Amnistía versus indultos trampa

La utilización de la figura del indulto ha sido una constante a lo largo de la historia relativamente reciente del Estado español. Las asonadas militares que se dieron a lo largo del siglo XIX solían traer consigo algún tipo de indulto para los militares y políticos afinen a los uniformados que habían salido triunfantes del pronunciamiento de turno. Los golpes de Estado a lo largo del siglo XX fueron otro cantar, pues la característica de estos fue la represión generalizada manu militari, lo que conllevó que se perpetuaran en el poder y que todavía estemos bajo los efectos del que realizaron en julio de 1936.

Desde el momento que el Tribunal Supremo dictó la sentencia en la que condenaba a los políticos independentistas catalanes se han traído a colación dos instrumentos para obtener su excarcelación: amnistía e indulto. Términos que difieren mucho entre sí y que es necesario diferenciarlos.

La amnistía, vocablo de origen griego, tiene su inspiración en Mnemosine (Mνημοσυνη), diosa de la memoria. Y de ahí surge el término amnesia (Pérdida total o parcial de la memoria que impide recordar o identificar experiencias o situaciones pasadas), del que surgirá amnistía, que viene a ser el olvido de los delitos cometidos. La RAE la define como el “perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores”. Por tanto, es el olvido y/o perdón de un tipo de delitos, aplicándose a la totalidad de las personas que lo hayan cometido y llevando aparejada la extinción de responsabilidad, por lo que las personas beneficiadas no tendrán antecedentes penales.

Esto contrasta con la figura del indulto, que viene a ser una medida de gracia por la que se perdona el cumplimiento de la pena a la persona que ha cometido el delito, pero no se le exime de la responsabilidad derivada del delito cometido, pues el delito en sí no desaparece, teniendo un carácter individual, pues sólo se aplica de forma individualizada y no con carácter general a todas las personas que hayan participado en delitos de esa naturaleza. Esto último tiene su importancia como más adelante se verá.

Amnistía versus indultos trampa
Manifestación en Barcelona en apoyo a los políticos procesados

En todo este proceso hay tres posturas diáfanas y antagónicas entre sí. La que representan los partidos de la foto de Colón y sus medios de comunicación afines, la Brunete mediática, que se oponen de forma radical a cualquier tipo de media de gracia para con los presos políticos catalanes. La segunda postura es la que ha utilizado el Gobierno, el indulto únicamente para los nueve políticos condenados por el Tribunal Supremo. Y por último la que defiende el independentismo catalán que reivindica sin ambages la amnistía como solución a este conflicto.

Por lo que respecta a los defensores del inmovilismo poco o nada se puede añadir. Tanto la Brunete mediática como los partidos de la foto de Colón se han enganchado a este banderín, algo, que por otra parte era de todo punto de vista esperable. Es su forma de hacer política y la forma de tener lo más agrupado posible a su rebaño político. Su postura les puede dar ciertos réditos políticos en el resto del Estado y no quieren desaprovechar la ocasión. Lo que no entraba en sus cálculos es que dos estamentos de lo más reaccionario, en los que se apoya el régimen del 78 hayan adoptado una posición diametralmente diferente. Me estoy refiriendo al empresariado español, representado por la CEOE y los obispos.

Haciendo un ejercicio de análisis político comparado, no deja de ser un auténtico sarcasmo que las diferentes consultas que ha organizado la oposición venezolana, al margen del Gobierno venezolano, en ningún momento se hayan visto en la Unión Europea como unos actos en los que se cometieran infracción penal alguna y en el caso de los partidos que se oponen a los indultos, en todo momento alentasen ese tipo de acciones como método de protesta. Da la impresión que lo de organizar consultas a la población al margen de la legalidad vigente incurre en una infracción penal según donde y cuando se realicen. Debe ser que ejercer la legitimidad democrática es patrimonio de unos pocos.

Sin embargo, en el tema que nos ocupa, lo fundamental es contrastar las otras dos opciones existentes para solucionar el problema de los presos políticos catalanes, ver quienes las defiendes y buscar una solución al problema de Catalunya.

