, porque el Proceso de Burgos no se puede entender si uno se circunscribe única y exclusivamente a las sesiones en las que duró el juicio. Si en algo pueden coincidir las diferentes visiones a la hora de analizar este acontecimiento histórico es que este Proceso ha de analizarse de forma global. Pero si realizásemos una comparación entre los materiales publicados en fechas recientes, uno se quedaría sorprendido por el tono de las diferentes versiones que se puede encontrar.

Sobre un hecho de esta trascendencia se han publicado algunos libros. Sin desmerecer a alguno que otro, yo me he decantado por la lectura de uno que se publicó pocos meses después de haberse celebrado este juicio y que ha sido reeditado recientemente.

El Proceso de Euskadi en Burgos

Con el título “El Proceso de Euskadi en Burgos” los abogados Miguel Castells y Francisco Letamendia, Ortzi, que ejercieron la defensa de dos de los procesados escribieron este libro pocos meses después de haberse celebrado el consejo de guerra. Su publicación se realizó en París por el desaparecido Editorial Ruedo Ibérico. Fue uno de las decenas de libros que este editorial publicó en Francia durante el franquismo. La reciente reedición de esta obra ha corrido a cargo del Editorial Txalaparta.

El hecho que los autores del libro tuvieran un papel importante en todo el proceso es un factor importante a la hora de estudiar lo que supuso el Proceso de Burgos. Nadie mejor que ellos para relatar lo que supuso ese juicio. Ellos tuvieron una participación activa en todo el proceso judicial y, sobre todo en las sesiones de la vista. Pero, a su vez , ellos tuvieron contacto directo con los procesados y paralelamente vivieron de primera mano todos los acontecimientos de ese mes de diciembre de 1970.

El título ya nos ayuda a hacernos una composición de lugar de lo que sucedió en el juicio. El intento fracasado de juzgar a todo un pueblo a través de los procesados. Estos no dejaban de ser los chivos expiatorios dentro de la estrategia represora del régimen.

Esta nueva edición, que consta de algo más de 500 páginas, viene acompañada de un prólogo realizado por uno de los autores, Miguel Castells, en el que realiza una exposición que tiene como finalidad explicar el motivo de esta nueva reedición. Y siendo una voz autorizada para relatar los hechos que ocurrieron en aquel diciembre de 1970, en el prólogo a esta edición manifiesta que a lo largo del tiempo ha habido muchas versiones sobre este proceso, y no duda en afirmar que “muchas mienten: unas por lo que callan, otras porque contradicen directamente la verdad y otras porque en parte callan y en parte contradicen burdamente la verdad”.

Miguel Castells nos facilita algunos datos de interés que no figuran en la primera edición, no porque los autores no quisieran incluirlos, sino porque en ese momento no era conveniente que aparecieran. Aunque el libro fue editado fuera del Estado español, los autores y algunas personas relacionadas con dicha publicación vivían bajo el régimen franquista y eso podía suponer un riesgo para ellas.

En el prólogo de esta edición Miguel Castells relata a grandes rasgos como planificaron todo lo relativo a la defensa de los acusados. El papel que jugaron los procesados, marcando en todo momento la estrategia a seguir y la composición de los abogados defensores. Son datos que ayudan a poder entender el tipo de defensa que realizaron.

El prólogo de la primera edición reproduce documentos sustraídos de un sumarísimo militar de 1937 en el que fueron fusilados los seis concejales del Ayuntamiento de Busturia (Bizkaia), una vez que los sublevados fascistas ocuparon el pueblo. Su lectura es una muestra de lo que fueron los consejos de guerra desde el golpe de Estado de julio de 1936. Una farsa convertida en tragedia para quienes lo sufrieron.