Anteriormente he expuesto de forma muy laxa las diferencias existentes entre amnistía e indulto. Ahora bien, ambos conceptos si los llevamos a la praxis política las diferencias se agrandan de forma considerable.

Los defensores del indulto hay que situarlos en los partidos que forman el Gobierno de coalición, aunque con matices a lo largo del tiempo. Por un lado, tenemos al PSOE, que no hace tanto tiempo apoyaba la aplicación del 155 y apoyaba los procedimientos judiciales que se abrieron en la Audiencia Nacional y Tribunal Supremo, porque había que salvaguardar “el Estado de derecho”. Es decir, abogaba por buscar una salida judicial a un problema político. Pedro Sánchez no hacía más que enseñar una de las mil versiones que lleva sacando a la luz desde que dirige los designios del PSOE.

Por lo que respecta a la postura de Podemos, esta se ha movido en no judicializar el problema catalán y en contra de los procesos judiciales abiertos. Y una vez que se hizo pública la sentencia, abogó por los indultos, entre otros motivos, por una cuestión importante: derogar el delito de secesión. Postura lógica, porque con la sentencia en la mano la aplicación de esta figura penal se podía convertir en un instrumento para criminalizar cualquier tipo de protesta en el marco de una huelga general, movilización como el 15M o protestas antidesahucio. Desde los partidos de la izquierda enseguida percibieron que la sentencia del TS ponía en peligro algunos derechos fundamentales.

Para el Gobierno la búsqueda más sencilla para que los nueve condenados por el Tribunal Supremo obtuviesen la libertad ha sido utilizar la figura del indulto. De esta forma han salido a la calle, aunque seguirán impedidos para el ejercicio de ningún tipo de cargo público, pues no se les anulan ni las inhabilitaciones y las responsabilidades civiles que les fueron impuestas. Los indultos han sido decretados con una serie de condicionantes que impiden a los indultados poder ejercer una actividad política plena. Así, de esta medida no se han podido beneficiar ni los que tomaron el camino del exilio ni todas aquellas personas que están inmersas en otra serie de procedimientos penales como consecuencia del procés. Esta cuestión es fundamental, porque con la medida que ha adoptado el Consejo de ministros los únicos beneficiados son un número reducidísimo de personas si lo comparamos con todas las personas que continúan imputadas en otras instancias judiciales.

El Gobierno está vendiendo los indultos en clave de magnanimidad con los presos políticos catalanes, pero eso no se corresponde con otras acciones que está llevando a cabo. Sin ir más lejos, el Gobierno ha quedado retratado estos días con algunas de sus actuaciones y sus declaraciones. El dar marcha atrás en la reforma del Código Penal que está preparando en lo referente a la derogación del delito de sedición, alegando que no hay un supuesto consenso con los partidos que apoyaron la investidura es una muestra que no está por la labor de adecuar el Código Penal español a los estándares democráticos. No deja de ser el mantenimiento de la legislación que le da cobertura para volver a encarcelar a quien vuelva a poner urnas. Otro botón de muestra han sido las manifestaciones de rechazo al informe del Consejo de Europa contra España por el juicio del procés. Esta actitud es más típica de la Turquía de Erdogán o de la Rusia de Putin, o de un hipotético gobierno de coalición entre  Casado y Abascal. Lo que no tiene un pase es que el Gobierno de Pedro Sánchez actúe de esta forma, pero quizás todo sea producto de intentar sacar a relucir una de las mil caras que tiene el líder del PSOE. Y ese intento de intentar contentar a los que desde su partido han puesto el grito en el cielo por los indultos.

El Gobierno está vendiendo estos indultos como la fórmula mágica que va a servir para solucionar el problema de Catalunya, sin querer abordar el problema de fondo que es tan sencillo como que las reivindicaciones de una parte muy importante de la ciudadanía catalana no pueden ser ejercidas porque el marco jurídico-político actual lo impide y hablar de otras cuestiones no deja de desviar la atención y marear la perdiz. La imposibilidad de poder ejercer el derecho a decidir el modelo de país en el que quiere vivirla ciudadanía catalana choca de forma sistemática con el muro que forma el régimen del 78. El drama existente es que gane quien gane en las elecciones catalanas, los partidos que pierden, que casualmente siempre son los mismos, pueden dormir tranquilos porque las reivindicaciones de los partidos que forman el bloque vencedor no pueden ponerse en práctica y sus programas electorales acaban siendo papel mojado o, en su defecto, si lo quieren poner en práctica, les espera el palo y tente tieso. El Gobierno ha ido posponiendo de forma reiterada la reunión de la mesa de diálogo y mientras el tiempo y la legislatura transcurre, siendo el margen de maniobra cada vez es más corto pues la legislatura no corre, vuela.

La estrategia del Gobierno de coalición es bastante simple: busca romper el bloque independentista a través de unos indultos trampa, pues sólo neutralizan el caso de nueve personas, dejando la situación empantanada para otras muchas que no son tan mediáticas. Es una estrategia legítima, pero, al mismo tiempo, carente de ética y un tanto peligrosa. Es peligrosa porque con la salida de los presos condenados por el procés, se ha encontrado una reivindicación unánime de amnistía, como fórmula para resolución del conflicto, al margen de las diferencias existentes entre las organizaciones independentistas. En un tema de esta naturaleza, las diferencias han quedado aparcadas para unirse en la reivindicación de la amnistía. Si el Gobierno pensaba que desde las filas del independentismo iba a recibir el aplauso generalizado es que no ha entendido nada hasta el momento.

La postura del independentismo en defensa de la amnistía como única forma de solución del conflicto tiene su fundamento en varias cuestiones.  Partiendo de la definición que he realizado de amnistía, en términos políticos esta no se ciñe únicamente al olvido y/o perdón de un tipo de delitos para todas las personas que lo hayan cometido. La aplicación de una amnistía política va más allá, pues suele ser la consecuencia última del reconocimiento de los objetivos políticos que persiguen los condenados, lo que conlleva que no tenga razón de ser la condenada que en su día les impusieron.

En términos políticos la amnistía viene a ser el respaldo a la lucha o actividad política que han ejercido las personas condenadas y beneficiadas por la aplicación de esta medida y elevar su lucha a ejemplo para toda la sociedad con la extinción del delito para la totalidad de personas que se puedan afectar. Es por ello, que cuando una medida de esta naturaleza es concedida por algún gobierno suele llevar aparejada algún acuerdo entre las partes beligerantes. Todo esto con el añadido que los delitos por los que fueron condenados se resumen en poner urnas para que la población participase de un referendum.

El independentismo catalán ha sido un ejemplo a la hora de utilizar métodos pacíficos, algo que no ha pasado desapercibido en Europa, por más que desde el Ministerio del interior hayan tenido una actitud intoxicadora, con la cooperación necesaria de los medios de comunicación cercanos a la extrema derecha española. Mucho más fructífero hubiera sido que este gobierno hubiese realizado tiempo atrás una labor pedagógica para explicar a la ciudadanía que la puesta en libertad de los presos políticos catalanes era una cuestión de higiene democrática y explicar que la represión a quien tiene por objetivo poner urnas es propia de otros países y/u otros tiempos. Los próximos meses van a ser cruciales en el desenlace del conflicto Catalunya-España. La pelota está en el tejado del Gobierno español para poder desatascar una situación que se lleva arrastrando a lo largo del tiempo. Debe de tener voluntad política para abordar el problema con valentía y hacer pedagogía con la población del resto del Estado para que entiendan la naturaleza del conflicto y que muchos sectores abandonen el lema del “a por ellos” que pusieron en marcha los partidos de la derecha extrema y la extrema derecha española en 2017 durante los meses del procés. En política buscar la cuadratura del círculo sólo sirve para tropezarse con el mismo obstáculo

“Esperanza y libertad”, un paso en el camino hacia la República catalana

Hoy es 11 de septiembre, fecha en la que se celebra la Diada de Cataluña y me parece que es un día apropiado para comentar el libro que Raül Romeva ha publicado hace unos meses. “Esperanza y libertad” (Editorial Ara).