Ideología política y legislación

El libro consta de dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, con el título “Decreto sobre rebelión militar. Bandidaje y terrorismo”, es un auténtico tratado sobre la legislación penal existente a lo largo del franquismo en lo relativo a los delitos de contenido político, porque todo lo que fuera luchar contra el régimen franquista entraba dentro del término Rebelión. Este análisis exhaustivo es realizado teniendo presente en todo momento el contexto político, porque, como bien se recoge en este trabajo las leyes son dictadas por “la clase en el poder”, pues “las leyes, incluso las más inocuas, están preñadas de ideología política”.

Esta parte del libro va más allá de lo que puede ser un análisis penalista de la legislación del franquismo. Es un estudio jurídico desde una óptica ideológica y política, pues pone sobre la mesa la función que tiene la legislación en el marco de la defensa del poder por parte de la clase dominante, para ello realiza una exposición acerca de la carga ideológica que tiene la legislación en cualquier lugar y ,sobre todo la legislación penal en la defensa del grupo que esté en el poder.

El análisis de la evolución de la legislación franquista en esta materia nos ayuda a percibir las necesidades que va teniendo el régimen a lo largo de los cuarenta años de dictadura para buscar los equilibrios internos y externos para perpetuarse en el poder y, a su vez, proyectar hacia el exterior una imagen más suave. Los autores explican perfectamente como desde el final de la guerra civil el régimen franquista va haciendo modificaciones legislativas, en algunos casos, técnicas, para armonizar la legislación en materia represiva, y en otros, que son los más importantes, para adecuarse a las necesidades políticas del momento. Es interesante conocer como a partir de la década de los años 60, el régimen franquista, sin abandonar su dureza a la hora de castigar todo tipo de protestas, va dando a la legislación penal un barniz que sirva para proyectar una imagen aperturista. Todo ello con la finalidad de salvaguardar cara a la Comunidad Internacional las políticas socioeconómicas que se estaban llevando a cabo por parte del régimen.

Es interesante la radiografía que hacen los autores de la estrategia que sigue el régimen a lo largo de los años de utilizar la jurisdicción militar para juzgar este tipo de delitos en función de sus necesidades y de la coyuntura del momento y la creación de una jurisdicción ad hoc, lo que fue el TOP (Tribunal de Orden Público), compuesto por miembros de la judicatura pero muy cualificados en lo que se refiere a la represión franquista, no teniendo nada que envidiar por su dureza represiva a la jurisdicción militar.

El régimen en el banquillo

La segunda parte se adentra en lo que fue el Proceso de Burgos, desde el momento que se produjeron las detenciones de los procesados hasta que se dictó la sentencia y el posterior indulto.

A lo largo de esta parte de la obra se va relatando los hechos de forma pormenorizada, incluso se recogen literalmente diligencias policiales, escritos de acusación, escritos de las defensas, todos ellos previos a la vista y transcriben las sesiones del consejo de guerra.

Todo ese relato va acompañado de las protestas que se vivían en Euskal Herria, en el Estado español y a lo largo de Europa Occidental. Para ello, completan el trabajo crónicas periodísticas de esas fechas, tanto de la prensa española, que en su totalidad era de ideología franquista, como con artículos de la prensa europea, lo que ayuda al lector a contrastar la información y, en el caso de la prensa española comprobar el grado de manipulación informativa que existía.

Los autores nos relatan que desde un primer momento los procesados tenían claro que quien les podía salvar de las durísimas penas que a las que iban a ser condenados era el pueblo con sus movilizaciones, por lo que su objetivo fue utilizar la vista oral como altavoz para las reivindicaciones y denunciar la represión franquista contra la clase obrera y el pueblo trabajador vasco. El objetivo era claro: sentar al régimen en el banquillo de los acusados.

Si en la primera parte del libro se hace una excelente radiografía del régimen franquista y de la maquinaria represiva en la que se apoyaba, esta segunda, a través de los hechos que relata, nos ofrece un análisis de las disputas internas que se vivían dentro del régimen entre las diferentes familias que lo conformaban.