Allá por el mes de abril tuve la oportunidad de asistir en Madrid a su presentación en la librería Blanquerna. La presentación del libro corrió a cargo de Daniel Innerarity, Ignacio Sánchez Cuenca y, ante la imposibilidad de que Raül Romeva pudiera asistir, al estar privado de libertad, estuvo presente su esposa Diana Riba. No quisiera pasar por alto el hecho de que la presentadora fuera  la directora de “Público”, Ana Pardo de Vera y pienso que tiene mucho valor que esa labor la realizase una  periodista de fuera de Cataluña.

Todas las intervenciones estuvieron a un gran nivel y algunas llegaron a ser emotivas, pero en un acto realizado en Madrid, con esta temática, la presentación de Ana Pardo de Vera fue muy interesante porque enlazó dos cuestiones que ponen en tela de juicio el Régimen del 78: el proceso llevado en Cataluña y que cuestiona la estructura territorial del Estado y la monarquía como modelo de jefatura del Estado. En el primer caso el proceso tuvo como objetivo la realización de una consulta, que es lo que la moderadora reivindicó para la segunda cuestión, la posibilidad que la ciudadanía pueda elegir entre monarquía y República. Y si en el momento de la presentación le pudo llamar la atención a alguien el sacar a colación esta segunda cuestión, sin duda, le quedaría totalmente aclarada una vez que lea el libro.

Del resto de intervinientes, destacar la intervención que el politólogo Ignacio Sánchez Cuenca, nada sospechoso de independentista, realizó una exposición desde la racionalidad democrática y la ciencia política para situar el problema dentro de la esfera política y sacarlo de la esfera judicial, que es donde se encuentra.

Después de esta presentación y de leer el libro de Raül Romeva, tengo que decir que me ha parecido interesantísimo, enriquecedor y muy constructivo. No me imaginaba un libro de esta calidad y escrito con tanto cariño. Jenn Díaz dice en el prólogo que Raül Romeva ha realizado un ejercicio de generosidad -continúa- escrito sin odio, sin resentimiento, tendiendo la mano. A estas palabras de Jenn Díaz habría que añadir que todo el libro es un acto de dignidad, valentía, coherencia y humildad política,  con unas dosis de ética casi imposibles de superar. Romeva es una persona que lleva más de año y medio en prisión, sufriendo uno de los mayores ataques político y mediático que se conoce. Ha reivindicado en sede judicial y en su libro las acciones que llevó a cabo como conseller, porque tenía la convicción que es lo que tenía que hacer, aun sabiendo los costes que ello podía conllevar. No cabe duda que es un acto de dignidad política y ética muy pocas veces visto en la política española.

En todo momento escribe con mucha humildad. Nunca saca la bandera de las verdades absolutas e irrefutables y hace un elogio de la duda. Para ello trae la siguiente cita de Bertrand Russell que me parece muy acertada: “el problema del mundo es que los idiotas y los fanáticos están seguros completamente seguros de sí mismos, mientras que a los listos les asaltan las dudas continuamente”.

Raül Romeva nos habla de esperanza no en términos idílicos  ni como una necesidad de agarrarse a ese término. La esperanza es incertidumbre, pero es necesaria para huir del fatalismo y “la esperanza conlleva asumir riesgos” que él y sus compañeros presos asumieron a la hora de poner en marcha el Procés, porque la esperanza también es una apuesta para logar un objetivo. Asume que para ser creíbles cara al exterior y lograr su objetivo es necesario estar dispuesto a sufrir, porque del sufrimiento y las derrotas surge la semilla de las futuras victorias.

El autor resume la actitud que se debe tener, en todo este proceso, en los siguientes términos: la cabeza alta, la mirada larga, verbo sereno y la mano tendida. Lo fácil hubiera sido que hubiese escrito un libro en el que cavase una trinchera o pintase líneas infranqueables, que sirviese para alimentar a los suyos construyendo un enemigo. Pero, por el contrario, realiza un ejercicio de empatía en el que tiene palabras de reconocimiento y afecto para personas que no son independentistas, pero que han puesto dosis de cordura en todo el proceso. Nos deja muy claro que para construir la República en Cataluña es necesario crecer a lo ancho y en palabras de Oriol Junqueras, el camino para la República consiste en aunar mayorías amplias y transversales para “ganar confianzas, tejer complicidades, construir una casa común”

Las reflexiones que realiza a lo largo del libro, en cierta forma, no dejan de ser un manual de instrucciones para entender los procesos de lucha política que se dan en la actualidad en cualquier otro lugar. Una de esas situaciones nos la encontramos cuando nos habla de ese activismo identitario, más preocupado en reafirmarse mirando para adentro que en salir fuera de su trinchera, que deja al margen la construcción de soluciones si no tiene la certeza del triunfo.  

El libro está plagado de citas de pensadores, políticos y activistas que utilizadas por el autor de una forma muy fina sirven como ejemplos en los diferentes pasajes del relato que recoge el libro. Es una apología al dialogo, de la negociación y el acuerdo para tender puentes con una visión largoplacista.

A través de diversos temas el autor va plasmando lo que han sido estos últimos años de la política catalana, hasta desembocar en el periodo de preparación de la consulta ciudadana del 1 de octubre de 2017 y los hechos que sucedieron con posterioridad.

He querido dejar para el final dos cuestiones que son fundamentales, para que los que no vivimos en Cataluña podamos entender todo lo que lo que ha sucedido en la última década. Me estoy refiriendo a cómo se inicia todo este proceso y el papel que desempeñan la sociedad catalana y los políticos del bloque republicano.

En primer lugar, desde fuera de Cataluña, pero, sobre todo, desde Madrid se ha vendido un relato de que los políticos independentistas han “arrastrado” o “engañado” al pueblo con un objetivo imposible de llevarse a cabo, lo que ha generado una frustración. Nada más lejos de la realidad, la batalla por el derecho a decidir, como muy bien explica Jaume López en su libro “el derecho a decidir. La vía catalana” (ed. Txalaparta), la gana la sociedad. El movimiento social gana “la batalla del frame” o de los nuevos cognitivos de gran impacto social en el que la sociedad va por delante de las organizaciones políticas. Y esta cuestión, que es vital para poder tener una foto no distorsionada de todo lo que sucede en Cataluña, aparece en el libro de Raül Romeva. En el libro explica cómo, los presos políticos, han recibido mensajes de ciudadanos catalanes en los que les piden perdón por haberlos empujado a esta situación. Los políticos recogen el guante que lanza la sociedad civil.

En segundo lugar, para poder entender muchas de las cosas que están sucediendo, es fundamental el relato que realiza Raül Romeva acerca de cómo decidieron Junqueras y él afrontar todo el proceso judicial. Primero, no eludiendo el juicio, ellos deciden afrontarlo porque consideraron que se  limitaron a escuchar un clamor pacífico y democrático. Además, ponían en juego su credibilidad.

Romeva deja claro en su libro que, Oriol Junqueras y él, decidieron salir de su zona de confort. Ellos acordaron no defenderse de nada para encarar el juicio desde un prisma político, aun sabiendo de los riesgos que corrían. Querían decir con la cabeza muy alta que “un referéndum no es ningún delito” y que no indujeron al uso de la violencia.

El “procés”: Juicio a un pueblo

El día 3 de diciembre de 1970, en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos se dio inicio a lo que ha pasado a la historia como el Proceso de Burgos. Fue un consejo de guerra en el que se juzgaron a militantes destacados del Frente Militar de ETA. Los hechos por los que eran juzgados se remontan al atentado del 2 de agosto de 1968 contra el Jefe de la Brigada Político-Social de Gipuzkoa, Melitón Manzanas, que acabó con su vida. En este ínterin de algo más de dos años, desde que se produce el atentado hasta que se celebra el consejo de guerra, se producen una serie de detenciones para dar con el autor material y desarticular la dirección y los cuadros del Frente Militar de ETA.