Si hay algo en lo que coinciden todos los que han analizado el Proceso de Burgos es que el juicio tuvo un efecto boomerang contra el régimen. El franquismo, que pensaba que había “descabezado” a la organización armada ETA, se puso como objetivo anular cualquier tipo de oposición y, sobre todo destruir al movimiento abertzale y, por extensión, que el pueblo vasco asumiera la imposibilidad de vencer al franquismo. Pero en esta obra los autores van más allá, y relatan, aportando diversos artículos publicados en la prensa estatal e internacional, como este proceso tuvo unas consecuencias muy importantes dentro del propio régimen. Como consecuencia del juicio y lo que aconteció en las sesiones de la vista oral, afloraron las contracciones existentes dentro del régimen, siendo un paso más en la descomposición de éste. A lo largo de los 40 años de dictadura franquista, éste fue el momento político en el que los choques internos entre las diversas facciones franquistas fueron más despiadados, llegándose a dar ciertos movimientos conspirativos entre la oficialidad del Ejército.

Otra de las cuestiones que nos exponen a lo largo del libro, pero donde se desarrolla es en la segunda parte, es la posición que tuvieron que adoptar los gobiernos europeos ante el juicio. Gobiernos que en los años 60 ya habían normalizado las relaciones con la España franquista, gracias a los efectos de la Guerra Fría, se vieron presionadas por sus opiniones públicas, hasta el extremo que tuvieron que presionar al Estado español para no llevar a efecto la imposición de las penas capitales.

En el libro se recoge la auténtica batalla que llevaron los letrados, entre los que se encontraban los autores del libro, bajo las directrices de los procesados, contra los miembros del Consejo de Guerra. Las tensiones que se vivieron a lo largo de las sesiones de la vista oral para finalizar con la publicación de la sentencia en la que se imponían unas condenas superiores a la petición del fiscal militar. Todas estas circunstancias, tensiones internas y presiones internacionales, abocaron al régimen a la única salida que le quedaba, conmutar las nueve penas de muerte impuestas, e intentar vender el indulto como un acto de fortaleza del régimen, aunque la realidad fue bien distinta. Fue una derrota del régimen.

Una lección para el régimen

El Proceso de Burgos consiguió fortalecer todo lo que quería combatir. Su objetivo era descabezar a ETA y, por el contrario, lo que se da es un impulso a una organización que en aquel momento estaba sufriendo una crisis sin precedentes, estando no sólo debilitada, sino que había sufrido una ruptura interna.

Los autores en este libro sólo hacen mención a una acción que realiza una de las dos ramas en las que en ese momento se había partido ETA. El secuestro del cónsul honorario de Alemania en Donostia y su posterior liberación por parte de ETA V Asamblea. Fue la acción que más repercusión mediática tuvo. En el libro no se hace mención al intento que hizo la organización ETA VI Asamblea de liberar a los acusados en este proceso que se encontraban en la cárcel de Burgos. Realizaron un túnel desde el sistema de alcantarillado, pero al final se encontraron con un muro de hormigón que les fue imposible salvarlo.

A partir de este proceso judicial las cosas cambiaron sustancialmente. ETA creció de forma exponencial y el régimen franquista aprendió la lección y no quiso repetir la experiencia de organizar un macroproceso para evitar que fuera plataforma para las reivindicaciones de los encausados. Su apuesta fue la de liquidar físicamente a los militantes de ETA bien a través de acciones de los cuerpos policiales o recurriendo a grupos parapoliciales.

“Nuestro pueblo despertará”. Biografía del político republicano navarro David Jaime Dean.

El libro sobre el que versa este comentario no es de reciente publicación, pues vio la luz en febrero de 2016 y se encontraba en la balda de mi librería en la que tengo por costumbre depositar los libros pendientes de leer y en este caso, como en otras ocasiones, me he demorado quizá demasiado a la hora de leerlo. Eso sí, una vez que uno inicia su lectura es imposible no terminarlo.