El juzgado de Donostia que tramitaba el procedimiento se inhibe en favor de la jurisdicción militar porque los aparatos del Régimen franquista tienen un objetivo muy claro: presentar el juicio para “escenificar la liquidación de ETA y la victoria del Estado sobre la incipiente insurgencia vasca”[1]. El Régimen piensa que estando la dirección de ETA detenida sólo resta juzgarles, imponerles unas condenas ejemplarizantes y ejecutar a los dirigentes del grupo para que sirva de ejemplo y disuadir así a posibles seguidores.

El fiscal militar encausa a los siguientes militantes de ETA con las siguientes peticiones: “pena de muerte y 50 años de cárcel para Jokin Gorostidi; pena de muerte y 75 años de cárcel para Javier Izko; pena de muerte y 70 años de cárcel para Eduardo Uriarte; pena de muerte y 60 años de cárcel para Mario Onaindía; pena de muerte y 40 años de cárcel para Javier Larena; pena de muerte y 30 años de cárcel para José María Dorronsoro; 70 años de cárcel para Víctor Arana;, 80 años para Josu Abrisqueta; 64 años para Jone Dorronsoro; 70 años para el sacerdote Jon Echave; 70 años de cárcel para Enrique Guesala; 30 años de cárcel para Gregorio López Irasuegui; 15 años de cárcel para Itziar Aizpurua;, 6 años de cárcel para el ex sacerdote Julen Kalzada y 12 años de cárcel para José Antonio Karrera”[2].

Sin embargo, las previsiones del Estado no solo no se cumplirán sino que  darán un giro copernicano. Durante la vista, que duró siete días, las defensas demostrarán la falta de respeto a los derechos de los procesados, vulnerándose todo tipo de garantías procesales. Al ser un juicio sumarísimo, los abogados de los procesados no tuvieron oportunidad de preparar sus defensas con todas las garantías jurídicas y, durante las declaraciones de los procesados, harán una denuncia política contra el Régimen. Cada uno de los acusados se centró en exponer alguna de las situaciones que sufría Euskadi durante el franquismo para enlazar la lucha de ETA con la lucha de pueblo vasco. Es decir, se dieron dos estrategias: la defensa jurídica y la defensa política o, dicho de otra forma: el utilizar el juicio como arma política.

Las movilizaciones en Euskal Herria fueron de todo tipo en pleno franquismo: manifestaciones, huelgas, encierros, manifiestos, etc… con un único  objetivo: condicionar la sentencia. En el Estado español y en Europa también se realizan movilizaciones, llegando a producirse ataques a las delegaciones españolas en algunas ciudades europeas. Por su parte las dos ramas de ETA[3] realizaron algunas acciones armadas para condicionar el desarrollo del juicio. La que sí tuvo una repercusión a nivel internacional sería la acción organizada por ETA V. El día 1 de diciembre de 1970 un comando de esta organización secuestra en Donostia al cónsul honorario de la República Federal Alemana, Beihl, siendo liberado posteriormente y una vez que ETA V ha conseguido atraer la atención del mundo entero sobre la existencia del pueblo vasco y del “problema vasco”, por lo que había obtenido una gran rentabilidad política.

Por lo que respecta a la prensa de la época hay que tener presente que toda la prensa era afín al Régimen franquista. El diario ABC titulaba su editorial del día siguiente al que se publicara la sentencia “SANTIAGO: ¡Cierra España!” haciendo un alegato en favor del Régimen. El diario la Voz de España que se editaba en Donostia en un artículo de esos días decía:

“Los separatistas de triste memoria, que en 1936 condujeron al nacionalismo vasco a aliarse con el diablo […] cuya aberración mayor consiste en alentar proyectos delirantes y anacrónicos con la unidad nacional […] tampoco pueden ni quieren identificarse con los terroristas de la ETA, verdaderos criminales a sueldo […] la única política a la que sirve la ETA […] es la maoísta de signo ateo, marxista e internacional. ¿Qué tiene ello que ver con el país vasco?”[4].