No siendo un libro de reciente aparición me ha parecido oportuno dedicarle esta reseña por el valor histórico que tiene la persona sobre la que gira este ensayo y para que no pase de puntillas lo que en él se recoge. Aunque sea de forma modesta, es imprescindible rescatar del olvido y que no pase de forma desapercibida lo que fue la II República en Navarra y lo que vino con posterioridad de la mano del golpe de Estado de julio de 1936. Siempre hay que tener presente que desde Navarra el general Mola planificó el golpe militar y la estrategia represiva que los golpistas pusieron en marcha contra la población que no profesaban su ideología[1].  

Bajo el título “Nuestro pueblo despertará. David Jaime y la República vasconavarra” (Editorial Txalaparta), el autor, Jose Mari Esparza Zabalegi hace un recorrido por la vida del político republicano navarro David Jaime Dean y los acontecimientos históricos que vivió, en muchos de los cuales el protagonista de este ensayo fue uno de los políticos navarros que más brillaron a lo largo de los años de la II República y posteriormente en el exilio. Quizá sea el representante más destacado del republicanismo navarro euskaldun de izquierdas. Su abnegado trabajo en favor de unos ideales que supusieran la transformación de la Navarra tradicional y clerical en una Navarra republicana, progresista y laica, le hizo estar en la primera línea de la política navarra a lo largo del periodo de la II República, llegando a formar parte de la Gestora de la Diputación de Navarra entre los años 1931-1933 y posteriormente sería miembro del Consejo de Navarra en el exilio, ejerciendo de facto la presidencia de este organismo, así como de su Comisión Permanente.

En estos momentos en los que estamos observando con preocupación las agresiones a la Memoria Histórica por parte de los que quieren silenciar todo lo que ocurrió tras el golpe de Estado de julio de 1936 y de los anhelos de algunos por volver a repetir un golpe de Estado de las mismas características, este libro es un recordatorio de lo que representaron una generación de políticos republicanos navarros que en palabras de Jose Mari Esparza lucharon por una “Navarra, laica, republicana, de izquierdas, euskaldun y unida, sin perder su autonomía, al resto de Euskal Herria”.

Tengo que decir que hasta la lectura de este libro desconocía quien fue el republicano David Jaime Dean. Fue uno de estos políticos que han sido pasto del olvido. Sobre él se depositó una ingente capa de polvo producto de los largos años de dictadura. Esa forma tan especial de dar cerrojazo a una parte de la historia: los años de la República, el golpe de Estado y la represión franquista.

La labor de escribir la biografía del político republicano tafallés, David Jaime Dean, ha corrido de la mano de otro tafallés, Jose Mari Esparza Zabalegi y publicado por el editorial Txalaparta, sito en Tafalla. En este caso parece que David Jaime si ha sido profeta en su tierra.

El libro que consta de algo más 300 páginas, alterna las vicisitudes de David Jaime con el relato de los acontecimientos históricos en los que el político navarro fue uno de los actores principales. Una de las características más destacables de esta obra es el trabajo de documentación que hay detrás de ella, algo que no es nuevo en el autor. Si por algo destacan cualquier obra que ha publicado Jose Mari Esparza, es por su meticulosidad a la hora de documentar lo recogido y este ensayo no ha sido una excepción.

A lo largo de la obra el autor nos va desgranando la historia del republicanismo en Navarra, desde sus inicios, en el periodo de la Primera República, la relación que tiene con las ideologías de la época, carlismo y nacionalismo vasco, y su posición en favor de la defensa de los fueros como herramienta para la defensa de las ideas federales.

El libro consta de seis partes y los anexos formados por documentos redactados por los partidos republicanos navarros de izquierda sobre la República y el Estatuto Vasco-Navarro.