Por otra parte el 21 de diciembre en las Cortes franquistas Carrero Blanco se expresa en los siguientes términos:

“El mundo occidental está siendo víctima de una progresiva escalada de la acción subversiva del comunismo […] La táctica de la acción subversiva es clara: se trata de corromper, en el más amplio sentido de la palabra. Para ello se fomenta la desilusión de los hábitos morales; se atenta contra las creencias religiosas, contra las tradiciones y la conciencia nacional, contra el sentimiento de patria y de independencia […] ETA […] bajo la aparente filiación política de separatismo vasco, encubre la realidad de su verdadera función de agentes terroristas al servicio del comunismo”[5].

El tribunal militar condena a muerte a cuatro militantes de ETA y el resto son condenados a condenas elevadas de prisión, pero debido a la presión tanto en el Estado como en el exterior las penas de muertes fueron conmutadas por cadenas perpetuas y ni que decir tiene que con este proceso ni acabaron con ETA ni resolvieron el “problema vasco”  a su manera.

El Régimen franquista aprendió la lección y a partir de ese momento no organizó ningún macro juicio de esa envergadura y cambió su táctica. A partir de este momento la estrategia que siguió fue la de evitar las detenciones de militantes destacados, eliminarlos en enfrentamientos y la utilización de cuerpos parapoliciales o guerra sucia.

En el año 1978 el Editorial Hordago, ya desaparecido, publicó un libro con un título que se ajustaba a lo que fue ese consejo de guerra: “Burgos: juicio a un pueblo”. Pues bien, casi 50 años después estamos viviendo una situación muy similar con el juicio del “procés”, con actuaciones que me atrevería a decir que son calcadas a lo que se vivió en el Proceso de Burgos.

En ambos casos el impulso jurídico-político ha corrido de manos de los aparatos del Régimen. En el caso del Proceso de Burgos fueron la actuación del Gobierno de la dictadura y los militares y todo el cúmulo de pruebas que adolecían de fundamento jurídico que presentaron los cuerpos policiales de la época y en el caso del “procés” el impulso lo han dado el gobierno del PP, con la cobertura legal del Tribunal Supremo (en el que la mayor parte de miembros han sido elegidos por el PP) y la cobertura de los atestados de la Guardia Civil que están sirviendo como prueba de parte.

La prensa durante el Proceso de Burgos jugó un papel de propaganda fundamental. La única que había era la del Régimen franquista, pues no existía la prensa libre y en el caso del “procés” no hay más que ver el papel que está jugando la prensa de fuera de Cataluña; representa a la España rancia, decimonónica con un discurso en el que se llama al enfrentamiento y la confrontación teniendo como lema de cabecera el ¡A por ellos! Un discurso similar al que ha tenido en diferentes épocas, cuando algún pueblo del Estado español ha tenido la osadía de reclamar el derecho a poder decidir libremente. Un detalle curioso, hay un periódico que ha vivido ambos sucesos: el diario ABC. Que cada uno entienda lo que estime oportuno.

En ambos casos coinciden en que el factor de la movilización política y social se produce, por lo que podemos hablar sin ningún género de dudas que el problema trasciende fuera de la sala donde se celebra la vista.

Por lo que respecta a la sentencia. En el caso del Proceso de Burgos no me cabe duda que estaba redactada de antemano y en el juicio al “procés´” me atrevería a decir que si no está redactada existe un borrador.

Las intervenciones que han tenido las defensas en el primer día de juicio han sido muy esclarecedoras. Va a haber una línea de defensa jurídica pero también una defensa de gran contenido político, cosa que era esperable, similar al Proceso de Burgos. Pero viendo el papel que en el segundo día de vista ha realizado la fiscalía, no sé si están en el Tribunal Supremo o en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos. Hablar de uso de la violencia y decir que los independentistas “trazaron un plan criminal de alcance” es un intento de retorcer la realidad. No lo digo yo, lo dicen más de un centenar de profesores y catedráticos de derecho penal.

 Para analizar esta cuestión hace unos meses asistí a una charla en la que intervino una letrada de la defensa jurídica de uno de los procesados y en las que se proyectó un vídeo que sirve para analizar lo kafkiano que es todo este proceso. El vídeo se puede ver en Internet por lo que facilito el enlace a pie de página para quien esté interesado[6]. Pero es más, cuando este proceso se ha internacionalizado, a la hora de pedir las extradiciones de algunos imputados la respuesta de los órganos jurisdiccionales de otros países europeos ha sido demoledora para la justicia española. La han dejado sin argumentos y a la altura del barro. Cuando se habla de rebelión, que tiene como requisito indispensable la violencia, y de golpe de Estado, yo solo recuerdo un caso en este país que haya reunido todos esos ingredientes: el golpe de Estado del 23-F. Se utilizó la violencia con la detención ilegal durante más de doce horas de más de 350 personas de los que la mayor parte eran diputados, los golpistas iban armados y utilizaron las armas. Por el contrario, las condenas fueron muy suaves para la gravedad de los delitos y no hay que olvidar que la gran mayoría de los condenados estuvieron en libertad en un breve espacio de tiempo. Y lo más grave:  ni se investigó la trama civil ni a los ideólogos del golpe. Quizás porque tampoco se podría investigar a alguien que tenía y sigue teniendo inviolabilidad. Así lo dice alguien tan poco sospechosa de anti constitucionalismo como Pilar Urbano  en su libro “La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar”.

Todas estas similitudes que encuentro en ambos procesos tampoco deberían de extrañar en demasía. Si nos encontramos dentro del Régimen del 78, que es producto del proceso de Reforma política, que fue pilotada por dirigentes del Régimen franquista con la finalidad que se realizaran las reformas indispensables para que la imagen del Régimen fuera más amable, pero con el deseo de que no se produjese una ruptura democrática y que no se depuraran todas las instituciones del Régimen franquista para avanzar hacia una democracia. Hoy en día en cada institución que se rasca, seguimos encontrando el mismo ADN que en las instituciones franquistas. Aquellos polvos han traído estos lodos.

Creo que la sensación en este proceso judicial es generalizada. La sentencia va a ser muy dura, con fuertes condenas y tanto las defensas como los acusados son conscientes de ello por lo que las defensas están trabajando más mirando a un futuro recurso a Estrasburgo que a lograr una sentencia acorde a la lógica legal en un Estado de derecho, pues la batalla ante la Justicia española la dan por perdida. Esta  guerra no ha hecho más que empezar y  es claro que va a condicionar la política de Cataluña y del resto del Estado español. Judicializar el conflicto  sólo conseguirá  hacer que encalle. Si piensa el Estado que la sociedad catalana va a bajar los brazos se equivocan y pienso que el conflicto perdurará en el tiempo porque  creo que en este juicio no se está juzgando únicamente a los que están sentados en el banquillo, sino al independentismo y, por tanto, a un sector muy importante del pueblo de Cataluña. Por ello pienso  que el “procés” es un juicio a un pueblo.

Bibliografía

Casanova, Iker: ETA 1958-2008. Medio siglo de historia, Txalaparta, Tafalla, 2007.

Letamendia Belzunce, Francisco (Ortzi): Historia de Euskadi. El Nacionalismo y ETA, Ruedo Ibérico, 1977.


[1] Casanova, Iker: ETA 1958-2008. Medio siglo de historia, Txalaparta, Tafalla, 2007.

[2] Letamendia Belzunce; Francisco. “Historia de Euskadi. El Nacionalismo vasco y ETA”. Editorial Ruedo Ibérico.

[3] En aquel momento existían las organizaciones ETA V asamblea y ETA VI, motivado por una ruptura que se dio en 1970 por las diferencias ideológicas que existían en ese momento dentro de la organización armada.

[4] Letamendia Belzunce; Francisco. “Historia de Euskadi. El Nacionalismo vasco y ETA”. Editorial Ruedo Ibérico.

[5] Ibidem.

[6] https://www.youtube.com/watch?v=5bN8ZM,-V4Jo&feature=youtu.be