El autor le dedica la mayor parte del libro al periodo correspondiente a la Segunda República y el posterior exilio, en la que David Jaime es un personaje que lo vive en primera persona y con un grado muy importante de protagonismo.

Al final de cada parte hay una cuidada colección de fotografías correspondiente a ese periodo de la vida del protagonista, excepto en la segunda y sexta.

Primera parte

El autor nos lleva por la vida y peripecias de David Jaime. Su infancia en Eugi y su juventud en Etxarri Aranatz, le permiten aprender la lengua de sus ancestros, la linguae navarrorum. El amor que le profesó se vio reflejado en la defensa que de ella hizo a lo largo de su trayectoria política. Luego vendría su estancia en Argentina, donde refuerza sus ideas liberales y republicanas. Los nuevos estados americanos, nacidos como consecuencia de la lucha por la libertad eran el lugar idóneo para consolidar su  ideología republicana  y progresista. Su retorno al viejo Reino, allá por 1917, le devolverá al país tradicional que dejó, donde “el robledal carlista” lo dominaba todo. En esas fechas se va vislumbrando la aparición de las ideas liberales y un incipiente movimiento obrero. Todo este proceso David Jaime lo vive sin tener todavía una participación directa en política pero con el paso del tiempo y su posterior asentamiento en Tafalla, la tierra de sus padres, le llevará a estar en la primera línea de la vida política de Tafalla y Navarra.

Segunda parte

Esta parte del libro es una exposición concisa de la evolución de las ideas ilustradas, librepensadoras y republicanas pensamiento en Euskal Herria en general y en Navarra en particular a lo largo de la historia.

Desde una óptica político-social nos hace una introducción desde el Renacimiento, pasando por la Ilustración para llegar al siglo XIX y a los conflictos que se vivieron a lo largo de ese siglo en Navarra.

En ese recorrido histórico el autor nos habla de la figura de Manuel Larramendi, que en el siglo XVIII defenderá el derecho a la existencia de una República formada por bascongados constituyendo una nación libre y unida. Antes de sumergirse en los avatares del siglo XIX hace un pequeño repaso de la guerra de Convención (La Francia nacida de la Revolución entra en guerra con la Monarquía española) para acabar centrándose en lo que representó el conflicto entre carlistas y liberales en los territorios vasconavarros. No es el primero ni será el último libro en el que se desmonte el concepto existente de lo que representaba cada bando (carlista y liberal) en liza y el por qué se produjo el levantamiento en las provincias vasconavarras.

Se detiene en el análisis de lo que fue la I República española, lo que supuso para el republicanismo liberal vasco y la existencia de un republicanismo liberal defensor de la restauración foral.

Tercera parte

Comprende el periodo del inicio de la II República hasta la llegada del bienio negro. El autor nos va relatando a través de las actividades del político tafallés las visicitudes que se vivieron en Navarra. El protagonista del libro tuvo una presencia notable en la política navarra. No sólo fue concejal en el Ayuntamiento de Tafalla, sino que fue miembro de la Gestora de la Diputación.

A lo largo de estos intensos años tiene especial importancia todo el proceso de discusión del Estatuto Vasco-Navarro. Los enredos de la derecha navarra para utilizar este debate con el objetivo de desgastar a la II República, el error del PNV en los primeros compases a la hora de buscar sus compañeros de camino, las dudas y prejuicios de algunos republicanos y socialistas, que no de todos, a la hora de posicionarse en favor de que Navarra aprobase el Estatuto y las irregularidades que se produjeron en la asamblea en la que se decidió que Navarra se quedase fuera del Estatuto.

El autor no deja pasar por alto la actitud que tuvo David Jaime ante los problemas sociales. Desde el Ayuntamiento trabajó en favor de la recuperación de comunales y corralizas, en todo tipo de obras públicas, infraestructuras públicas y  servicios públicos, construcción de casas baratas, etc., que ayudasen a mejorar la vida de sus vecinos y, en especial, de los más humildes y desfavorecidos. Y fue un avanzado a su tiempo, pues en 1932 planteó, sin éxito, la demolición de la plaza de toros “donde se dan espectáculos incultos, sin rentabilidad para el Ayuntamiento”.

Cuarta parte

Jose Mari Esparza nos relata la victoria del Frente Popular en todo el Estado y los preparativos del horror que se avecinaba y, con ello, el infierno que pasó David Jaime para poner a salvo su vida, pues desde el momento en que triunfó el golpe en Navarra su suerte estaba echada. Una fosa común o el exilio. Por fortuna, pero después una odisea dramática, nos cuenta cómo logró ponerse a salvo.

En esta parte del libro se hace eco del giro que dan las izquierdas en Navarra  respecto al Estatuto Vasco una vez que se produjo la victoria del Frente Popular. Empiezan a ser conscientes de la necesidad de buscar la unidad política con los otros tres territorios vascos, si quieren que la derecha reaccionaria deje de ser el eje sobre el que gire la política navarra. Los políticos socialistas y republicanos que en 1932 habían estado en contra deciden apoyar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco y para ello los partidos del Frente Popular firman un manifiesto muy clarificador que se puede leer en los anexos del libro.

Quinta parte

Es la parte más extensa de todas, en ella el autor recoge todo lo que fue su vida en su exilio en Iparralde hasta su fallecimiento. Sus penurias económicas, sus problemas de salud y su incansable actividad política para coordinar al exilio navarro dentro del Consejo de Navarra.

Relata de forma muy pormenorizada la labor que realizó el político tafallés, sus relaciones con otros compañeros del exilio y las tensiones que vivió en algunos momentos con miembros de otras fuerzas políticas, como es el caso del PNV.

Los políticos de la izquierda navarra se lamentaban del error que supuso que Navarra no haber entrado a formar parte de la autonomía vasca. Tenían el convencimiento que de esa forma el golpe de Estado nunca hubiera triunfado en el Viejo Reino.

Sexta parte

Con la desaparición de David Jaime y otros destacados políticos navarros que se encontraban en el exilio, se inicia una nueva etapa en la que el autor nos hace un repaso de cómo se fue recolocando el mapa político de Navarra hasta llegar a los años posteriores a la muerte de Franco. Partidos que durante la II República tuvieron un peso importante pasan a ser testimoniales, cubriendo su espacio otras fuerzas políticas que surgen con mucha fuerza.

El libro nos va adentrando en los movimientos políticos que se dieron después de la muerte de Franco, las primeras elecciones y la postura que adoptan los partidos ante el nuevo Estatuto Vasco. En este contexto dedica una parte a explicar de forma pormenorizada los movimientos que se dieron para obstaculizar cualquier entrada de Navarra en el Estatuto y el papel que jugó en todo ese proceso el PSOE, que dio un giro copernicano pasando de estar a favor de la entrada a oponerse de la forma más radical. Es de gran valor histórico la documentación que utiliza para poder sustentar este relato, pues su publicidad no es del agrado de algunos políticos que han ostentado importantes cuotas de poder en Navarra en los últimos cuarenta años.

Jose Mari Esparza no deja en el tintero a dos personas que fueron fundamentales en la vida del político tafallés. Su esposa y su sobrina, pues el matrimonio no tuvo descendencia. Ambas mujeres van acompañando al protagonista a lo largo del libro pues fueron participes y colaboradoras en sus actividades políticas.

Si la finalidad de Jose Mari Esparza con esta obra era reivindicar el legado político de esa generación de republicanos navarros que trabajaron denodadamente por una Navarra alejada de la noche oscura que ha sido el tradicionalismo más rancio a lo largo de los siglos XIX y XX, sin duda alguna la ha logrado.


[1] Extracto de la instrucción reservada nº 1, firmada por Emilio Mola en Madrid el 25 de mayo de 1936 que decía:

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.